Caminando en búsqueda de una cueva
Olivier Vindas
• Olivia Teroba: Un lugar seguro (Sexto Piso, 2023).
Recuerdo que al atardecer, mirando el cielo, comprendí por qué lo llaman bóveda celeste: el horizonte tiende a curvarse. Le pregunté a una amiga, a mi lado, como fue posible que en la antigüedad tardaran tanto en percatarse de que la Tierra es redonda. Nunca había reído tanto.
Esa noche nos asaltaron. Cortaron con machetes las casas de campaña y nos apuntaron con pistolas. Nos tumbaron boca abajo, sobre la tierra.
OLIVIA TEROBA, “El Ruido que hace un árbol al caer”, Un lugar seguro
1.
La preocupación por el dónde es genuina. El dónde es una ubicación, y sus implicaciones.
En la isla indonesia de Sulawesi, existen pinturas rupestres de cerca de 44 000 años de antigüedad. Antes de este descubrimiento, las más antiguas conocidas se atribuían a grupos europeos, con las de El Castillo, en Cantabria, España.
En las pinturas de Sulawesi se aprecia el retrato de una especie de cerdo salvaje (hoy extinto), e impresiones de manos hechas en negativo con una técnica equiparable al esténcil. Estas pinturas se encuentran en una cueva. Las de Cantabria también.
La cueva es el principio de la arquitectura, de la selección voluntaria del dónde y el quién, de la diferenciación entre el adentro y el afuera, la primera pista sobre la artificialidad venidera y sus posibilidades. En la cueva se hallaba resguardo y peligro: el refugio de unos y su disputa con los otros. Pero una vez dentro de ese lugar seguro, peleado y ganado, o milagrosamente provisto por el destino, se podían hacer muchas cosas.
Un espacio cerrado pero accesible, propicia la contemplación del mundo interior personal y del exterior capturado. En Tlaxcala, lugar de origen de Teroba, también hay pinturas rupestres. Por ejemplo, en un lugar llamado la Cueva del Diablo, en Totolac, desde hace miles de años, está atrapada en sus muros la bóveda celeste. O también están las pinturas de las Grutas de Atlihuetzia, donde aparecen astros acompañados de manos humanas que no temieron compartir el mismo plano.
Veo este libro como la búsqueda, el reconocimiento y la disputa a través del tiempo, de una cueva. La cueva aislante, protectora y peligrosa, donde poder esconderme a pintar la bóveda celeste y mis manos al lado del Sol. La cueva puede ser una habitación, un departamento, un pasado propio que se fragmenta y me conforma, un recuerdo horrible pero tan recurrente que se vuelve hogar, los pensamientos suicidas y de esperanza, pero es una cueva que no existe por sí misma porque es muchos tiempos y espacios a la vez.
2.
Un lugar seguro, es un grupo de ensayos letalmente dependientes el uno del otro (cada uno pone muletas a las fragilidades de su compañero) escrito por la mexicana Olivia Teroba. Esta obra se percibe como una caminata, con tempo de quien reflexiona a cada paso sobre la temperatura, la distancia, todos los sentidos, las posibilidades, el pasado y el futuro. A través de las líneas, se anda entre paisajes de campos en transición y ciudad. Respiramos el aire bonito, frío, de un bosque que huele a coníferas, y sentimos el dolor de estómago de un susto violento.
A este caminar lo guía una búsqueda que pesa más que como una tarea, como una necesidad asumida y acostumbrada. Es la búsqueda no reconocida de la aprobación, que evoluciona en el añoro real de una postura estoica y liberada, la búsqueda de un lugar para ser, escribir, no hacer nada, escapar de otro lugar, e incluso aislarse voluntaria y peligrosamente. Ella narra, y nosotros flotamos a través de la realidad como en un cuento que, a veces arrulla como una historia ficticia y ajena, pero las más, resquebraja el corazón de barro sobrecocido al calor de nuestras propias voces internas. Mediante anécdotas, cuestiona sus hábitos y patrones, con la dolencia de la resignación más que con un simplista deseo utópico de la no-repetición. Como quien adorna coronas de flores para la rata que cayó en su trampa.
3.
Para imprimir la mano en negativo sobre un muro, se ponía el pigmento en la boca para después expulsarlo volcánicamente sobre la mano. El tamaño de las marcas prehistóricas en las cavernas, inspiró teorías que defienden que sus creadores fueron adolescentes temerarios que incursionaban en cuevas peligrosas probablemente evitadas por los adultos. Una vez allí marcaron su paso. Las pinturas de los astros en la Cueva del Diablo en Tlaxcala, fueron vandalizadas en el 2015 con pintura roja en aerosol, quizás también por adolescentes.
En el tono del caminar que se lleva en los ensayos de Olivia, existe una marcada ternura adolescente, a la cual no se le debe temer. Cuando escucho decir en la calle o en la tele que siempre llevamos un niño adentro, siento una fea sensación por las posibilidades imaginativas, tanto las simbólicas, como las más literales. Me pongo a imaginar al niño ahí, encerrado y solo, y que ese niño se parece a bebé Jordy[1]. Terror. O me salgo de ese cliché y ahora veo que es una niña, que soy yo de niña, con ese tono deslavado de las fotos de los 90`s que ahora adquieren mis recuerdos de la infancia, sola y encerrada adentro de mí en un oscuro negro cuarto enorme, adentro de esto y sin poder salir, nunca. O me puedo imaginar un niño, un embrión gelatinoso y superdesarrollado saliendo por su propio pie de entre la piel y las tripas pegajosas del adulto exterior. Pero más macabro y sombrío, es repetir todas esas imágenes pero con el adolescente interior: más encarnizada la lucha, más profunda la tristeza, más refulgente el enojo, sensible hasta al dolor de los huesos crecientes, sola e incontenible, pero contenida. Adoleciendo por siempre.
Las interpretaciones adolecentes de las situaciones vividas, son las cicatrices sobre las que Olivia traza un presente que en cada parpadeo se convierte en futuro. Esas marcas adolescentes no son los atuendos feos o los cortes de cabello sin sentido, son años verdaderos e intensos, que se parecen más a la adultez de lo que quizás estamos dispuestos a aceptar.
En 1995, tenía yo 5 años, la Orquesta Los Adolescentes (Adolescent`s Orquesta)[2], con Porfi Baloa de 18 años como líder, sacó su primer trabajo discográfico bajo el imponente nombre de Reclamando Nuestro Espacio, debut lleno de canciones dedicadas al amor, el desamor, el deseo y los tropiezos de la vida, con el que se plantaron en la industria de la salsa joven. Me pregunto si Porfi, hoy con más de 43 años de vida y una trayectoria marcada completamente por esta orquesta que él mismo bautizó, tendrá más claro que la mayoría la permanente cualidad adolescente de la vida, o al menos la universalidad de ciertos sentires juveniles.
4.
Olivia planea, sin imponérselo, sobre el concepto de pertenencia, en varios sentidos: lo que se posee y a lo que uno siente que pertenece (los círculos conformados por dos, por algunos, por muchos, y por millones). Nos habla de la pertenencia a un lugar natal, la cual puede ser un motivo de orgullo, un refugio, una casualidad o una pesadilla que retorna cotidianamente. Tlaxcala es para Olivia un lugar del cual no se puede ni quiere deslindar, y es el nido de las contradicciones. Amor e incomprensión. Calor y repelencia. Es fácil para mí identificarme con esta sensación de ligas que se estiran y encogen, mientras yo misma me difumino en el aire.
La “pertenencia” también se revierte y de pronto somos nosotros los que reclamamos posesión sobre algo más, un espacio en el nivel más material, arquitectónico y doméstico de la palabra, “el triunfo de la imaginación humana sobre los materiales, los métodos y los hombres: el hombre en posesión de su tierra”, como dijo Frank Lloyd Wright. Contar en tu haber con un lugar propio, en el cual quepan el ego, las otras pertenencias, los rituales íntimos, todo dentro de límites que yo misma demarco.
La autora hace un inventario del pasar del tiempo, la construcción y pérdida (material y simbólica) de los lugares. Habla de sus casas familiares, sus departamentos de la edad emancipada, sus habitaciones, sus sensaciones de soledad y de compañía. Como escribe Aldo Rossi sobre su obra arquitectónica: “(…) la obra del hombre siempre es efímera, tanto si es destruida por el capricho y la arbitrariedad (…) como si se vuelve naturaleza a través del tiempo, y amamos siempre aquellas columnas y aquellos arcos transformados en cal, los edificios abandonados y transfigurados, los monumentos mutilados.” Tal vez en lugar de amamos podemos poner la palabra guardamos. Recortamos el periódico de ayer y lo pegamos en el álbum del olvido, como diría Héctor.
5.
Estudios también basados en las diferencias de las dimensiones anatómicas, sostienen que hasta un 75% de las impresiones de manos en negativo de las cuevas pudieron haber sido hechas por mujeres, y no sólo por hombres como antes se consideraba lógico. Actualmente es posible considerar que en la mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores los hombres se encargaban de la caza, pero frecuentemente eran las mujeres quienes llevaban las piezas al asentamiento, lo cual también las vinculaba con la actividad y hace más probable que las pinturas de animales y personas también pudieran haber sido hechas por ellas. En algunas de estas sociedades los chamanes también eran mujeres o incluso transgénero, que pudieron haber utilizado la impresión de huellas en un sentido de conexión con el mundo espiritual[3].
Así como estos descubrimientos científicos acercan a una aceptación de la amplitud de las actividades de las mujeres en sociedad, los descubrimientos personales de Olivia Teroba sobre su pasado, sus orígenes, su familia y su identidad en formación, nos mueven a investigar los alcances de las actividades voluntarias o impuestas de nuestro género en un nivel íntimo con base en nuestra propia experiencia. La autora se mira en el espejo, y por sus ojos traspasa desnuda a entre generaciones de mujeres. Sus mujeres.
En cierto punto, se pregunta si existe una escritura femenina. Yo opino que este es un libro que se siente femenino, aunque quizás Olivia me quiera matar al leer esta afirmación. Es un libro delgado, con la portada de color fucsia y un pequeño dibujo de una mujer (¿o niña?) aplastado entre letras enormes, pero no es por el diseño que la lectura se siente así. Solo quisiera poder dar a entender la sensación de lo femenino con palabras o imágenes que le hagan verdadera justicia. Quizás empieza por imaginarla como algo bello, grotesco, enorme, que palpita hacia afuera del cuerpo, pero que a la vez mana de él. Imaginarla ya no más como un dedo gigante e instigador.
Cuando digo frágil no digo débil, cuando digo bello no digo tonto, cuando digo lento no digo vacío, cuando digo suave no digo impotente. Así se empieza el repensamiento de las poéticas de las imágenes, reales e imaginadas.
Escribo estas reflexiones ahora desde mi cueva. Mi lugar seguro que al fin he logrado tener después de años de forzarme a no tenerlo.
NOTAS
[1] Busquen en YouTube “Jordy – Dur Dur D’etre Bebe” o bien, sírvanse de utilizar el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=7IiLZ0dvDWU
[2] Sí saben cuál orquesta es. Tal vez su canción más famosa sea Me tengo que ir, canción que trata sobre un amor interrumpido por un embarazo adolescente en una pareja de diferentes clases sociales. Otras buenas son Anhelo, Persona ideal y Hoy aprendí.
[3] Según un estudio del arqueólogo Dean Snow. Universidad del Estado de Pensilvania. EEUU. Comentado en el artículo de Virginia Hughes Los artistas prehistóricos podrían haber sido mujeres, publicado en National Geographic. 2013. http://www.nationalgeographic.es/ciencia/los-artistas-prehistoricos-podrian-haber-sido-mujeres
Olivier Vindas (Costa Rica, 1989). Arquitecta, artista y escritora. Nació en San José, de madre puriscaleña y padre desamparadeño. Estudió arquitectura en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado en la revista Bitácora (UNAM), y en Literal Magazine. Su poesía e ilustración aparecen en el libro Ixquic: Antología Internacional de Poesía Feminista (Verbum. España). Expuso en la Ciudad de México en el Museo Franz Mayer (Uxdehé, video crónica, 2017) y la Cineteca Nacional (LOLITAS, instalación, 2017). Desde el 2018 hasta la actualidad ha tenido en marcha el proyecto de librería itinerante La Valija de Libros (México – Costa Rica) y su vertiente editorial Gallito Marginal, enfocados en el libro independiente. Actualmente se dedica a la arquitectura en ambos países.
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Posted: July 20, 2023 at 11:59 pm