Lecciones para grabar una épica película de Yakuzas
Mariana Mata
Vamos a jugar al infierno, 2013
Director: Sion Sono
Comercial de pasta de dientes, jingle repetitivo hasta el cansancio, Yakuzas, cine amateur en 8 milímetros, imagen granulada, sangre, violencia, la sala de cine estalla en carcajadas. Un lugar donde sin subtítulos quedaríamos perdidos en la traducción. Sion Sono, mejor recordado por El club del suicidio (2001), trae hasta nuestras butacas Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui?) una tragicomedia que se construye al más puro estilo de Sono: el sinsentido con sentido a través de la construcción de historias que se enlazan en una misma línea argumental: construir una pieza maestra de la cinematografía.
Por un lado tenemos dos bandas de yakuzas que se enfrentan y pactan una tregua, y por otro a los Malditos Bombarderos (The fuck bombers) un grupo de adolescentes que hacen cine con cámaras de 8 milímetros para divertirse. El sueño de los Bombarderos, instruidos por un proyeccionista, consiste en hacer sólo una obra maestra. Estos sucesos quedan enmarcados por un jingle que escucharemos y escucharemos y escucharemos, cada una de estas ocasiones reiremos. Esta canción corresponde a un comercial de dentífrico, que tiene como actriz estelar a una tierna niña (Mitsuko), que resulta ser (por qué no) la hija del jefe Yakuza. La madre de la pequeña termina en la cárcel tras asesinar a los enemigos del jefe de la mafia, y tras 10 años será liberada. Es esta elipsis, la que conjuga una serie de eventos donde todos alcanzarán sus objetivos con un final inesperado.
He aquí pues todos los elementos para una película llena de locura, elementos de acción, comedia y violencia quedarán en plasmados en 126 minutos. Tiempo en el cual somos espectadores de una ficción que supera las expectativas, una realidad de celuloide que no controlamos, ni dominamos. Es a través de la regla del destino, como la trama de esta cinta se desarrolla bajo la lógica de realizar una obra maestra, así que nada es racional, nada tiene sentido y por lo tanto nada carece del mismo.
Una de las frases que puede explicar esta cinta, que es el sueño de todo cineasta independiente es: La búsqueda del dinero está acabando con el cine japonés. Sion Sono escribió esta obra hace 17 años y la grandeza de esta obra radica en el juego que establece: metacinema. El metacinema es esta cuestión de autoreferencialidad. Asistimos a la realización de una película dentro de una película. El juego de cámaras, la participación del equipo de producción: iluminación, audio y cámara en medio de una batalla real de Yakuzas, aquí no hay segundas tomas. La obra maestra queda realizada, y el final es un sello que explica al filme en sí.
Sion Sono no deja su estilo violento, que llega de golpe al espectador y sobrepasa los límites de la razón, para realizar una tragicomedia magnífica. Se pone en manos, al igual que uno de los protagonistas, de los Dioses del cine para jugar con el doble rol que posee: el cinéfilo y el cineasta. Así en esta hora y media de proyección nos uniremos al delirio de las risas y la melancolía por la realización cinematográfica de antaño. Sono es también un Maldito Bombardero que nos regala energía a través de referencias y sátiras a Bruce Lee y de la mafia japonesa en una montaña rusa de humor de puertas destrozadas, sangre falsa, caos, catanas y cine amateur.
Colaboración de F.I.L.M.E. Magazine para Literal
Posted: April 23, 2014 at 11:03 pm