Encuentros y recuperaciones: Tiawanaku y Kilimanjaro
Maricela Guerrero
¿En qué lengua hablan tus dioses y mis dioses
qué agua los contiene
cuando estalla su sinfonía salida de caracol
por cuál montaña transitan las semillas donde labrar algunos rostros?
¿Ese peregrinaje aún es nuestro
las luciérnagas se apostan en cada espiga
para que el aire flagele nuestra piel?
Tiwanaku. Poemas de la madre coca
Células que devienen células: Samir Flores, Bertha Cáceres, Guadalupe Campanur, Isidro Baldenegro, Homero Gómez y los más de 300 compañeros que han sido asesinados durante los últimos 10 años en Latinoamérica por defender territorios y recursos de industrias y gobiernos extractivistas: en memoria y resistencia.
Hay en los encuentros inesperadas formas de recuperar lo que uno no sabía que había olvidado en algún sitio. En ese sentido, el encuentro dilatado y extraordinariamente casual que puso en contacto los libros Tiwanaku y Kilimanajaro ha sido espléndido en recuperaciones. Trajo consigo una constelación en expansión de personas y proyectos maravillosos: Judith Santopietro, Stalina Villareal, Ilana Luna, David Shook y las propuestas editoriales de Orca Libros, Cardboard House Press, Phoneme Media y Deep Vellum, entre otras editoriales que, desde el genuino deseo del traslado a otros idiomas y las ganas de compartir, publican autores de lenguas diversas y las traducen.
En ese sentido, las recuperaciones que este encuentro ha puesto sobre la mesa de la casa son varias, amorosas y combativas. Primeramente, las conversaciones con queridos amigos que escriben y editan alrededor de las implicaciones políticas que significa ser maternado en una u otra lengua y cómo es que se decide llevar esta lengua a otros territorios y espacios; en algunos casos sumamente incómodos pero urgentes como las lenguas del imperio; en otros, harto conflictivos como aquellas palabras que regresan a nuestros labios del destierro ancestral al que fueron obligadas, y que nos devuelven universos y visiones del mundo sumamente esperanzadoras sobre cómo poner la vida en el centro. En ese sentido, dice la biografía de Judith Santopietro: “Su idioma materno es el español; sin embargo, ha aprendido náhuatl por decisión política y para honrar a sus ancestras que soñaban y vivían en esa lengua”. En mi caso, en un momento de mucha tristeza para mis hijos y para mí, como un mantra cantamos la canción de cuna Macochi en la que habitamos como una madriguera en la que nos guarecernos todavía cuando los apremios y las tormentas de noticias malhadadas nos aterran.
La segunda recuperación que este encuentro ha puesto sobre la mesa —además de las promesas de comilonas con chapulines, quelites, huanzontles y otras hierbitas queridas, que nos hemos hecho en redes y en persona— es el recuerdo de la atmósfera en la que Kilimanjaro fue gestándose —al mismo tiempo que Sofía, mi hija, quien nació en plena influenza y que este año cumplirá once—: atmósfera gestante en compañía de mis entrañables tutores y compañeros de la beca del Fonca 2008-2009, entre quienes se hallaba Luis Alberto Arellano, quien era entusiasta y principal impulsor de proyectos de traducción a lenguas diversas. En esa atmósfera gestante, si bien incierta y temerosa de la forma tan avasalladora en la que el discurso del narcotráfico entró en nuestras vidas hace más de una década, había también una voluntad crítica, solidaria y llena de proyectos en redes internacionales como el Festival Latinale en el que Judith Santopietro y yo hemos participado como invitadas en varias ocasiones o los proyectos editoriales independientes y cartoneros.
Esta recuperación de la conversación y de la atmósfera gestante, ha permitido reencontrarme con el enjambre zumbante de discursos que hemos ido creando juntos a lo largo de las múltiples y diversas variantes de la escritura diversa: pues desde los variados espacios de escritura independientes de la gigante industria editorial, expresamos en diversos registros y lenguas con la alegría más combativa que podemos aquello que consideramos necesario. Resistir de este modo ante discursos hegemónicos y avasalladores en los que se pierde el sentido profundo de compartir y de comunidad por anteponer intereses mercantiles y editoriales –como el reciente caso American Dirt.
Así hemos discutido sobre migración, medio ambiente o violencia desde una visión compleja que atiende no sólo al tema, sino a la perspectiva desde la cual se aborda y, sobre todo, desde la primera pregunta: ¿Por qué esto tendría que ser escriturado desde mí o desde dónde, para que lenguas, diversidades y discursos zumbantes pongan la vida en el centro a partir de discutir desde las múltiple orillas sobre los consumos y vida en común?
Así que, si andan por Los Ángeles, acompáñennos en las lecturas y conversaciones que celebraremos el viernes 28 de febrero a las 19 hrs. en el Avenue 50 Studio y el sábado 29, 19 hrs. en Poetic Research Bureau.
Maricela Guerrero Reyes, (Ciudad de México, 1977), escritora que compone poemas y otros materiales mientras intenta hacer crecer suculentas en los intersticios oficiniles. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 2018. Ha publicado El sueño de toda célula, Premio Clemencia Isaura de Poesía 2018. Antílope Editorial e Instituto Veracruzano de Cultura y Kilimanjaro, Cradboard House Press, Phoenix, 2019, trad. de Stalina Villarreal. Atiende en @papelcontante.
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Posted: February 25, 2020 at 9:28 pm