EL DÉBIL DIOS MENOR
Mayco Osiris Ruiz
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• Mario Murgia: Sabor mortal. Alios Ventos /Aquelarre ediciones, 2024, 87 pp.
No es posible leer a Mario Murgia sin sentir que navega un mar al que alimentan aguas cuyos torrentes fluyen hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Con todo, aunque en buena medida ello es el resultado de una formación vasta y erudita que incide en su trabajo como profesor o en sus meticulosas traducciones, pienso que también nutre su escritura poética, dispuesta, entre otras cosas, como un espacio abierto en donde las confluencias no son incidentales, sino premeditadas, puesto que privilegian formas que reconcilian el ayer y el ahora, la experiencia profana y la gran tradición de la literatura.
Ya en El mundo perdone, su segundo poemario, supo dejar constancia de lo que significa expresarse en registros divergentes, o lo que sería igual, hablar de lo sublime con palabras surgidas de la más inmediata cotidianidad. Seis años más tarde —en una tesitura que viene desde Milton, pero exhibe, orgullosa, su herencia castellana—, nos da en Sabor mortal un nuevo acercamiento a ese sistema que extrae de la experiencia, de la vida vivida y de la imaginada, no sólo su materia, sino su fundamento, es decir, un lenguaje capaz de objetivar lo que, de otra manera, parecería un compendio de sensaciones puras.
Pensado o concebido como una sucesión de biografías, o más precisamente, de nombres que comparten un misterio común, el libro es la respuesta de su autor a la necesidad de construir una suerte de épica de la memoria. La poesía, lo dice Octavio Paz, es la cuña que se hunde en el continuum del tiempo cronológico con la única intención de preservar una desgarradura: ese instante primero —germinal— del que puede nacer el equilibrio que mantiene en su sitio las cosas invisibles, lo que se perdería si no existiera un modo de nombrarlo:
La mitad de un brazo no se pierde
ni se cae la pierna izquierda,
ni hace falta conseguir otra de palo…
No se queda el hombre calvo
o la mujer pierde sus reglas
o se vuelven nuestros niños zambos.
Eso sí:
se torna gris el verde de Bomarzo,
pierde su refugio toda idea,
el ritmo se desnuda de sus pasos
y cesa de creer todo el que crea.
Bajo estas condiciones, sería extraño que Murgia no pensara la forma (y todas las virtudes que le son anejas) como algo más que un molde del discurso, esto es, como la base de una dicción y un ritmo capaces de fundar la permanencia. No obstante, aun cuando sus poemas demuestran la maestría con la que ha asimilado las claves de su oficio, se debe señalar que los valores de belleza y verdad que intenta hurtarle al tiempo y la memoria demandan el cedazo del que sabe cribar sus experiencias ya no para extraer la filigrana, sino para crear, como bien lo señala Alfredo Corn, un núcleo de sentido y una equivalencia que permita expresarlo en palabras. Así, puede nacer la lengua del deseo postergado:
Yo al menos debiera concederte
el fulgor de una noche de cristales
o un olvido que repique
el toque displicente de unos pétalos
paganos…
Pero he olvidado ya contar
las estrellas y sus rayos
y esa cósmica ignorancia
impide que adivine los contornos
de tu sombra […]
Paciente y descarnado,
como un gato en la bruma,
me sigues esperando.
Habría que preguntarse —dada su afirmación de que, en poesía, “la verdad es la sombra dilatada /y el reflejo avergonzado /que inclina la cabeza”—, si más allá de ritmos y estructuras, de las asociaciones y los nombres con los que se pretende cifrar la intensidad de lo vivido, no hay también una idea de la creación y de sus rispideces, quiero decir, de la incapacidad de fijar totalmente, en el tejido mismo del lenguaje, el objeto que tiene por misión preservar. Sabemos que la gran mayoría de sensaciones son incomunicables, pero si a esto agregamos el regusto amoroso y el aura de erotismo que impregna los poemas, se puede comprender hasta qué punto el libro nos propone una escritura consciente de sus límites, donde lo que se alcanza es apenas la sombra, el reflejo imperfecto que inclina la cabeza frente a la disyuntiva de un comienzo sin fin:
Los primeros tres poemas
de este libro
se escribieron y luego,
aparentemente ya asentados,
huyeron los ingratos
para nunca regresar […]
Encuentro en la pérdida esos versos
descritos y luego, reescribiéndolos
a perderlos los remito…
Los primeros tres poemas
de este libro
son falsos, inauditos.
Resulta lógico que entre la ordenación de lo que definí como una épica de la memoria (esto es: una serie de retratos en verso que inmortalizan gestas de temática abiertamente homosexual), intercale, también, ciertos poemas cuya factura rompe, o así me lo parece, la línea discursiva en donde predomina, como una resultante del sentimiento erótico, “la divinización de la experiencia”. Murgia, nos dice Alfredo Corn, “no es un poeta sentimental; reconoce que la significación creadora no siempre es mansa y cómoda”, sino que lleva implícitos la posibilidad de su fracaso y ese sabor mortal que se desprende de aquello “que no alcanza y que desea”:
Desde esta cumbre terregosa que te juzga,
clamo en desbordabas soledades:
devuélveme ese cuerpo, mar,
devuélveme la inexistencia que lubrica
con tu espuma maliciosa las ansias de este ser
que no es ninguno, que navega solitario
en la inocencia, en las vastas mareas de la nada.
***
He amado lo que no he entendido
de la humana sujeción del cielo…
No hay ni ha habido en mí un solo fin
que no sea solo el bien de los principios.
Por supuesto, ello solo refuerza la idea de una propuesta que discurre, con naturalidad, por afluentes no siempre emparentados, pero de cuyo encuentro dependen la potencia y el singular estilo de esta voz que encuentra su acomodo ya sea entre lo áspero (“Vente acá, que aullar te enseño /sin que nos vean las otras gatas”) o entre lo más pulido de más de una preclara tradición:
Amas mustio a quien te teme
y al que en tu calor abreve.
Por el verde de tu vientre
negra fluye la simiente.
Verde quiero que te verde,
verde te quiero qué verde,
verde que quiérote verde.
Esa complejidad es también la sustancia que confiere al volumen su fuerza evocativa. Los nombres que desfilan por sus páginas representan pasajes de una historia que a veces se recrea desde la sordidez (“Soy fundamentalmente la negación del arte /y del sentido más común soy la folía: soy la fecal corriente de los ríos /y ahogado en la turbieza del rocío, /el gusano venéreo de la rosa”) y otras veces se hunde en la ternura (“Convertí la mar por él /en un suspiro /y en versos cadenciosos /los dolores del exilio”) o en la más descarada voluptuosidad (“Volaste en aire denso, dudando ser avión o el ave /que pudiera perforar mi sol austral con nota grave, /barítono graznido, gemido anunciador de que poesía /es de putos el asunto, pues rima muy feliz con sodomía”). Su constante es siempre la belleza, la seducción que ejerce y el intento, no siempre afortunado, de atraparla.
Por último, aunque no hay un indicio decisivo y, con seguridad, tampoco una respuesta, conviene regresar sobre la interrogante de si la calidad de dicha tentativa y la maestría poética con que se lleva a cabo, bastan para paliar la convicción de que toda escritura, aun siendo luminosa, puede dar frutos falsos e inauditos. La poesía es “esa sal, la torva blanca” cuyo sabor, el “más mortal”, escuece siempre un poco la lengua que la canta. El poeta, muy bien lo sabe Murgia, es de muchas maneras semejante a un débil dios menor. Con todo, debe saber vivir con el impedimento de esa lengua baldada y aun así modelar el rostro de las cosas que tiene que decir. Su triunfo, tal cual nos lo demuestran no sólo estos poemas, sino la historia misma de la literatura, es siempre relativo y no puede medirse, pues en ello reside su singular lección, más que de forma ambigua. O, como lo dice él mismo con una voz que viene del fondo de los siglos:
Y yo, sepulto en tiempo y negra pez,
seré el vencido, el puño roto, el fin
de aliento y mies. En verso y son seré
el lerdo Breca, el débil dios menor. Soþlice.
Mayco Osiris Ruiz (Xalapa, Veracruz, 1988). Poeta y crítico. Ha publicado en revistas como Sibila, Palimpsesto, Literal. Latin American Voices y Letras Libres. Es autor de El revés de esta luz (Taller Ditoria, 2015). Twitter: @MaycoOsirisRuiz
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Posted: August 8, 2024 at 9:03 pm