La mirada de las pequeñas cosas: entrevista a Efraín Villanueva
Sergio Alzate
La vida de un hombre o de una mujer podría contarse a través de sus objetos. De lo que esconde en sus armarios o de los restos de días acumulados debajo de su cama. De los libros arrinconados en una mesa o de los medicamentos que se guardan en algún cajón. De sus zapatos gastados o de sus ropas limpias. La existencia de cada quien transcurre entre objetos que no son meras cosas inanimadas, sino gestos elocuentes que atraviesan el tiempo y el espacio, que si se ven de cerca hablan de días vividos, de caminos transitados, de espacios habitados y de adioses.
La primera novela del escritor barranquillero Efraín Villanueva, Tomacorrientes inalámbricos, es la manifestación de lo que pasa cuando dejamos de ver y observamos. Porque su ojo está puesto siempre en los detalles, en las filigranas de los espacios y los cuerpos, en los filamentos de la cotidianidad. Y este preciosismo en miniatura sucede tanto de forma como de fondo. En capítulos cortos despliega, con paciencia y minimalismo de jardinero zen, las vidas de Alirio (él, del Caribe colombiano) y de Sabeth (ella, alemana) sin estridencias ni excesos. Los deja pasar de escena a escena, dejándonos saber quiénes son a través de los objetos que toman entre sus manos y de sus gestos (una postura, un temblor, una mirada). La escritura de Villanueva es una instantánea tras otra, los fogonazos que una polaroid en primerísimo plano va capturando de dos individuos que vagan por una ciudad de Alemania sin tiempo para posar ni para sonreír: que están simplemente viviendo, desperdigando pedazos de sí mismos allí y allá sin pretensiones de eternidad ni heroísmos. Sin saber que sus historias son las historias de las pequeñas cosas que conforman la totalidad de una vida.
La novela inicia con el primerísimo plano de una grieta. Las miradas de los narradores buscan siempre lo pequeño, lo mínimo: ¿de qué sirven los detalles, los primeros planos, los acercamientos a la hora de narrar una historia?
Con Tomacorrientes concebí historias de Sabeth y Alirio con la simple, que no tan simple, intención de contar sus vidas individuales y como pareja. A medida que escribía entendí, especialmente a través de la voz de Sabeth, que estos eran personajes contemplativos, tanto de su interior, como de lo que los rodeaba. No podía sino contar sus historias a través de la contemplación. Y la contemplación está llena de detalles y de acercamientos.
Hay un mimo similar con los objetos: cámaras fotográficas, televisores, tomacorrientes inalámbricos, etc. Es casi como si los días de las personas estuvieran hechos de objetos y se pudieran narrar a través de ellos…
Los días de las personas están hechos de objetos. Por lo general son mera escenografía: el armario en el que guardamos la ropa o el gancho del que cuelga nuestra toalla. Pero otros objetos cuentan más de lo que su presencia revela. Una cama, por ejemplo, no es solo para dormir, a veces también discutimos en ella el futuro de nuestras relaciones de pareja. El espejo en el que nos vemos cada mañana nos advierte si debemos fingir una sonrisa para empezar el día. O tomacorrientes inalámbricos, artificios que dan y quitan luz no solo a un espacio sino también a las personas y demás objetos contenidos en dicho espacio.
Usted vive en Alemania, estudió en Iowa, ¿de qué forma el alejarse de su ciudad natal contribuyó a su escritura? ¿Es necesario la lejanía para poder escribir?
La lejanía no es que sea necesaria para escribir, pero como cualquier aspecto de la vida de quien escribe influye en su escritura. Me fui a estudiar a Bogotá cuando tenía 16 años y hace cuatro estoy por fuera de Colombia. La lejanía inicialmente es extrañar aquello a lo que estás acostumbrado y acomodarte a lo nuevo. Hay, por supuesto, algo de Alirio en mí, o al revés. Ambos extrañamos las playas del Caribe mientras intentamos acostumbrarnos a correr en el parque con los pulmones sofocados de nieve. La lejanía luego se convierte en “otredad”. En Bogotá era el costeño, en Iowa el colombiano, en Alemania soy el de rasgos norafricanos o el “que no parece colombiano”. Inevitablemente eres definido primero por tu origen y luego por quien de verdad eres –si actúas de una forma o lanzas cierta opinión algunas veces el otro las asumirá, erróneamente en la mayoría de los casos, como una opinión que representa a tu país. En la novela, Alirio está recién llegado a Europa, todavía no ha experimentado una otredad profunda, quizá más adelante llegue a hacerlo.
Algo que resalta casi que de inmediato es la estructura de la novela: cada capítulo puede leerse como un cuento independiente, pero en conjunto forman la narración novelada. ¿Cómo fue la búsqueda de esta estructura híbrida? ¿Por qué es importante para usted desdibujar los límites entre un género y otro?
La primera versión de Tomacorrientes fue un libro de cuentos, un regalo de Navidad para mi esposa. Me lo devolvió con correcciones, señaló la cohesión entre las historias e insistió en que tenía pinta de “novela fragmentada”. Releí el texto y sí que se asomaba una “estructura híbrida”, como tú la llamas. Pero al no haber sido una elección consciente durante la escritura, resistí la idea de tratarla de ese modo. Primero pensé que la interpretación de la lectura de mi esposa revelaba un error de mi escritura. Luego me dije que la intencionalidad del escritor desaparece en cuanto el lector empieza a leer. Recordé a Roland Barthes, para quien los autores estamos muertos, se limita al texto cuando se intenta explicarlo a través del autor. Retomé el libro. A medida que releía y editaba, empecé a ver el “error” como oportunidad. Me entusiasmó la idea de una novela formada por historias independientes. Pero no quería que la forma fuese un capricho. Fue la profesión de Sabeth, la fotografía, la que me dio la respuesta: un álbum reúne fotos de diferentes momentos y lugares, en algunas los fotografiados son los mismos, en otras hay quienes son solo personajes de fondo, apenas visibles, pero aun así parte de la foto. Entendí que Tomacorrientes eran relatos contenidos en fotos de Sabeth que juntas contaban una historia más grande.
Usted estudió Creación narrativa en la Universidad Central y una maestría en Escritura creativa en la Universidad de Iowa, ¿qué aportan estos estudios a su trabajo literario? ¿Cree que Tomacorrientes inalámbricos habría sido la misma novela sin este acercamiento a la literatura?
En los talleres de escritura lees y eres leído, intercambias apreciaciones y recomendaciones, aprendes de la escritura de otros, descubres debilidades y fortalezas de la tuya. Aprendí mucho tanto en la Central como en Iowa y mi voz literaria de hoy no es la misma de antes de asistir a esos talleres. Pero, al final, los talleres aportan todo y nada, poco y mucho, usas lo que crees útil para tu texto, desechas el resto y vuelves a tu escritorio solo, tú contra el texto, las decisiones finales son tuyas. Después de todo, escribir es un oficio que se desarrolla leyendo y escribiendo en soledad.
¿Qué escritores marcaron la escritura de su primer libro? ¿Qué referentes tuvo?
Inconscientemente, no lo sé, supongo que muchos de los que he leído, como les ocurre a todos los escritores. Seguro que podría mencionar un autor aleatorio y algún lector desprevenido se atrevería a asegurar “sí, en tal capítulo veo algo de ese escritor”. Lo cierto es que para Tomacorrientes tuve la necesidad de acudir a escritoras. Desde la primera versión, concebí a Sabeth como la protagonista y por eso fue el único personaje al que le concedí una voz propia. Pero si quería evitar que Sabeth fuese una desastrosa figura femenina en las letras de un hombre, tenía que recurrir a fuentes externas. Me enfoqué en varias voces contemporáneas, pero algunas fueron especialmente influyentes. The Summer Without Men de Siri Hustvedt me ayudó penetrar los puntos conflictivos de las relaciones de pareja. Descubrí Vida de Patricia Engel en una librería de usados, cuando todavía no se hablaba de ella en Colombia. Orquídeas de Margarita García Robayo fue muy útil para la delimitación de las historias de Tomacorrientes.
Usted ganó una beca de creación de novela de la Secretaría de Cultura de Barranquilla en el 2017, ¿de qué forma contribuye un premio como este al oficio de escribir ¿Es una buena forma de mostrar y darle difusión al trabajo?
Puede que sí. Que un libro gane un premio ayuda a abrir puertas, a ser considerado en lugares en los que antes no podías ni asomarte. Pero los premios son también incidentales e inútiles si el texto no se defiende solo. Por otro lado, para quienes intentamos vivir de nuestro arte, los incentivos monetarios de estos premios son un aliento, salarios retrasados digo yo. Que un escritor hable de dinero se percibe como una degradación del arte, lo sé. Vivimos en un mundo que cree la desgastada y ridícula creencia de que los artistas viven del amor al arte. Pero no, como los demás, vivimos de la comida que compramos con dinero.
A pesar de estar juntos, hay en Alirio y Sabeth una soledad muy profunda. Él una soledad del desarraigo, ella una soledad más cercana al hastío. ¿Cada soledad es un mundo narrativo en sí mismo?
En Tomacorrientes me interesaba explorar situaciones de conflicto compartidos por Sabeth y Alirio como pareja. Por eso hay capítulos en los que ambos son los protagonistas, ambos tienen el mismo peso en lo que ocurre en escena y los vemos lidiando con una oscura y tensa pelea de medianoche, pero también con un aparentemente insignificante momento en el que debaten si comprar o no unos tomacorrientes inalámbricos. Hay capítulos en los que Alirio, solo, intenta no pensar en qué hará una vez se le agoten los ahorros que trajo a Europa. Y otros en los que Sabeth lidia, sola, con la incertidumbre de no saber si su profesión es una carrera o un pasatiempo. Sí, cada soledad es un mundo narrativo.
La ciudad alemana en la que sucede la historia es, además de Alirio y de Sabeth, la gran protagonista: sus calles, su tren subterráneo, su ruido…
Sí. La ciudad es la tercera protagonista y también cuenta con sus propios capítulos. Podría haber ubicado a Sabeth y a Alirio en un espacio en el que no existe nada más sino ellos y su relación. Pero sentía que para tratar el tema de la lejanía y del desarraigo era necesario que Tomacorrientes incluyera contemporaneidad y realidad. Por eso se entrevén temas como el proceso de paz en Colombia, el terrorismo en Europa o cantantes de moda. Sabeth es su propio mundo, Alirio es su propio mundo y ambos comparten un tercer mundo en el que son ellos. Pero al mismo tiempo viven en la realidad de una ciudad que los contiene y los afecta aun si parecieran no percatarse de ello.
Posted: October 25, 2018 at 9:36 pm