La era de la velocidad
Angelina Muñiz Huberman
Estamos en la era de la velocidad. ¿O siempre ha sido la era de la velocidad? ¿Qué es la velocidad? El diccionario dice: “Relación que se establece entre el espacio o la distancia que recorre un objeto y el tiempo que invierte en ello”. Así espacio y tiempo van uniéndose. Tal vez, sean lo mismo. En el fondo, son número. Todo se mide por el tiempo de duración. Una hora, un día, una semana, un mes, un año. Y vuelta a empezar.
El tiempo, temible tiempo, que ha sido erigido a la categoría de un dios. Un dios que se come a sus hijos: Cronos: el sangriento grabado de Francisco de Goya. Tiempo para todo o para nada. Que alcanza, falta o sobra. Que para el placer parece poco y para el dolor, mucho. Tiempo relativo, desde luego. Ya lo dijo Einstein. Antes, en los salmos, es el tiempo para cada actividad. Es decir, ordenar. Tiempo para hacer o para deshacer. Tiempo breve o largo. Que corre.
Veloz.
Velocidad.
Mientras más rápido, mejor.
Reloj de arena, de sol.
Cronómetro.
Temporizador.
En los deportes se trata de lograr más en menos tiempo. Por lo tanto, de correr, correr, correr. Todo tipo de carrera: mientras más veloz, mejor. En la era de la inteligencia artificial se nos ha impuesto la velocidad. Todo se anuncia como más y más rápido. Megas y gigas en internet. A celebrar el poderío de lo inatrapable. La vista que no se detiene. El oído que mezcla los sonidos. No hay tiempo para la reflexión. ¿Quién quiere reflexionar? Abajo los lentos pensamientos. Prohibido leer a Milan Kundera y su elogio de la lentitud. ¿A quién se le ocurre?
La lentitud lleva otra carga: quien carece de la inteligencia rápida y se le aplican palabras de poca velocidad: atraso, deficiencia, debilidad. Y la política correcta con su preocupación por hallar sinónimos que no ofendan, que no marquen, ambiguos, inofensivos que apenas sugieren lentitud sino una especie de velocidad compensatoria, pero velocidad al fin.
El tiempo pasa corriendo.
El tiempo vuela.
Ya es fin de año.
¿Y el niño?
No es niño.
Es adolescente, joven, maduro, viejo.
Muerto.
El tiempo se ha acabado.
Sinónimos positivos de velocidad: ligereza, celeridad, rapidez, triunfo, movimiento. Negativos de lentitud: letargo, torpeza, desgana, aburrimiento, tardanza.
Siglo el nuestro de las encuestas rápidas. Contestación acelerada o se borra la oportunidad de hacer una operación por el celular. Celular obligado para llenar solicitudes.
Pregunta contundente: ¿eres un robot? Se espera de ti una respuesta instantánea o eres clasificado como robot, como anormal, como deficiente.
Añoranza de la lentitud. Puedes soñar con la lentitud: qué tiempos aquellos cuando había tiempo para pensar, para sopesar qué decisión tomar, para disfrutar de un paisaje, para leer y volver a leer un poema. No, no debe ser así. Eso quita tiempo. El paisaje se ha borrado. El poema hace preguntas. Todo desde la pantalla. Nada de escribir cartas largas. El lenguaje sintetizado y cuantas menos palabras, mejor. Nuevos signos para disminuir.
Las huellas dactilares se han borrado. El cuello se ha doblado. La columna vertebral se ha inclinado. Viva la escoliosis.
Todos somos iguales. La evolución no ha cesado. Nos acercamos al suelo. Érase un hombre a un celular pegado, cambiemos las palabras de Francisco de Quevedo.
Pronto.
Pronto.
Pronto.
En el manifiesto futurista de Marinetti de 1909 ya se preveía el reino de la velocidad: “Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… es más bello que la Victoria de Samotracia”. Los cánones estéticos deben ser cambiados. La estética es ahora de la velocidad.
La velocidad es el arte de lo imposible, la velocidad no es bella ni fea. Difícil decir qué es. Por su propia naturaleza que la vuelve inatrapable, siempre en movimiento, se escapa de calificativos. Sólo medida por el tiempo vuelve al tiempo aún más huidizo: la luz, el rayo, la bala. Se acerca a las trayectorias, pero las sobrepasa. Tal vez, la velocidad no sea nada sino lo que está siendo y ya no es. Como un proyectil hipersónico que se usa en las más recientes guerras.
Las guerras también han cambiado y se basan en la velocidad y la carrera armamentista. Precisión y rapidez para matar. La destrucción es instantánea, la construcción tarda. ¿Cuánto le toma a un cuerpo ser cuerpo? Pero la veloz bala acaba con él en un instante.
Orgullo de haber superado la velocidad del sonido y de sus aplicaciones en medicina con los ultrasonidos, en navegación con la sonda sonar Parker y, no digamos, en los vuelos supersónicos.
Hasta ahora la luz sigue siendo la reina de la velocidad. 300,000 kilómetros por segundo aproximadamente. Sólo los neutrinos podrían tomar su lugar, pero todavía no se ha establecido con certeza. De todos modos se trata de carreras en competencia.
Como luz y sonido suponemos que han existido siempre y sus características se han ido descubriendo a lo largo de los siglos se le atribuye esa benevolencia sorprendente. ¡La velocidad!
Y, sin embargo, la velocidad aunque imparable resulta trivial. Parafraseando a Hannah Arendt podríamos terminar con estas palabras: “La banalidad de lo veloz”.
Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia , el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros.
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Posted: March 30, 2022 at 7:47 pm