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El emo después del fin del emo
COLUMN/COLUMNA

El emo después del fin del emo

Ricardo López Si

Durante la presentación de Blink-182 como headliners del festival When We Were Young en Las Vegas, Mark Hoppus, bajista de la banda de pop-punk oriunda de San Diego, bromeó sobre la furiosa eclosión del emo a principios del siglo XXI. Antes de que la agrupación tocara «Stay Together For The Kids», himno —¿emo?— incluido en el Take Off Your Pants And Jacket (2001), Hoppus sugirió que los skinny jeans, los ojos delineados, los gritos y las playeras de My Chemical Romance habían representado una moda pasajera de la que había que avergonzarse.

Esto revivió un viejo debate sobre la autenticidad del emo y la ambigüedad a nivel conceptual que le permitió a decenas y decenas de bandas desde las playas de California hasta los sótanos de Nueva Jersey, pasando por el Midwest y el Rust Belt, a irrumpir desde los márgenes como parte de un movimiento que no necesariamente destilaba homogeneidad. La mejor manera de teorizar el emo es entender que no nació con My Chemical Romance y que uno de los principales rasgos de identidad de una banda emo es renunciar tajantemente —entre más radical sea la postura, mejor— a ser etiquetado como tal. Lo cierto es que muchas de esas bandas que despreciaron abiertamente el movimiento se aprovecharon de él para emerger como estrellas mundiales del rock. El mejor ejemplo posible es, precisamente, el vocalista y frontman de MCR, Gerard Way, una mezcla única de Morrissey y Billy Joel Armstrong que durante casi un lustro se convirtió en unos los artistas más populares del mapa.

La prensa, los fans, las disqueras y los promotores de festivales se acostumbraron a considerar a bandas en las antípodas como Thursday —idealizados como los nuevos Nirvana por Island Records, una filial de Universal— y All Time Low —quienes tomaron su nombre de una canción de New Found Glory—, como la misma cosa. Incluso dentro de los sellos independientes que proliferaron y ayudaron a consolidar la escena, era habitual pensar que Finch  —banda de post-hardcore— y Fenix TX —viejos teloneros de Blink-182—, por tirar del caso de éxito de Drive-Thru Records, abrazaban los mismos valores e influencias musicales. Pero no todos se vieron beneficiados con esto. De hecho, los grandes damnificados de la democratización del emo a nivel mainstream fueron, paradójicamente, las bandas que sí formaron, conscientemente, un movimiento sólido a nivel teórico, discursivo y, sobre todo, musical. Sobre lo anterior, pensemos en The Promise Ring, The Get Up Kids o American Football, pertenecientes a lo que la industria conoció como el Midwest Emo, que a su vez bebía de lo que supuso la primera gran ola del género: el emocore, una etiqueta para referirse al hardcore emocional o confesional que surgió en la época post-Minor Threat, con Ian MacKaye (Minor Threat, Embrace, Fugazi) como figura paradigmática. Un fenómeno que explica muy bien esa transición es Jawbreaker, considerada por muchos como una de los proyectos de culto de los noventa y quienes se distinguieron del resto de aspirantes a coronar el movimiento alternativo por su «aproximación poética al hardcore».

En un artículo publicado en The Ringer el año pasado, el escritor y periodista de cultura pop Nate Rogers recopiló varios testimonios de bandas pertenecientes a la segunda y tercera ola del emo que rajaban abiertamente del término como género musical, desde Weezer, Jimmy Eat World y The Get Up Kids hasta My Chemical Romance, Fall Out Boy y Panic At The Disco. La más famosa de todas fue la proferida por Gerard Way en 2007 —un año después de la publicación del que probablemente sea el álbum más emblemático de la tercera ola del emo, The Black Parade—, quien calificó al emo como «una puta basura». Fieles a su tono más reflexivo, The Get Up Kids, en voz de su guitarrista Jim Suptic, se desmarcaron con un delicioso toque de ironía: «Si este es el mundo que nosotros ayudamos a crear, pido disculpas».

En el imprescindible libro documental Sellout, el periodista musical Dan Ozzi borda un párrafo fundamental para entender, a grandes rasgos, qué diablos significaba el emo: «A medida que la década de los 2000 avanzaba, el adjetivo emo empezó a transformarse y mutar hasta que llegó un momento en el que nadie sabía realmente qué significaba. Para cada grupo de edad tenía una connotación diferente. En el pasado se había utilizado para etiquetar a las bandas más reflexivas, de la escena punk, como Texas Is The Reason, The Promise Ring y Sunny Day Real State, pero se había convertido en algo totalmente distinto después de que internet se adueñara de él. Al tiempo que la escena migraba de los locales de los Veteranos de Guerras Extranjeras a las redes sociales, una nueva hornada de bandas digitalmente activas y preocupadas por la moda se abrieron paso dentro del género hasta que la palabra emo que significaba todo y nada. Ahora era un término que englobaba a la música alternativa en general, desde el enfoque acústico con ecos de folk de Brigh Eyes hasta el metal quejumbroso de Hawthorne Heights».

Incluso las bandas que abanderaban la corriente del pop-punk más prefabricado, surgidas tras el éxito arrasador del Enema of State y el Take Off Your Pants And Jacket de Blink-182, como Simple Plan y Good Charlotte, dieron un marcado vuelco emocional a nivel lírico, musical y de guardarropa con Still Not Getting Any… y The Chronicles of Life and Death, ambos de 2004, álbumes que buscaban distanciarse tímidamente de la fórmula de sus predecesores No Pads, No Helmets… Just Balls y The Young And The Hopeless, del 2002. Si antes la línea de continuidad entre el Dookie —el trabajo de pop-punk más influyente de la historia—, de Green Day y el Smash —el álbum independiente más vendido de todos los tiempos—, de The Offspring, con la consolidación de Mest, New Found Glory, Yellowcard o Sum 41, era más o menos tangible, el emo amalgamó una serie de corrientes tradicionalmente antagónicas. Cuando en un momento parecía que Rancid o MXPX, descendientes legítimos del skate-punk más honesto de NOFX y Pennywise, podrían convivir perfectamente con las bandas de pop-punk en festivales, tras la fiebre del emo se erigieron como faros de resistencia a los que se podía acudir para desintoxicarse de sentimentalismo.

Del otro lado, en la corriente más radical, pensando en el hardcore y el posteriormente llamado screamo, también hubo agrupaciones que se mantuvieron en combate con muchísima dignidad, pese a haber firmado con disqueras multinacionales —lo que en su momento supuso un escándalo de proporciones épicas y una traición a la marginalidad inherente de la escena—: Thrice y su hardcore melódico con reminiscencias de metal alternativo, At The Drive-In y su teatralidad salvaje en directo, la banda británica de post-hardcore Funeral For A Friend, el metalcore cristiano de Underoath, el hardcore-punk de Rise Against o el folk-punk anarquista de Against Me!, la banda que simbolizó el epílogo del romance entre el emo como amalgama del movimiento indie y las fauces de las multinacionales.

Por todo esto me fue especialmente difícil digerir las numerosas alusiones al emo durante la más reciente edición del festival When We Were Young, celebrada en la explanada de Las Vegas Grounds, a espaldas del hotel Circus Circus —un spot inolvidable del delirante Miedo y asco en Las Vegas, del periodista gonzo Hunter S. Thompson. Cada que veía una playera negra con la leyenda «Make Emo Great Again», «Still Emo» o «Emo Vibes Only», recordaba que, al igual que nunca es buena idea conocer a quien escribe, teorizar a tus bandas favoritas es un muy mal negocio; especialmente cuando están formadas, en su mayoría, por gente que ahora compatibiliza giras musicales con hipotecas impagables, matriculas escolares y empleos de medio tiempo en supermercados.

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

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Posted: November 7, 2023 at 9:21 pm

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