Salida antiorteguiana: Borges en la revista cubana “Ciclón”
Dainerys Machado Vento
En 1955 el editor y traductor cubano José Rodríguez Feo y el escritor Virgilio Piñera publicaron en La Habana el que sería el primer número de la revista Ciclón. Según el editorial de la publicación, titulado “Borrón y cuenta nueva”, el objetivo era ir en contra de la revista Orígenes, “borrar de un plumazo a un Orígenes anémico”, al que consideraban “peso muerto” en la cultura nacional. Once años antes, el mismo Feo había sido cofundador de Orígenes, junto con el poeta José Lezama Lima. Pero en 1955, luego de una profunda ruptura entre ambos, Feo se enfocó en crear una publicación que negara la poesía religiosa, el estilo barroco que adjudicaba a Lezama y que diera espacio a nuevos nombres. Fue por esta voluntad compartida con Piñera que Ciclón contó entre sus colaboradores con entonces jóvenes autores, tan diferentes, como Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, César López, quienes poco después alcanzarían relevancia en la ciudad letrada.
La mirada hacia las letras internacionales fue también distinta en ambas revistas. Si en los doce años de Orígenes, de 1944 a 1956, aparecieron publicados escasos textos sobre literatura argentina, la mayoría escritos por autores cubanos; en los 15 números que aparecieron de Ciclón entre 1955 y 1959, fueron incluidos 31 textos de 20 escritoras y escritores argentinos. Los géneros que estos abarcaron incluyeron ensayo, poesía, traducción y especialmente cuentos, que llegaron a sumar 18 escritos por autores que fueron desde Julio Cortázar hasta Graciella Peyrou, pasando por Jorge Luis Borges. En la construcción de la amplia red de colaboración en el Sur influyó definitivamente la presencia intermitente de Piñera en Buenos Aires, entre 1946 y 1958.
Aunque el impacto de Orígenes y la poesía origenista en la historia de la literatura cubana ha sido ampliamente estudiada, Ciclón no había corrido con la misma suerte hasta hace pocos años, cuando se evidenció un creciente interés por su historia. En la investigación literaria El estruendo de Ciclón. La nueva revista cubana (1955-1959), publicada en 2022 por Katakana Editores, analizo cómo Ciclón dejó atrás las estrategias productivas de las revistas de vanguardia que, al decir de Renato Poggioli, presuponían “la existencia de un maestro y un método, el criterio de la tradición y el principio de la autoridad” (35), para funcionar en torno a un grupo muy diverso de creadores. Su breve, pero trascendental existencia se podría definir como un gesto neovanguardista, como una búsqueda constante de identidad editorial, en un momento de profundo cambio social y político en Cuba.
Ciclón fue más una revista de actualidad cultural, que un espacio de producción literaria. Tuvo solo dos números especiales: uno dedicado al filósofo español José Ortega y Gasset, y otro a Sigmund Freud. Ambos aparecieron en 1956 y fueron parte de esa búsqueda que Rodríguez Feo mantuvo para hacer de la publicación un espacio único, diferente visual y estéticamente a su antecesora más inmediata. La existencia de estas ediciones especiales niega además que, a largo plazo, Ciclón se haya sostenido con el único objetivo de “borrar” a Orígenes, porque perfilaron el carácter polemista con que se fundó la revista, pero ampliaron sus dardos culturales. Si me detengo aquí solo en el análisis del primero de estos números especiales, el 1 de 1956, ese dedicado a Ortega y Gasset, es porque ilustra ejemplarmente la creciente influencia de la cultura argentina en la publicación y porque trae a un autor de la envergadura de Borges al centro de la historia.
Ortega y Gasset fue una presencia ineludible desde las primeras páginas de la revista. En el número 3 de 1955, el autor cubano Antón Arrufat publicó “En el alero trágico del existencialismo” (49-51). Se trataba de una reseña sobre los ensayos El Sentimiento Trágico de la Existencia, de Marjorie Grene, y Unamuno filósofo existencialista, de Amando Lázaro Ros. Entre sus comentarios, Arrufat criticó que se considerara a Ortega y Gasset precursor de las teorías contemporáneas más relevantes, sin tener en cuenta el peso de las ideas de Unamuno. Dos números después, en el 5 de 1955, el historiador argentino José Luis Romero publicaba su ensayo “La renovación de la conciencia social” (21-24). Romero aseguraba que Ortega y Gasset era el principal responsable de identificar que al término rebelión se le había construido un significado peyorativo.
Pero fue precisamente sobre la crítica esbozada por Arrufat sobre la que volvió el texto más escandaloso de todos los aparecidos en el número homenaje. Se trataba de “Nota de un mal lector”, un breve ensayo de Jorge Luis Borges fechado en “Buenos Aires, enero de 1956”. El autor de Ficciones fue categórico al asegurar que Ortega y Gasset solamente había continuado la labor de Unamuno, a favor de enriquecer y ensanchar el diálogo de España con su época. Declaró además su preferencia por la prosa del mayor, calificando en cambio a Ortega de abstraccionista y declarándose incrédulo ante su fama mundial:
A lo largo de los años, he frecuentado los libros de Unamuno y con ellos he acabado por establecer, pese a las “imperfectas simpatías” de que Charles Lamb habló, una relación parecida a la amistad. No he merecido esa relación con los libros de Ortega. Algo me apartó siempre de su lectura, algo me impidió superar los índices y párrafos iniciales. Sospecho que el obstáculo era su estilo. Ortega, hombre de lecturas abstractas y de disciplina dialéctica, se dejaba embelesar por los artificios más triviales de la literatura que evidentemente conocía poco, y los prodigaba en su obra (28).
Los creadores de Ciclón habían reconocido el carácter polemista de la revista desde su fundación. Por lo que aceptaron encantados publicar “Nota de un mal lector” de Borges, a pesar de su disonancia en el tono general del homenaje. En el libro De vuelta y vuelta, editado por Roberto Pérez León con una parte de la correspondencia de Piñera, se recoge una carta que este mandó a Rodríguez Feo en febrero de 1956, después de que había pasado varios meses esperando por el texto de Borges:
Querido Pepe, por fin va lo de Borges sobre Ortega. Como verás, es bien corto, pero es todo un impacto. Quedará muy bien entre los incondicionales de Ortega. Te sugiero no lo pongas en primer lugar. Si no último, por lo menos en medio de los otros ensayos sobre Ortega. Así causará más sensación. Esto va a producir un revuelo enorme. Piensa que pocas veces se decide por el ataque. Otra ventaja: su trabajito saldrá primero que el de Sur, que aparece en marzo (aún no escrito). Pensándolo bien, me gusta que sea, como es, corto. El lector se asombrará mucho más con esas pocas líneas que todo un denso ensayo. En uno de muchas páginas tiene tiempo para calmar su “furia”, pero dos páginas cortan la respiración a cualquier fervoroso de Ortega. (139)
Durante casi tres meses, Piñera y Feo habían esperado la colaboración de Borges. Entre las dedicadas a Ortega, la suya es la única fechada en 1956. Virgilio solicitó el texto desde los primeros días de noviembre de 1955, después de que Alfonso Reyes se negara a participar en el homenaje. Borges tardó más de lo planificado en entregar su ensayo, desplegando cada vez diferentes justificaciones. La desesperación de Piñera ante esta situación se esfumó en cuanto leyó la “Nota…” Días después de enviársela a Rodríguez Feo dejó testimonio de las expectativas que ya giraban entorno a la colaboración: “ha causado sensación entre la gente amiga de Borges su salida antiorteguiana. Aunque nadie conoce el texto todavía, saben sí(,) la reacciones de Borges” (140).
Ciertamente fue una “bomba” en medio de un número dedicado a homenajear extensamente al español. El ensayo “La filosofía de Ortega y Gasset”, que abrió la edición, firmado por María Zambrano, producía un recuento de las filosofías más dominantes antes del siglo XX (3-9). La estudiosa enunció que podía ser problemático referir en la época de su maestro la existencia de “descubrimientos filosóficos”, por lo que contextualizó la mirada de Ortega y Gasset en una época de desplazamientos filosóficos hacia el historicismo y otras corrientes. Cerró con una nota sentimental, destinada “Al lector”: “Y debo de confesar ahora el esfuerzo con que estas líneas han sido escritas; solo el sentimiento me ha movido a ello” (9).
El ensayo de Zambrano estaba fechado en Roma, el 8 de diciembre de 1955, a un mes y medio de la muerte del filósofo español. Por lo que funcionaba, según decía la autora, como “el comienzo de lo que quisiera hacer” (9) para homenajearlo más extensamente. El mismo tono elegíaco tuvo el ensayo de José Ferrater Mora, titulado “Ortega y el concepto de razón vital” (10-16). Su principal apuesta era asegurar que el concepto de razón vital había sido la más decisiva contribución de Ortega al pensamiento filosófico contemporáneo. Aseguraba que dicho concepto tenía un valor extraordinario a pesar de haber sido tratado siempre con precisión. Esto ponía sobre los hombros de los estudiosos de Ortega y Gasset cualquier responsabilidad sobre la limitación de sus teorías. Estaba fechado en París, en diciembre de 1955. Así que en este número no sólo aparecieron una cantidad considerable de los colaboradores españoles de Ciclón, sino que la mayoría escribieron desde el exilio en el que permanecían.
En estas condiciones fue imposible que no colocaran a Ortega y Gasset en el reflejo de sus propias experiencias como extranjeros en otras patrias. En ese caso estuvo Guillermo de Torre. Su artículo, “Ortega y su experiencia americana” (17-20) fue el único que se concentró en aspectos de la vida personal del filósofo.
Tres viajes hizo el autor de La deshumanización del arte al Plata (en 1916, 1928 y 1939). En otro lugar he estudiado sus circunstancias, aportando datos para una posible bibliografía orteguiana, donde deberá fijarse la historia íntima y los alcances de estas singladuras. El primer viaje fue el de un “adelantado”: éxtasis, júbilo ante los recién descubierto: un público sensible, intelectualmente poroso; gozó asimismo de verse comprendido, exaltado. Testimonio de esas nupcias de primavera son las palabras iluminadas que figuran en el segundo tomo de El espectador, donde Ortega llega a prometer que, en lo sucesivo, éste “será tan argentino como español”. Ortega tenía entonces treinta y tres años (18).
Para De Torre era clara la influencia de Argentina en la obra de Ortega y Gasset, a pesar de cuán tempranas habían sido las visitas del filósofo. Sobre su obra intelectual insistió Juan Marichal, en “La singularidad estilística de Ortega y Gasset” (21-27). Marichal bosquejó la ruptura intelectual que se había producido con la llegada del siglo XX a Europa y el surgimiento de nuevas corrientes de pensamiento como el posrenacentismo y el neocatolicismo. Aseguró que la actitud más representativa y efectiva intelectualmente de la generación europea que recibía ese cambio se encontraba en la obra y en la personalidad literaria de Ortega y Gasset. Para probar sus planteamientos resaltó el interés del filósofo por construir un discurso que facilitara la propagación de sus ideas: “Había para [Ortega] una posibilidad de adecuación, o mejor dicho un deber expresivo, entre la forma y la idea. Porque, ante todo, Ortega sentía —en conformidad natural con la actitud de conciliación antes indicada—, a la par el placer verbal y la concepción ideológica” (25).
Los diálogos de esta edición de Ciclón con la obra del filósofo español se extendieron con una sección de poemas de compatriotas suyos. Blas de Otero, José Hierro, Rafael Morales, José Luis Cano, fueron incluidos en una sección titulada “Cuatro poetas españoles” (29-32). El conjunto compartía cierta frustración por un espacio-tiempo perdido. La desilusión ocasionada por la guerra civil española, la segunda Guerra Mundial y la instauración del franquismo eran perceptibles en las creaciones de tales poetas.
A pesar de la pluralidad de las ideas y los formatos presentados en todos los materiales del número, justo es decir que el único texto que representó realmente el declarado espíritu polemista de Ciclón y el tono que había mantenido la revista en números anteriores, fue “Nota de un mal lector”, al que definitivamente los editores ubicaron como cierre del conjunto. Al presentarse como una especie de epílogo o prolepsis del dossier, el texto de Borges ponía en crisis todo el homenaje que le precedía.
La presencia del argentino en la publicación tenía una importancia inmediata por diferentes motivos. El autor estaba perdiendo la visión para la fecha, por lo que había dejado de colaborar con medios donde era más o menos asiduo y sus textos inéditos en espacios periódicos se volvían cada vez más escasos. Además, Borges no había sido publicado nunca en Orígenes, a pesar de que en la década de 1940 se produjo su consolidación internacional como autor debido, en parte, a la aparición de su libro Ficciones. Fue gracias a Ciclón, y especialmente a estas gestiones de Piñera, que Borges comenzó a ser publicado y leído en Cuba. En Ciclón aparecieron definitivamente dos colaboraciones suyas, la mentada “Nota de un mal lector” y la “Inferno, I, 32”, que había sido publicada antes, en el número 3 de 1955. Pero en Ciclón también se publicaron varios artículos dedicados a valorar su obra, como fue el caso de “Borges y sus detractores”, de Salvador María Lozada, que apareció en el número 5 de 1955 (61-63).
A defender a Borges de quienes lo acusaban de estar siempre en una torre de marfil volvió Piñera el 5 de febrero de 1960, en el periódico Revolución. En “Después de la novela social”, el cubano afirmaba: “hoy Borges resulta ser el autor argentino más representativo de lo que pudiera ser llamado «lo porteño». ¿Quién si no Borges ha expresado con mayor precisión, fantasía y arte (sí, con arte, a pesar de que el arte como ingrediente ¿es posible? entre por muy poco en el dosaje de la obra literaria) el babilonismo de Buenos Aires?” (5). Piñera negaba que Borges fuera un escritor “anglizante”, y aseguraba que su obra ponía “sobre el plano artístico ese mosaico de razas que es la ciudad de Buenos Aires”. Su defensa se producía a un año del triunfo de la Revolución, cuando comenzaban a darse las primeras señales de radicalización política en el país e iba en contra de un encuentro en Casa de las Américas, donde se había elogiado a Miguel Ángel Asturias por su compromiso social como escritor, pero se criticaba a Borges como escritor desconectado de su tiempo.
La experiencia de Piñera como cofundador y luego jefe de redacción de Ciclón cambió su forma de percibir a la literatura argentina. Su acercamiento con reconocidos autores sureños o viviendo en Buenos Aires fue propiciada, casi siempre, por la escritora Graciela Peyrou o por Adolfo de Obieta, ambos amigos de Piñera. La visión literaria de Rodríguez Feo y la suya propia fueron tan acertadas en el establecimiento y extensión de las redes intelectuales que llegaron a publicar en Ciclón a cinco futuros Premios Nobel de Literatura: el italiano Salvatore Quasimodo (1959), el griego Georgios Sepheriades (1963), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1965), el español Vicente Aleixandre (1977) y el mexicano Octavio Paz (1990).
El creciente interés por la literatura escrita en Argentina en general y por la de Borges, en particular, es también sintomático de un distanciamiento que comenzó a producirse en 1956 entre Virgilio Piñera y el polaco Witold Gombrowicz. Éste había sido una de las principales influencias intelectuales y personales de Piñera cuando llegó a vivir a Argentina en la década de 1940. Fragmentos de la famosa traducción al español de Ferdydurke fueron publicados en Orígenes gracias a la mediación de Piñera. Ya fundada Ciclón, la revista acogió en su tercer número de 1955 el polémico ensayo “Contra los poetas” escrito por el polaco. “Contra los poetas” sirvió a Ciclón para marcar la política editorial de la revista y reafirmar su posición crítica a Lezama Lima, como cabeza de la generación. Pero para 1956, las afinidades de Rodríguez Feo y Piñera cambiaron. Acordaron censurar la aparición de fragmentos de los Diarios de Gombrowicz, interesados como estaban por propiciar un mayor acercamiento con los gestores de Sur. Este es la única censura que se produjo al interior de la publicación, pero no es un gesto menor. Gombrowicz se la reprochaba a Piñera en una carta donde escribía: “No sé si la nota no va porque Pepe no quiere peleas con Sudamericana o porque en verdad la consideran perjudicial (…). De todos modos están en el error. Estas son consideraciones provincianas [,] en la literatura hay que proceder con dureza y crudeza, de otro modo no se logra nada” (175).
Rodríguez Feo había comenzado a planificar un viaje a Buenos Aires desde finales de 1955. Aunque se produjo finalmente entre junio y agosto de 1956, Piñera empezó, desde muchos meses antes, a avisar a los amigos argentinos de la inminente llegada del director de Ciclón. Esto produjo su encuentro y posterior acercamiento con José Bianco, que se desempeñaba para la fecha como editor de Sur.
Pese a que la relación de Piñera con Borges databa de la década de 1940, cuando los hermanos Peyrou los presentaron en Buenos Aires (aunque Borges fue el primer argentino en invitar al desconocido cubano a publicar un cuento en Argentina, específicamente en la revista Anales de Buenos Aires), fue el acercamiento con Bianco el que abrió las páginas de Ciclón a otros autores relacionados con la revista Sur, y de los que antes Piñera había procurado distanciarse. Como resultado de este cambio de rumbo, en el penúltimo número de la revista en 1955 apareció un testimonio íntimo de Victoria Ocampo, “Una visita a Clouds Hill”, sobre un viaje que hizo a Estados Unidos para conocer la casa del poeta T. E. Lawrence (3-8).
Su presencia abrió el camino para Adolfo Bioy Casares, de quien se publicó la narración “De cada lado”, en el número 5 de 1956 (7-13). Mientras de Silvina Ocampo apareció el cuento breve “El verdugo invisible”, en el primer número de 1957 (6-7). En febrero de 1956, Virgilio contaba a Rodríguez Feo que había cenado con Bianco y que estaban “como hermanos: Bianco se encarga en estos momentos de pedir la colaboración a Silvina. Son muy amigos y espero tenga éxito. Lo mismo a Mallea” (De vuelta y vuelta, 139). Del propio Bianco se publicó en el último número de 1955, el cuento “El colegio” (3-8), donde se sugería un amorío entre un estudiante y un profesor en un colegio religioso para varones. Este además de su cuento “Trelles”, aparecido en el número 2 de 1957 (8-17). La creciente presencia de los autores de Sur en Ciclón se produce en contraste con la disminución de las colaboraciones de Gombrowicz, que comenzaron a espaciarse cada vez más, hasta desaparecer totalmente.
Aunque queda claro que la revista cubana fue muchísimo más que una mera pataleta antiorigenista, y que introdujo en el canon literario cubano temas medulares como la homosexualidad y la pornografía, la reconstitución del espacio urbano posterior a las dos guerras mundiales, lo cierto es que tras la sistematización de su historia abundan múltiples oposiciones de pares (antiorigenismo vs. ciclonismo, Gombrowicz vs. Sur) que, desafortunadamente, parecen haberse movido también siguiendo los vientos de las conveniencias más que de la lealtad a una forma de expresión artística.
En 1956, Piñera logró por fin publicar su libro Cuentos fríos con Losada, también gracias a la gestión de Bianco. La aparición del volumen había sido antes varias veces pospuesta por el director de la editorial. Las redes que se extendieron a partir de ese momento incrementaron la presencia de autores argentino en Ciclón. En el número 3 de 1956, aparecieron fragmentos de “Historias de Cronopios y Famas”, de Julio Cortázar. Los textos, inéditos en ese momento, reunían “Costumbres de los Famas”, “Viajes”, “Conservación de los recuerdos”, “Relojes”, “El canto de los cronopios”, “La foto salió movida” y “Los exploradores” (12-14). Fue gracias a esta brevísima colaboración con Ciclón que se produjo la primera publicación más extensa de la narrativa de Cortázar en Cuba. Se trató del volumen titulado Cuentos, editado en 1962 precisamente por Antón Arrufat. Tanto Severo Sarduy como Arrufat han declarado, en diferentes momentos, que conocieron la obra de Cortázar debido a su aparición en Ciclón.
Al cabo del tiempo, podría decirse que las transformaciones y nuevos intereses literarios que la revista comenzó a desplegar en 1956 no fueron necesariamente síntomas de debilidad del proyecto editorial que visualizó Rodríguez Feo. No hay que olvidar que Ciclón nació en medio de su intempestiva renuncia a Orígenes; y fue gestada en medio de una polémica artística con tintes personales. Su fundación fue, por tanto, más reactiva que planificada. Por lo que, para 1956, el acercamiento al sur literario luce como un ajuste del rumbo intempestivo de la fundación, mientras Feo y Piñera tratan de mantener vivo el proyecto editorial en el enfurecido mar de la sociedad cubana, en crisis política y económica. Hoy, sin embargo, no se puede comprender Ciclón sin analizar la presencia de Argentina y España en sus páginas.
Foto: Jorge Luis Borges, 1968 / ©Levan Ramishvili, Flickr
Dainerys Machado Vento (Cuba, 1986). Traducción del inglés–Dainerys Machado Vento es una escritora y académica cubana. Nació en La Habana en 1986. Estudió periodismo en la Universidade de Habana, seguido de estudios de doctorado en lenguas modernas y literatura en la Universidad de Miami. Es autora de Las noventa Habanas (Katakana, 2019).
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: March 20, 2022 at 8:29 pm