Una lista pudorosa más de lo mejor del cine del 2019
Naief Yehya
Tengo que confesar que cada vez que se acerca el fin del año siento un tremendo rechazo y una ligera angustia a hacer listas de las mejores películas del año. Siempre me ha parecido que el acto arbitrario de calificar la producción fílmica de los últimos doce meses es un atrevimiento y un desplante frívolo. Sin embargo, tiene el beneficio de ser un ejercicio de reconsideración de lo visto, una revisión con la que se trata de ser ecuánime y revalorar la primera impresión. Pero seamos claros, por más películas que uno vea siempre ofrecerá una percepción limitada, sesgada, incompleta y prejuiciada. Así, a lo que uno debe conformarse es a hacer un esfuerzo por reconocer entre un gran número de películas notables aquellas que probablemente serán las más recordadas. El criterio obviamente es el gusto personal pero, a fin de cuentas, es una apuesta y la influencia de otros críticos y cinéfilos invariablemente afecta. Lo que ayer parecía irrelevante puede ser que hoy sea visto como prodigioso y viceversa.
Habiendo comenzado con esta confesión me atrevo a compartir las cintas que más disfruté y admiré este año. El orden es relativamente irrelevante, aunque las dos primeras me parecen las más extraordinarias de todas. Hay un claro sesgo hacia las cintas con una fuerte carga política, así como hay dos obras que parecen ser sumas del trabajo de cineastas con una larga y fabulosa trayectoria (tres si incluimos a Tarantino). Así mismo, hay dos interesantes debuts y dos cintas que son segundos filmes de autores que prometen cambiar el panorama fílmico de la próxima década.
El irlandés, de Martin Scorsese, es una obra de madurez de un gran artista consumado que hace una recapitulación de su carrera, una revisión de los elementos que se convierte en una prodigiosa fusión de dos de las corrientes más fascinantes en la carrera de este autor: su cine de gángsters y sus películas espirituales. En vez de una celebración de la brutalidad estamos ante una obra sobre la culpa y la redención (o su imposibilidad). Un filme brillante a la altura de lo mejor que nos ha ofrecido Scorsese.
Parásito, de Bong Joon-ho, es una película aguda y fulminante acerca de la guerra de clases. Una reflexión cargada de humor sobre la inexistencia de fraternidad alguna entre los desposeídos y los poderosos. Bong exhibe las miserias de dos clases de parásitos, los ricos que explotan a la servidumbre en un sistema que les da todos los privilegios y los pobres que deben explotar las debilidades de ese sistema para poder sobrevivir.
The Lighthouse, el segundo largometraje de Robert Eggers (The VVitch), es otra obra inquietante repleta de evocaciones fílmicas, citas literarias y símbolos que reposa sobre la impresionante calidad de dos actores extraordinarios: Willem Dafoe y Robert Pattinson. Un par de hombres aislados en un faro remoto, acosados por los elementos, fuerzas extrañas (que muy bien pueden existir sólo en sus cabezas) y sus propios miedos tratan de cumplir con su labor sin desintegrarse. Otro filme asombroso, profundo y estilísticamente impecable de uno de los directores más rigurosos e interesantes del cine actual.
Burning, de Lee Chang-dong, es un retrato de ausencias, de frustraciones y ambigüedades inspirado por un relato de Haruki Murakami y otro de William Faulkner. Nuevamente estamos ante un filme crítico de las desigualdades económicas de la sociedad coreana. Una obra desconsoladora y trágica acerca de la impunidad de la clase alta realizada por un auténtico poeta y filósofo de la cámara que recuerda tanto a Visconti como a Tarkovsky.
Nosotros, de Jordan Peele, es un híbrido incómodo y fascinante, una obra maestra expansiva, una máquina de evocaciones y un dispositivo de reflexión. El segundo largometraje de Peele es una obra compleja, una visión caleidoscópica, por momentos enmarañada y con numerosos hilos sueltos pero cargada de una ironía y un conocimiento de la cultura popular que la hace fascinante una cinta política y una metáfora del horror de una sociedad injusta.
La camarista, de Lila Avilés, es una obra íntima, desconsoladora y cruda que describe la angustiante monotonía del trabajo brutal de una camarista de un hotel de lujo de la ciudad de México. Sin duda una de las mejores disecciones del trabajo subvalorado y de la desesperada supervivencia de las clases populares en una sociedad brutalmente dividida como la mexicana. La cinta de Avilés muestra a su protagonista, Eve, como un emblema de la masa de trabajadores desechables y sustituibles que explota el capitalismo corporativo tardío y que deben sacrificar lo más importante en sus vidas a cambio de un salario mínimo.
Midsommar, de Ari Aster, lleva al extremo un estilo en el que las ambiciosas decisiones estéticas son la esencia de la propuesta narrativa. Este es un autor que toma riesgos creativos y desafía tanto las convenciones genéricas como el lenguaje fílmico. Su segundo largometraje es una obra perturbadora, repleta de incógnitas y signos que se desarrolla en una atmósfera enrarecida y vertiginosa, manteniendo al espectador en vilo mientras entreteje una narrativa que va de la crítica a la misoginia a la evocación de la atrocidad del nacionalismo blanco.
High life, de Claire Denis, es una propuesta inquietante, un filme poético cargado de erotismo, angustia y visualmente sorprendente que recupera lo mejor de la tradición de las odiseas espaciales: su capacidad introspeccitiva y para presentar un recuento pesimista de desencanto en consonancia con la actualidad. La veterana Denis, en su primera cinta en inglés, emplea una estética retro futurista y hace de esta aventura espacial algo semejante a una pesadilla burocrática en la que propone la ausencia de normas sociales y morales, un abismo institucional donde los tabúes flotan amenazantes y los individuos saben que son partícipes de un experimento fallido.
Había una vez… en Hollywood, de Quentin Tarantino, es una fábula sobre como un mundo mágico se salvó de convertirse en un reino de pesadilla. Esta es una más de las historias alternativas y fantasías de venganza de Tarantino, sin embargo, a diferencia de Inglorious Basterds y Django, este es un retrato humano de ese universo de perdición vulgar y estúpido que es Hollywood. Es a la vez una oda a las ruinas del cine y un manifiesto totalizador de la función épica del cine, desde la forma en que construye nuestro imaginario hasta el delirio alucinado de querer reinventar la realidad.
Dolor y Gloria, es uno de los mejores filmes de Pedro Almodóvar, una obra confesional,
intensa y hábilmente construida, donde el cineasta pone en evidencia su extraordinaria calidad como narrador, así como su sentido estético. Como en el caso de la cinta de Scorsese este es un trabajo de madurez, una suma creativa que refleja una visión del mundo y del cine y que es un rendimiento de cuentas tras una obra abundante y ambiciosa.
Joker, de Todd Philips, convierte la historia del origen de un supervillano fatuo y ridículo como el Guasón en una reflexión sobre la soledad, la enfermedad mental, la decadencia del capitalismo y, muy particularmente, sobre el poder perturbador de la risa no compartida: la carcajada insistente y punzante que no invita a reír sino que es percibida como una burla, un señalamiento, una forma de desvincularse de las emociones y negar el poder de otros. La fuerza inquietante y crítica de esa risotada seguirá escuchándose mientras las cintas de superhéroes pasarán al olvido en el basurero de los clichés.
Booksmart, de Olivia Wilde, es una fabulosa reconsideración de las comedias adolescentes, que retoma los lugares comunes y convenciones de esas cintas y los pone de cabeza al crear un caleidoscopio de la diversidad sexual, genérica e ideológica de los estudiantes. Aquí el humor es cortante e ingeniosos y a diferencia de lo que sucede en este tipo de filmes, los chistes no refuerzan estereotipos. El debut en largometraje de la actriz y activista Wilde es una cinta rejuvenecedora y disfrutable.
Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya
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Posted: December 21, 2019 at 11:56 pm