Imágenes críticas que regresan
Gerardo Cardenas
Autor: René Rodríguez Soriano,
Título: Solo de flauta.
Editorial: Alfaguara, 2013
Confieso que al leer el primer relato de Solo de flauta me pregunté si René Rodríguez Soriano (Constanza, República Dominicana, 1950) estaba dándole voz al fantasma de Cortázar. Había algo de cronopio en la descripción de los abominables deportes de los símpidos. Pero en ese mismo relato ya se nota con fuerza la voz del autor: una voz melancólica, dulce, que suena precisamente como la de una flauta que nos incita a la ensoñación y a la magia.
He navegado y naufragado y vuelto a naufragar en ese calmo y desordenado oleaje. Toda tú (ya estoy consciente, este domingo manso y desparramado de verduras con gandul, sé que no eres la gestual Zulamita de el Cantar de los cantares y que, aunque te hundes cada tarde a tentarme en una tina tibia, mordiendo mil manzanas –más que serpiente y Eva–, ere la bendición que colma mis oscuras jornadas… (de “Carta de Navegación”). Noventa y un relatos en siete secciones integran Solo de flauta (Alfaguara, 2013) una colección donde fluyen la prosa y la prosa poética de un Rodríguez Soriano desatado en su amor por la palabra, hablándonos desde tiempos recreados en y por la memoria, desde los nombres de mujeres que el cuerpo se rehúsa a olvidar.
Pesas, sopesas y Luisa dice que mejor los espera para que se metan al agua, y miras sus piernas – las de Ana–y te miras en sus ojos –los de Luisa– y no sabes qué hacer, pero sigues detrás de Ana, y compran cigarros y los encienden y los saborean y ya no hay tiempo que perder: anda flotando un beso en el ambiente… (de “Con la prima Ana en Samaná”).
No termino de saber si los 91 agujeros de la flauta de René son prosa o poesía, relato o recuerdo; no importa. Son breves y memorables piezas que surgen de la flauta de Pan y que persiguen el mismo objetivo pícaramente perverso de seducir a las ninfas, de viajar por Arcadia entrelazado con el cuerpo de Selene.
Desátame la falda, me decía: desátame las ansias y el fuego y las ganas de saltar y saltar del bungee jumping. Tanto pendió el racimo, que me secó los ojos y el deseo. Sabor que se me pierde por las comisuras, por los dedos y todos los sentidos… (de “Azules que se caen de morados”).
Pero no todo es seducción, presente o recordada. El Pan quisqueyano también apacienta otras ovejas en su media isla. René me contagia en otros relatos de la angustia de la búsqueda del yo, que sólo es posible en madrugadas de profunda inquietud.
Como todo se sabe o saben todos, de un lado a otro hay tantas vidas, tantos pares, que el tiempo el espacio se disuelven entre los cruces infinitos de los laberintos. Yo iba de incógnito en mis adentros, solo sin rumbo y sin aliento; era y no era yo mismo entre mis fuerzas, capitán de la nao en desgobierno (de “Bobos tanteos II”).
A veces pienso también que René es un brujo sabio que se sienta a la puerta de su casa a contemplar los desaciertos de la vida, para sonreír por debajo de su bigote, apurar un traguito de ron y recibir el viento de la tarde antes de preparar la siguiente ronda de conjuros. Simón trotaba lenta y descompasadamente sobre su mula rusilla. Mulos los dos. Solos los dos, trenzando los caminos por las laderas de los atardeceres, huyendo de ni se sabe quién por ni se sabe qué. Dejando en cada punto un tufillo de olvido… (de “Uno parte del otro”). Dice Robert Graves que Pan pagó con su vida el privilegio de ser el amante de las Ménades que honraban con orgías interminables a Dionisio.
Como su lector, pago en sueños el privilegio de estar en la orgía de sus letras. Todo lo que hago es soñar como alcachofa quinceañera. Soñar y soñar a toda hora, en todo lugar y circunstancias; soñar. Apenas hago conciencia de quién soy y me doy cuenta de que sueño, irremisiblemente (de “Azar del azogue”).
Posted: July 6, 2013 at 7:53 pm