LA IMAGINACIÓN Y EL SILENCIO
Lolita Bosch
Dice el filósofo Emilio Lledó en El silencio de la escritura que la intención es la estructura que sostiene al escritor, lo condiciona y lo sitúa en el espacio intelectual preciso. O como escribe Ray Bradbury en Zen en el arte de escribir: “Si me pidiesen que nombrara los elementos más importantes del carácter de un(a) escritor(a), aquello que da forma a su material y lo impele hacia donde quiere ir, sólo podría advertirle que pusiera atención a su garra, que se fijara en su entusiasmo. Si uno escribe sin entusiasmo, sin garra, sin amor, sólo es escritor(a) a medias. Pues el primer deber de un escritor(a) es la efusión: ser una criatura de fiebres y arrebatos. Sin ese vigor, lo mismo daría que cosechase melocotones o cavara zanjas”.
Dicho de otro modo: El deseo, una vez que tenemos la certeza de que en efecto lo sentimos y hemos entendido su naturaleza, es importante y tiene suficiente fuerza como para que digamos: voy a alimentar este deseo tanto, tanto, que me permita escribir una novela. Porque la intención de la novela es contar lo que no sabes que ya sabes, que es lo que tienes dentro y es lo que usas para escribir. La musa es el inconsciente, concluye Bradbury.
De modo que una pregunta fundamental que le debemos de hacer a nuestro deseo es qué parte es consciente y qué parte es inconsciente. Porque si queremos explicar una historia, la mayoría de las cosas de las que partimos son conscientes (Quiero explicar la Guerra de Siria porque están muriendo niños y niñas, sé que hay bombas juguete, que se venden en tal sitio, que las fabrica tal o cual persona, etc.) y lo que prevalece es la historia que quiero explicar. En la novela, en cambio, lo que debe prevalecer es mi manera inconsciente de usar quién soy.
Es decir, el deseo inconsciente de saber quiénes somos.
¿Y qué nos ocurre cuando sentimos este deseo? Las razones por las cuales yo quiero escribir una novela o explicar una historia son, prácticamente, incomprensibles. De todas ellas, no obstante, percibiremos un ínfimo tanto por ciento porque las razones profundas por las que hacemos lo que hacemos, en su gran mayoría, son inconscientes. Pero para fines literarios, da igual. No es necesario conocernos a ese nivel, sino saber qué es lo que eso implica. Sobre todo, en todas y cada una de nosotras, de nosotros.
Es más, literariamente hablando a lo inconsciente le podríamos llamar intuitivo. Porque en literatura confiamos en ese instinto que hemos convertido en intuición (más de lo que en nuestro día a día confiamos en nuestro inconsciente, o a lo que sea que recurramos cuando creemos estar usándolo).
Preguntémonos pues si la intuición es imaginación, si lo que solemos llamar imaginación es en realidad una intuición (o una capacidad inagotable de fabular e inventar), si la imaginación se educa. Porque solemos pensar que no, que la imaginación es una capacidad innata de contar historias.
No lo es.
Lolita Bosch nació en Barcelona en 1970, pero vivió mucho tiempo en Albons (Baix Empordà). También ha vivido en Estados Unidos, India y, durante diez años, en la Ciudad de México. Ha publicado, entre otras novelas, Tres historias europeas, La persona que fuimos, La familia de mi padre o Esto que ves es un rostro, así como su antología personal de literatura mexicana Hecho en México y el ensayo narrativo Ahora, escribo. Su Twitter: @LolitaBosch
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Posted: August 13, 2018 at 9:23 pm