Essay
La caída de Sam
COLUMN/COLUMNA

La caída de Sam

Francisco Hinojosa

¿Cuántas vidas tiene un gato? Para algunos siete, para otros nueve. Nuestro gato Sam, antes de cumplir un año, ya perdió una: sobrevivió a una caída desde un séptimo piso. Se desbarrancó desde la ventana sobre el parabrisas de un coche, rebotó y aún tuvo fuerzas para refugiarse cerca de la puerta del garage. El portero del edificio escuchó el golpe, sin saber de qué se trataba, y en cuanto vio al gato adolorido y quejándose me llamó. No tardamos mucho tiempo mi esposa y yo en llevarlo al hospital. Ahora que escribo esto, luego de más de tres días, no solamente sigue vivo sino que lo han dado de alta con buenas perspectivas de continuar su vida normal.

¡Siete pisos! Leí en un artículo de internet, publicado en el 2016 y no firmado que, según algunos estudios, el daño que sufre un gato deja de ser considerable al caer desde un séptimo piso, claro: solo a los que sobreviven. Y un gato sin vida gatuna, felina, deja de ser un gato. Y Sam tiene ambas: es una mascota casera, que convive con su compañera Bamboo, y tiene la temeridad, los reflejos y la tenacidad de un tigre. Por eso se atrevió a subirse a una ventana, que daba a un precipicio, cosa que nunca habría hecho su roommate, sin tener miedo a las consecuencias.

Se llama Sam, pero al decir de T. S. Eliot en El libro del Viejo Zarigüeya de los gatos pragmáticos, tiene otro nombre que lo distingue de otros sams que seguramente existen en muchos hogares. En nuestro caso es Sam Jonesy, y no los que propone el poeta: “Mankustrap, Quaxo o Coricopat / Bombalurina, o bien Jellylorum”. O el creado por J.K. Rowling como acompañante de Hermione: Crookshanks. Y habla Eliot de un tercero que está vedado al entendimiento humano: “su inefable, efable / efinefable / profundo e inescrutable nombre único” (la traducción es de Alberto Girri).

Los gatos, como todas las mascotas, son parte de la familia: perrhijos o gathijos que abundan en el barrio en el que vivimos. A diferencia de los perros, a quienes hay que sacar a pasear todos los días cuando se vive en un departamento, los gatos son más independientes. Y ejemplo de escritores gatófilos no sobran: Garro, Monsiváis, Paz, Hemingway, Cortázar, Borges, Bukowski, Huxley, Bradbury y un largo etcétera.

Antes de Sam y Bamboo existió en nuestras vidas Waffles, otro “mínimo tigre de salón”, como escribió Neruda en su “Oda al gato”. Algún día logró escaparse del departamento y estuvo perdido durante unos dos o tres días. ¿Cómo sobrevivió sin comida y sin compañía? ¿En dónde se refugió? Siempre será una incógnita. Pero al fin lo encontramos después de buscarlo por todo el vecindario. Ya había perdido una de sus siete o nueve vidas. Festejamos su regreso. Sin embargo la siguiente no la pudo sobrevivir: en el terremoto de septiembre del 2018 estaba solo y vio cómo su hogar se venía abajo: el movimiento telúrico, los libreros caídos, fragmentos del techo en el piso y ninguna compañía que lo acogiera. Estuvo escondido durante días, en un refugio que sentía más protector. Sin embargo el estrés que le causó el sismo lo puso al borde de la muerte: según los veterinarios que lo vieron ya no tenía otra vida que gastar. Con gran dolor, aceptamos que lo durmieran para no hacerlo vivir más sin un tiempo gatuno pleno.

En cuanto a Sam, ningún hueso roto: un gato con botas. Solo un edema pulmonar, leve según sus doctores, nos mantiene con la esperanza de que pueda seguir gastando las seis u ocho vidas que le restan a su antojo.

 

Francisco Hinojosa es poeta, narrador y editor. Es autor y antologador de más de cincuenta libros y columnista de Literal. Su twitter es @panchohinojosah

 

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Posted: March 15, 2020 at 9:54 pm

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