El mundo se va a acabar
Socorro Venegas
Verónica Murguía no ha escrito un libro sobre la peste bubónica en 1348. Escribió un tratado devastador sobre la naturaleza humana, un libro de todos los tiempos, un libro donde parecería que las almas de aquellos infestados y dolientes nos han alcanzado, en una transmigración infinita.
En El cuarto jinete (Ediciones Era, 2022) Verónica se mantiene fiel a una de sus grandes pasiones: la Edad Media, ese periodo que ella ha explorado al margen de los lugares comunes que condenan el oscurantismo: es la mirada de esta escritora la que encuentra allí el latido, la belleza y la miseria, y elige, o es elegida, para narrar el fin del mundo anunciado por uno de los jinetes del Apocalipsis. Quién le iba a decir a Verónica Murguía que ese borrador de una novela que a ella le pareció anacrónica iba a retratar con gran precisión la pandemia de 2020 que nos ha asolado y desolado.
Son los tiempos de crisis los que le dicen a una misma de qué está hecha. Los personajes de este libro están en la orilla de la vida, viviéndola de manera provisional, y quizá por eso llegan a nosotros con el rostro descubierto, se confiesan, muestran el hueso de sus penas, sus culpas, su miedo, su cobardía, y nunca están orgullosos de sí mismos. Hay una humildad conmovedora en el coro de narradores que nuestra autora presenta. Ese tono confesional que tiene la primera persona y los relatos de pérdidas inabarcables vuelven rápidamente entrañables a varios personajes, como el médico musulmán Abu Alí Ibn Mohamed de Ronda, que para viajar y sobrevivir debe convertirse en Pedro de Hispania; también inolvidable es su discípulo, Guy, ambos sumergidos en la expiación y redención que solo consiguen cuidando de los enfermos, comprometiendo su propia salud.
La cicatricera, una joven curandera que ha tomado bajo su cuidado a un grupo de huérfanos, es una personaja fascinante, me pregunto si migrará a otra historia de Vero, me pregunto por el oficio y la voluntad de curar y cuidar, de velar hasta que la herida cierra, y cómo eso se torcía en las mentes pacatas para volverse pecado o hechicería.
Personajes e historias inolvidables, pero también una prosa trabajada a la manera de los orfebres. Una prosa que es poesía en muchos momentos, y una sabiduría que deslumbra. Así habla, por ejemplo, Pedro de Hispania: “Los hombres sólo podemos vivir con dignidad porque creemos que nuestra vida durará lo suficiente para alcanzar nuestros deseos”.
El cuarto jinete también es una novela sobre la culpa de sobrevivir, sobre emociones ambivalentes: la necesidad de pedir perdón y la de perdonar a Dios; el extraño consuelo que puede dar la cercanía e inevitabilidad de la enfermedad, y el pavor de enfermar. El médico musulmán trasterrado dirá, luego de recibir la caricia de un apestado: “Ésta es mi penitencia, ésta es su muerte”.
Si en otros de sus libros Verónica trabaja en clave fantástica o insólita, en esta novela sus lectores no debemos esperar “El tiempo de los milagros”, pues, se lee aquí, ése “es un tiempo ido y lejano”. Aunque hubo momentos en que me sentía en alguna página de Auliya o en algún cuento de El ángel de Nicolás (otros preciosos títulos de la autora), en esta novela la imaginación decide otro vuelo, más cerca de la Tierra; el trazo es delicado y arriesgado: no se trata de romantizar lo terrible, la peste sigue entre nosotros y sus historias nos abruman. Dicho en palabras de Verónica: “…los planetas están lejos, arriba en el cielo, y los cuerpos de los niños y las mujeres serán devorados por la Plaga”. No hay escape ni magia que nos salve.
El mundo se acaba y no termina de acabarse. “Por el momento –dice Wislawa Szymborska–, todo fin del mundo que ha tenido lugar en la Tierra (…), ha llegado sin avisar”. Y es más o menos así, pues sobre nuestras cabezas pende el aviso del cuarto jinete, como nos lo recuerda Verónica Murguía. No quiso cerrar este libro sin una serie de reflexiones inteligentísimas y sensibles, como son su escritura y ella misma. Son ideas generosas: nos cuenta sobre el origen de esta novela y lo mucho que la sorprendió la actualidad de su ficción. Esa actualidad tiene que ver con nosotros, ésos a los que también se refiere la poeta polaca: “nos convertimos en los diligentes colaboradores de las fuerzas destructivas de la naturaleza”. La pandemia de COVID vino de la misma región de donde surgió la peste bubónica, relatada en esta novela; tanto en aquella época, como en ésta, siempre hubo quienes recurrieron a supersticiones: antes se acusó a los judíos, los leprosos y a las mujeres de ser responsables de generar las epidemias; en nuestro tiempo vimos cómo se atacó bajo el influjo de prejuicios similares a médicos y enfermeras.
Tiene razón Verónica, el futuro es frágil. Al final de la Edad Media esperaba el Renacimiento. Al final de nuestra época, Antropoceno, Capitaloceno, la verdad es que no sabemos si habrá algo. Qué maravilla que sea una novela la que nos pida imaginarnos solidarios para que un futuro sea posible.
Acompañé mi lectura de El cuarto jinete con un ensayo que he venido citando de Szymborska. Como ella, mientras llega el Apocalipsis, diré también: “Pero aún es verano, el tiempo es magnífico”.
*Foto de Daniele Marzocchi
Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado el libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas(Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002). Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León. Es directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Su Twitter es @SocorroVenegas
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Posted: May 31, 2022 at 8:59 pm
Un portentoso libro y una reseña que le hace elegante y consistente justicia.
Verónica Murguía es una novelista única en la literatura mexicana actual.