UN CORAZÓN CONDENSADO Y EXPLOSIVO
Ana García Bergua
Como dice el lugar común, además de las mentiras y las noticias, hay libros que nos estallan en las manos; el más reciente libro de Ana Clavel explota como lo haría un corazón, derramándose y expandiéndose hacia lugares inimaginables para el lector, sorprendido de que un libro tan pequeño tenga lugar para tantos corazones posibles. Pero lo más curioso de este Breve tratado sobre el corazón es que tiene algo muy moderno y muy antiguo a la vez; en un principio, parecería ser una novela vanguardista, una instalación u obra de arte objeto como ya se ha dicho, un corazón metafóricamente palpitante, lleno de sangre, ramificaciones y pensamientos, si fuera posible (quizá lo es) que el corazón pensara tanto como resiente las tristezas, las alegrías y los terrores, todos los cuales pueden hacerlo estallar y matarnos de dolor o de alegría.
Una trama poliédrica circula en sus páginas por las venas de tres relatos que se hilvanan a la manera de las carreras de relevos, a través de cuatro voces emparentadas que hablan con muertos o heredan la muerte: Sandra, la suicida del metro, hereda la muerte de la suicida desconocida del Sena. Daniela, la amante del astrónomo que fue operado del corazón y no volvió a ser el mismo, hereda las cenizas de Sandra. Una chica en el metro hereda la bolsa roja de la verdadera víctima de los descuartizadores, súbditos de la Niñas Blanca, como se conoce a la Santa Muerte. Y así, de bombeo en bombeo de sangre que corre por la novela, la muerte, la alucinación, el erotismo y la lucidez se transmiten, de unos personajes a otros, al lector siempre sorprendido, a la propia voz narradora que inserta, como en una curiosa enciclopedia, cuantas historias y relaciones breves, informaciones médicas, gacetillas, minificciones, poemas en prosa e imágenes literales y escritas sobre el corazón puedan existir. Entonces el Breve tratado del corazón se convierte también, como señalé al principio, en un libro muy antiguo, una infinita caja china, un compendio de noticias a la manera de los antiguos gabinetes de curiosidades, cuyo orden lo parecen dictar el corazón y sus manifestaciones, es decir las corazonadas. En ese sentido, a pesar de su nombre, el libro de Ana Clavel no es un tratado stricto sensu, “que consiste en una exposición integral, objetiva y ordenada de conocimientos sobre una cuestión o tema concreto” según sostiene la Wikipedia, sino que hay algo instintivo, intuitivo como la corazonada, un deseo que guía con sed de coleccionista las pequeñas incursiones por los mundos del músculo misterioso que nos habita el pecho, hasta encontrar por ejemplo el caso médico de la niña rusa que nació con ectopia cordis; tiene un corazón exterior a la altura del vientre y lo mima y lo ama como si fuera un hijo. O hablando de hijos, cómo el aviador e ingeniero Lindbergh, famoso por el secuestro del suyo, inventó hacia el final de su vida una bomba de profusión para mantener latiendo los órganos afuera del cuerpo. O la inquietante y triste carta de un legionario romano a su familia, preguntándoles si saben que existe, entre muchos otros ejemplos, antiguos y modernos. A su vez, este libro ha surgido en parte de otros libros de la autora, especialmente Corazonadas, un conjunto de minificciones sobre el bombeante personaje y su novela El amor es hambre, en uno de cuyos capítulos el hecho de ingerirlo es parte de un ritual de deseo erótico.
Está en la naturaleza del corazón exigir la sangre que le da su razón de ser. Esto lo entendían a su modo, desde luego, las antiguas culturas a cuyos dioses la autora invoca un poco en la figura de la Niña Blanca a la que le ofrendan su horror devoto los criminales, o en la descuartizada en una maleta que recorre en espíritu una ciudad siempre cambiante. Esta parte me hizo pensar en su primera novela, Los deseos y su sombra, en este subsuelo arcaico que nutre y del que se nutre nuestra cotidiana violencia y que continúa bajo nuestras ciudades. El metro como la arteria que comunica a ese submundo ha sido también visto en otras narraciones de Ana Clavel, y aquí las historias, las vidas y las muertes se van conectando a través de sus vías, del agua que llama a los suicidas en París y en La India y a las cenizas de los muertos, agua que llama a la sangre y se entremezcla con ella. Y lo subterráneo abarca también los secretos que el cuerpo guarda bajo la piel: “¿Acaso no has deseado, momentos antes del éxtasis, abrir su pecho para contemplar su corazón y tomarlo entre tus manos como si se tratara de un cáliz palpitante, cuya sola visión sería capaz de revelarte los secretos que ahora te son necesarios?” De la boca al corazón y en el extremo la tentación de devorar el corazón, en sus acepciones canibalescas y metafóricas, amorosas: el que come el corazón se apropia de los sentimientos, del alma del otro, y el corazón es un cáliz que contiene nuestra divinidad.
En la carne de este libro que se presenta como un breve tratado y a la manera del Tristam Shandy es también una novela, laten las preguntas que la literatura de Ana Clavel, esa gran indagación sobre el deseo y sus trasfondos, no termina de responderse y cuyas venas siempre abiertas se ramifican hacia lugares insospechados. Una obra viva y hambrienta, como un gran corazón que se alimenta de todo lo que el ser humano ha podido concebir en su espíritu y en su animalidad, y que la autora cada cierto tiempo pone en nuestras manos para sorprendernos y cimbrarnos.
Ana García Bergua Es escritora y ha sido galardonada con el Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela La bomba de San José. Ha publicado traducciones del francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y reseñas en medios diversos.
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Posted: July 24, 2019 at 8:54 pm
-
Pingback: Breve tratado del corazón. – Ana V. Clavel – Las lecturas de Carlos Garza Falla