Fiction
Un día más

Un día más

Leslie Gauna

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Un hombre de unos sesenta años, de cabellos castaño con gomina y bigotes tupidos está parado mirando las puertas vidriadas del teatro donde se entregan los Oscars en Los Angeles, California.
Las puertas están cerradas para mantener el aire acondicionado. De a uno, de a dos o en grupos, la gente entra y muestra sus teléfonos a los que controlan, como comprobante de la entrada. El hombre de bigotes camina. Lo paran.
–Your ticket sir?
–I – no – ticket –mientras el hombre muestra los bolsillos de su saco vacíos.
–No ticket, no service. Please go to the ticket office.
Y aunque no entendió exactamente lo que le dijeron, el “no” fue suficientemente claro. Se dio la vuelta con la cabeza en alto. Su caminar firme nada tenía que envidiar las muchas estrellas que pisaron y seguirían pisando esa misma vereda.
Apenas a dos metros de las puertas, el hombre quedó casi quieto, si no hubiera sido por el repiqueteo del pie derecho como quien esperara o pensara una solución.
–Can I help you, sir?– le dijo el vigilante al acercarse en su Segway, al verlo solo.
–Gud – mornin–
–Buenas noches, en todo caso. ¿Cómo puedo ayudarlo?
–¡Habla castellano! Es que quiero entrar a ver la entrega de los Óscares. Vine por la película, Argentina, 1985. Yo estoy en ella, es un papel muy pequeño; se escucha sólo mi voz.
–Me parecía que era argentino. Yo también soy argentino. Vine cuando tenía trece años.
–En el ’96, presidencia de Menem y con la visa fácil.
–Bueno, en realidad sin visa, como turistas. Mis padres me engañaron. Me prometieron un viaje a Universal Studios y resulta que veníamos para quedarnos. Yo no quería dejar a mis amigos.
–De Menem, recuerdo el Pacto de Olivos y la nueva constitución. Sin él la democracia incipiente hubiera tambaleado –el señor de traje se dirigía en forma solemne como dando cátedra.
–Usted me suena cara conocida. Muy conocida. ¿Cómo es su nombre?
–Raúl, Raúl Alfonsín.
–¡Ah claro! Raúl Alfonsín. Usted subió a la presidencia el día que yo nací, diez de diciembre de 1983. Por usted me pusieron Alfonso. No quisieron llamarme Raúl porque decían que era un nombre muy común.
–Así es. Primer presidente electo después de la más brutal dictadura que hemos vivido. Presidente de la querida República Argentina.
–¿Puedo grabarlo? Es que tengo un canal de YouTube. Se llama “Alfonso no es Sonso” y aprovecho a subir “entrevistas al paso” de los ricos y famosos que vienen al teatro. Las hago en inglés o en español y después le agrego subtítulos.
–¿Sos dueño de un canal de televisión? ¿Grabás con el teléfono?
–¡Ah! ¡Claro! Mire por aquí. Es como una camarita.
–No creo que salga.
–Verdad, sale borroso. ¿Por qué será? Compré el iPhone más nuevo para no tener que luchar con la calidad de imagen. Así, no va a quedar bien. Tal vez pueda agregar sus fotos a su audio. Hay muchas en la red.
–En la red. Eso sí lo entiendo. La internet. Y sí debe haber muchas fotos. Buscá las de presidente, esas son las que más me gustan, y a la gente también. Cinco años, seis meses y veintinueve días fui presidente. Me faltó medio año, pero no me dejaron terminar mi mandato. Al menos duré más que De la Rúa, el último radical que tuvimos. A él lo hicieron renunciar dos años antes.
–Aunque me hayan nombrado en su honor, le aclaro que mis padres no eran ni radicales ni peronistas. Primero lo votaron a usted y después a Menem. Menos mal que no tuve hermano, si no lo hubieran bautizado Saúl, supongo.
–¡De qué se salvó tu hermana, si hubieras tenido una! Saúla hubiera llamado. Los que de verdad se salvaron fueron tus viejos de que le sacaran sus ahorros con el corralito financiero en el 2001, al venirse a Estados Unidos.
–Sí. Pero no se crea que aquí fue tan fácil. Mis padres se entusiasmaron y se compraron una casita a crédito que según me explicaron en Argentina era algo impensable. Quedaba en Hawthorne, cerca del aeropuerto. Para el 2008 la perdimos. Debíamos al banco más de lo que valía la propiedad.
–¡Qué pena joven! Porque sos aún joven.
–No tanto, no tanto. Ya tengo cuarenta años. Estoy divorciado y con dos hijos, uno estudiando el primer año del college y el otro todavía en la secundaria. Yo no estudié pero me puse a trabajar lo antes que pude, ¿sabe? Eso es lo bueno de este país, hay trabajo siempre. Demasiado. Yo tengo dos. Este y otro de security en una farmacia durante el día.
–¿Seguís grabando?
–Sí, pero esta parte que es bajoneante la edito. Si quiero tener seguidores tiene que ser algo cómico o raro, tipo supernatural.
–Ché, ¿y me podrás hacer la gauchada de hablar con los de la oficina de boletos? Es que te dan un deseo para volver un día nada más y no quiero malgastarlo.
–¿Y por qué no eligió ir a Argentina mejor? Allá seguro ya ganó algunos premios la película que dice.
–Es que la inflación, paros, saqueos, no quiero revivir esa pesadilla. Además, aguantar a estos payasos con pelos sueltos, todos de la misma calaña. El que anduvo por acá pisoteó la democracia más antigua del planeta, se burló del estado de derecho y todavía se vuelve a postular –otra vez usó su tono solemne– El de Brasil era igual, y ahora subió uno que los imita en la Argentina. Son peligrosos estos “raros peinados nuevos”, como decía Charly.
–¿Charly García? ¿Cita a Charly? Yo lo llevo en la sangre y en eso me parezco a mis padres.
–Y vos, que me decís a mí, ¿ya volviste a la Argentina?
–No. Pero tengo unos amigos que les gusta cazar cotorras y dicen que ahora está muy barato para ir. Me dijeron de un lugar en las sierras de Córdoba, ¿puede ser?
–Córdoba, provincia clave para los radicales. Córdoba la docta. Me da pena que la conozcan por las cotorras. Hubiera preferido que la conozcan por sus industrias y su universidad centenaria. Me enteré que me hicieron un monumento en Alta Gracia, dos años después de mi… Ché, ¿aunque ya haya empezado, será muy tarde para ver la entrega de los Óscares a películas internacionales?
–Bueno en realidad los Oscars ya pasaron.
–¿Pero cómo?
–Y la película internacional que ganó no fue “Argentina, 1985”. Esa concursó el año pasado y tampoco ganó ese año.
–¿Ganó acaso una Western? Esas nunca pasan de moda. Yo las veía para aprender inglés tapando los subtítulos. Imaginate, teniendo antepasados irlandeses y yo de inglés nada.
–No, no era un Western, la que le ganó fue una alemana. Y la de este año una inglesa, pero también en Alemania.
–¡Qué pena! Al no premiarla, el mundo se perdió la oportunidad de mirar desde adentro esa época de miedo y valentía, saber lo que cuesta volver a ganar y mantener una democracia.
–Yo no entiendo a la Argentina. Tal vez porque ya viví más acá que allá –dijo el vigilante subiéndose en andas al Segway.
–¿Dejaste de grabar?
–Sí, ya está. Será sólo audio. No hay caso. Su imagen salió borrosa, Alfonsín.
–Será porque he estado afuera tanto tiempo, pero yo tampoco la entiendo a la Argentina querido. ¿Y al final fuiste a Universal Studios?
–Siiiii! Y vuelvo cada vez que puedo. Si se queda un día más lo acompaño.
–Te sonará raro, pero de verdad, sos muy joven para acompañarme de regreso de donde vengo.

El vigilante y el hombre de bigotes se dan un apretón de manos y un abrazo. El vigilante se sube a su Segway. El hombre camina por el boulevard Hollywood, firme, sin nada que envidiar con su porte y cabeza en alto a las muchas estrellas que pisaron y seguirían pisando esa misma vereda.

 

*Imagen de Craig Piersma

 

Leslie M Gauna, Ed.D., es profesora en la Universidad de Houston-Clear Lake. Su cuento “Las últimas vacaciones” es parte de la Antología de la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Nueva York 2023. Los cuentos “Pivotando Base”, y “Tres gotitas” fueron seleccionadas por Jurado para publicaciones. “Un día más” nació en el taller de Rodrigo Hasbún.


Posted: March 13, 2024 at 8:57 am

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