Los migrantes que nadie quiere
Irma Gallo
En los últimos días, las imágenes de niños migrantes separados de sus padres y encerrados en jaulas por las autoridades migratorias norteamericanas han dado la vuelta al mundo, provocando olas de justa indignación. Según datos oficiales, 2 mil 342 niños migrantes han sido separados de sus padres entre el 5 de mayo y el 9 de junio de este año. Pero, advierte la doctora en Ciencias Sociales, investigadora del Instituto Mora y experta en el tema de migración, Leticia Calderón Chelius, parece que nadie recuerda que la crisis de niños migrantes en Estados Unidos no es nueva: en la época de Barack Obama ya había levantado ámpulas.
“Esto tiene muchos años y se ha dado de manera recurrente en picos incluso mayores en términos de números”, dice. “Recordarán la crisis del 2015 con Obama y con Peña Nieto firmando acuerdos para ver cómo respondían a la crisis de los niños migrantes”.
La investigadora dice que con la actual administración se incrementó el nivel de agresividad en esta política ya existente.
“Todo esto que Trump está haciendo, lo advirtió en su momento, lo que pasa es que no le creímos y desafortunadamente lo está llevando a cabo. El objetivo es evitar que la población que va solicitando, sobre todo asilo, en los Estados Unidos, de los cuales 90% son centroamericanos, llegue a ese país. Llegue y se quede. Entonces, justo esto fue muy fuerte con Obama, lo único es que la reacción que hubo en su administración sí fue tomar algunas medidas, sí mejorar un poco los trámites administrativos y considerar la parte humanitaria del tema, sobre todo porque se trataba de niños”.
Tal vez lo peor de estas imágenes que hemos podido ver en las redes sociales y la prensa es que no sabemos cuándo tendrán fin: en lo que se resuelve su situación jurídica, estos niños están en una especie de limbo, como si hubieran cometido un delito. Permanecen en estos centros de detención, lejos de sus padres, y el personal que está a su cargo no tiene experiencia en cuidados infantiles.
“Los trámites con los que están separando a los padres de los niños pueden llevar hasta dos o tres años sus juicios antes de ser deportados. Entonces pueden, o renunciar a seguir un procedimiento y entonces regresar a sus países o intentar continuar con la solicitud de asilo y eventualmente ser aprobados, pero en ese lapso, te lo voy a decir tal cual, los niños están como rehenes”.
Otra terrible consecuencia de esta política migratoria es la pérdida de la custodia de sus hijos para los padres migrantes indocumentados. Según Calderón: “esto ha ocurrido desde hace años, y esa es la parte que tenemos que ver todos: hay muchos mexicanos que al regresar a México deportados, sus hijos se quedan en Estados Unidos y después, obviamente, no pueden presentarse en las audiencias y entonces pierden su custodia”.
El problema de fondo es que a estos migrantes, los más pobres, los que huyen de la violencia perpetrada no solo por el crimen organizado sino también por sus propios Estados, a ellos, los centroamericanos, nadie los quiere. Y México no es la excepción.
La persecución empieza desde México
A pesar de las amenazas de muerte en su contra y del atentado en el que uno de sus colaboradores más cercanos perdió la vida el año pasado, Alejandro Solalinde no cesa en su trabajo a favor de los migrantes. Desde hace más de una década acoge a los centroamericanos que pasan cerca de su albergue, Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, que después del terremoto de septiembre pasado se volvió ambulante. También mantiene refugios en Acayucan, Veracruz, en Toluca, en la CDMX.
“La situación en los lugares de origen se ha agravado”, dice el padre católico. “Ha aumentado la violencia; más gente huye por la inseguridad y también la falta de oportunidades económicas”.
Por razones de seguridad, el padre Solalinde no revela las rutas por las que migran los indocumentados hacia Estados Unidos, pero dice que ya son más de 17. También advierte que “En México se encuentra una verdadera cacería. Nada más hay que ver en la frontera sur cuántos retenes hay, y tal parece que ahora ya cualquiera puede detener migrantes, aunque la Ley de Seguridad interior diga que no se puede”.
A pesar de las prohibiciones de las autoridades migratorias para que organizaciones civiles y periodistas entren a los centros de detención a grabar o tomar fotografías, los audios de los niños llorando dieron la vuelta al mundo. Las críticas a esta política migratoria no se hicieron esperar, así que Donald Trump anunció que firmará un decreto para evitar la separación de las familias.
Pero también hay otro sector de la población que está migrando cada vez más, y quizá pronto los medios y las redes sociales voltearán a verlos, dice el padre Alejandro Solalinde:
“Si bien es cierto que ha aumentado considerablemente la migración de mujeres y niños, todavía sigue permaneciendo un 60% de jóvenes varones. El 40%, el resto, son de mujeres, menores no acompañados, y sobre todo, personas adultas mayores. Yo pienso que cuando un adulto ya se atreve a arriesgarlo todo, a pasar así, algo muy grave está sucediendo”.
El ganador del Premio Nacional de Derechos Humanos en 2012, recuerda que “la esencia de Estados Unidos es la migración. Así se fundó, así ha estado y así va a seguir” y advierte que “es la renovación de Estados Unidos a través de las diferentes corrientes migratorias la que le va a dar vida: los migrantes jóvenes, los migrantes nuevos, son los que van a renovar la vida de Estados Unidos, de hecho lo están haciendo. La economía de Estados Unidos se sostiene por los migrantes”.
A pesar de que durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas México se ganó una reputación de favorecer el asilo político al recibir a miles de exiliados españoles, y décadas después a quienes huían de las dictaduras sudamericanas, desde hace años el país ha endurecido su política migratoria. Solalinde lo atribuye a que “aquí ya se está quedando cerca del 50% de la migración que antes de 2017 iba a Estados Unidos. Nosotros sabemos ya desde hace muchos años que quienes todavía controlan la frontera sigue siendo el crimen organizado, además de la corrupción de uno y otro lado“.
Leticia Calderón Chelius coincide: “México es un país que es, como decimos, de firma fácil. O sea, México firma absolutamente todo. Estamos en la súper vanguardia de los derechos, de las firmas de los convenios más actualizados, más progresistas, pero en la realidad México es uno de los países que menos refugiados recibe”.
Y al final, el defensor de Derechos Humanos, el que puede pasar horas sin comer, recorriendo largas distancias en busca de esos hombres, mujeres, niños y ancianos que se atrevieron a soñar una vida sin violencia, intentando atravesar México para llegar a Estados Unidos, dice: “A mí no me interesan ni las armas ni la droga. Pero sí las personas migrantes”.
Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, Gatopardo, El Gráfico, Revista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora de Profesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) yCuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).
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Posted: June 20, 2018 at 11:01 pm