Current Events
La idealización de la pobreza 
COLUMN/COLUMNA

La idealización de la pobreza 

David Medina Portillo

En las semanas pasadas y tras los acontecimientos más recientes en Cuba, López Obrador ha tenido la ocurrencia de afirmar: “esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia”.  No solo eso, el mandatario acompañó su comentario con una propuesta más simbólica que real (¿dirigida a quién?): Cuba debe ser declarada patrimonio de la humanidad.

En las proyecciones de AMLO no importa que la historia de tres décadas atrás haya demostrado con hechos y no discursos el estrepitoso fracaso del socialismo comunista en el siglo XX.  Para precipitar este derrumbe no fue necesario bloqueo o embargo alguno por parte de las democracias de Occidente, coludidas para enviar al basurero de la historia la utopía pseudoreligiosa del Hombre Nuevo. El modelo soviético del castrismo cubano implosionó bajo su propio peso, aplastado por sus ya monolíticas incompetencias. A la hora del derrumbe nadie vio los presumibles ejércitos de militantes revolucionarios huyendo de Europa occidental a los países del Este para unirse a una indómita –aunque improbable– resistencia.  

Menospreciando esta historia elemental, nuestro mandatario pretende hacernos creer la épica de esta lucha, la resistencia heroica asediada por el poder. Más sorprendente aún es que el disparate suscite el apoyo de amplios y muy diversos sectores, desde aquellos evidentemente marginales a los mejor pagados en las pirámides de mando –del anónimo profesor normalista a, por ejemplo, Alejandro Encinas o Yeidckol Polevnsky Gurwitz, expresidentes del PRD y de Morena, respectivamente. Se trata de un relato que no depende de pruebas ni de su confrontación con los hechos ya que, literalmente, su reino no es de este mundo. No es fácil desentrañar el funcionamiento de esta esfera de las motivaciones y las acciones colectivas. Su lógica sucede en la dimensión más bien nebulosa de las pasiones y las aspiraciones, las esperanzas y la imaginación que no pueden medirse y cuyas recompensas provienen del terreno de los hechos pero, sobre todo, de lo simbólico. Existe sin duda una explicación no simplista para la militancia religiosa del mismo modo que hay otra para las preferencias y las devociones ideológicas, y una más para el cruce de ambas. En mayor o menor medida, todas atañen al mundo de las experiencias grupales, tan insondables como la ceguera inquebrantable de la multitud que acude al zócalo para ver un espectáculo de neoindigenismo populista en el peor pico de la pandemia.            


No importa que la épica de la resistencia devenga en la caricatura de una pirámide tamaño natural construida con tablarroca fosfofosfo. Tampoco que el Ce Ácatl cuatroté sea presidido por la pareja presidencial y la actual jefa de gobierno de la CDMX, de broncíneos patronímicos Obrador, Müller y Sheinbaum, respectivamente. El oportunismo político se disculpa en favor del efecto instantáneo de un simbolismo emancipador: el discurso de 500 años de resistencia. Gracias Sheinbaum, Müller y Obrador… por descubrir con súbito orgullo su (nuestra) ascendencia indígena.

A la demagogia del neoindigenismo populista y los aplausos por la resistencia del castrismo cubano le acompaña una idealización de la pobreza que podría parecer un chiste si no fuera criminal en un país que, en solo tres años de ineptitud gubernamental, ha multiplicado los millones de pobres. Sin solución alguna a los problemas que durante 20 años prometió resolver, la retórica de López Obrador se refugia descaradamente en las compensaciones simbólicas, incluso aquellas que resultarían ridículas en tiempos normales pero que estos días reciben oxígeno de la confrontación polarizada: o estás con el lado correcto de la historia o, en todo caso, volteas a otra parte y guardas un prudente aunque ominoso silencio.

Desde el poder presidencial se exhibe y rinde homenaje a los placeres modestos de la gente de “nuestro pueblo” sin entrar en muchos detalles. Se pastorea con el ejemplo devorando guisos y garnachas en las fonditas de acá y acullá mientras se exalta la geografía de las regiones y el turismo ecológico de los pueblos mágicos. Sin pestañear pasamos del elogio de la austeridad a un pobre evangelio del pobrismo.

Tras la idealización de la pobreza se oculta, entre muchos ejemplos que se agravan cada día, el desastre en el manejo de la pandemia, con México ocupando el tercer lugar mundial con la mayor cifra de muertes; el desabasto de medicinas que afecta principalmente a los niños con cáncer, aunque no solo a ellos; el acelerado desempleo y los más de 10 millones de nuevos pobres en lo que va del sexenio; los niveles históricos de inseguridad que, en esos tres años, han normalizado los mayores porcentajes de homicidios alcanzados en el sexenio de Peña Nieto; el pozo sin fondo de Pemex, la petrolera más endeudada del mundo con pérdidas de un 40% —solo en el año pasado—, dejando en evidencia la peor política energética de nuestra historia; la inocultable corrupción e impunidad en el círculo de los más cercanos colaboradores del lopezobradorismo, que involucra tanto a funcionarios de alto nivel como a varios familiares del presidente,  etcétera, etcétera.

La idealización de la pobreza exime al demagogo de dar pruebas concretas e individuales del “pueblo feliz”, dotándolo incluso de cierta inmunidad contra los ataques de la realidad. Esa sería una de las razones por las que AMLO jamás se ha visto obligado a contrastar las fuentes de sus “otros datos” o, asimismo, de que nadie de sus adversarios políticos o de la opinión pública lo haya cercado de manera irremediable. Siempre queda abierta la opción de exacerbar aún más la confrontación. ¿Hasta dónde y hasta cuándo? Nuestras reservas de encono parecerían inagotables. No lo son. La primera señal de hartazgo sucedió el pasado 6 de julio cuando el partido en el poder perdió no solo la mitad de su principal bastión, la Ciudad de México, sino que las clases medias urbanas, el otro fuerte de López Obrador, empezaron a darle la espalda.

 

David Medina Portillo. Ensayista, editor y traductor. Editor-In-Chief de Literal Magazine. Twitter: @davidmportillo

 

 

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

 

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.


Posted: August 19, 2021 at 9:07 pm

There is 1 comment for this article
  1. Javier Pulido Cejudo at 8:09 am

    Comparto el contenido y me agrada la claridad, correción y profundidad del análisis. En síntesis, el gobierno actual está encabezado por un demagogo que ha sabido explotar la ligereza de análisis de un sector amplio de la población, el ingrediente primario es una popular hipocresía, pero la realidad no perdona, ya hay gente que aprecia la desnudez del mandatario.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *