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Adolfo Castañón: una ruta a la inteligencia

Adolfo Castañón: una ruta a la inteligencia

Fabián Espejel

Adolfo Castañón: una ruta a la inteligencia

Fabián Espejel

• Castañón, Adolfo, Por el país de Montaigne, México, El Colegio de México, 2015.

Algunas veces los escritores forjan su patria en el inmenso territorio del idioma. Camus, por ejemplo, nació en Argelia, pero es compatriota de Senghor y de ambas Marguerites, la belga y la indochina, al mismo tiempo que de Césaire y de Balzac. También ocurre que los libros abandonen la inutilidad de los estantes para encarnar sus propias geografías. Pienso en lo que se dijo hace casi una década: que si los lectores de Cien años de soledad conformaren una nación, sería una de las veinte más pobladas del mundo.

Ser autor, en apariencia, es ser pensado como un objeto o un sujeto, pero ¿puede concebirse como un lugar? Por supuesto. Hace casi un año, Adolfo Castañón lo demostró al presentar la reedición de Por el país de Montaigne (2015), una recopilación de 28 textos suyos escritos con prosa amena y clara en la que se trasluce la sinceridad del lector devoto, la precisión del investigador y el rigor del académico. El título incita a su lectura: es a un tiempo guía y descubrimiento de un país inmenso, una unión de repúblicas con un nombre común: Michel de Montaigne.

Nacido en Aquitania en 1533, Michel Eyquem, señor de la Montaña, se recluyó de 1571 a 1580 en su biblioteca en la torre de su castillo, alejándose del “mundanal rüido”, para consagrar su vida al autoconocimiento y plasmarlo en la escritura de essais (‘intentos, ensayos’). Pero Adolfo Castañón no planeó escribir una biografía del humanista francés, sino un viaje por las cartografías de “un país de inteligencia y libertad”. Más que un libro, Por el país de Montaigne es un pasaporte sin fotografía. La imagen de uno mismo se reduce a la frase bilingüe del exlibris que incluye el autor al inicio: ne sçais si sçais (“no sé si sé”), que añade al desconocimiento, la búsqueda y el hallazgo perpetuos bajo la eterna interrogante montañesca, la reserva y la caución.

El padre del ensayo moderno fue un observador privilegiado de la condición humana y de la naturaleza. Todos sus pensamientos y cuestionamientos se resumen en una sola pregunta que es al mismo tiempo su respuesta: Que sais-je? Se sabe “vano, mundano y fluctuante” como todo ser humano; por eso entiende que la única manera de conocer(se) es replanteando sus conocimientos a través de sus lecturas, su lucidez y —ante todo— su propia experiencia. Stefan Zweig afirma que el viaje que emprendió Montaigne por Italia y Alemania entre 1580 y 1581 tenía por objetivo, al igual que sus Ensayos, “la eterna búsqueda de sí mismo”. Castañón revela una lectura del camino no para encontrarlo a él, sino a nosotros. Por el país de Montaigne ofrece una visión fresca e inteligente de la obra del francés, la actualiza y la revive como experiencia propia y como espejo, pues el lector, en su calidad, se descubre y reconoce. Este libro es el testimonio de un viaje y una invitación a realizarlo.

En cada una de las 28 pisadas del autor hay un recorrido por la famosa torre del humanista, hay reflexiones y comentarios en torno al Diario y a los Ensayos, datos biográficos, traducciones de las sentencias talladas en las vigas del techo de su biblioteca, noticias y críticas editoriales y también anécdotas propias relacionadas con la patria montañesca. Castañón, como otrora hicieran sus admirados Alfonso Reyes y Octavio Paz —quirones de las letras mexicanas—, fortalece sus impresiones y reflexiones con su vastísimo conocimiento, en este caso, sobre la vida y obra del perigordino. No es necesario leer el último capítulo, en el que Castañón comparte la lista de publicaciones en sus libreros de y sobre Montaigne, para notar que es un experto de su obra y uno de sus grandes lectores. En cada página, su agudeza y su sentido crítico desentrañan el pensamiento del francés de la lejana nebulosa que envuelve a los clásicos. “Montaigne —explica Castañón— tiene siempre las puertas abiertas”.

Por el país de Montaigne es una ruta a la inteligencia. Escribo “una” y no “la” porque el autor nos enseña, a través del señor de la Montaña, a dudar para encontrar, como indica su exlibris. “Hemos nacido para buscar la verdad —escribe Montaigne—; poseerla corresponde a una potencia mayor”. En un poema, Rafael Núñez busca una certeza preguntándose qué sabe; al hallarla, Rubén Darío exclama el nombre del francés. El lector está invitado a ensayar caminos leyendo a Adolfo Castañón. Quizá también halle el helado cadáver de sus propias esfinges.

Fabián EspejelFabián Espejel (Ciudad de México, 1995) es poeta, ensayista, traductor y estudiante de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Edita la sección Cultura y Humanidades de la revista en línea Paradigmas. Textos suyos han aparecido en MilMesetas. Twitter: @FabianEspejel1

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Posted: November 3, 2016 at 12:39 am

There is 1 comment for this article
  1. Sergio Honey at 3:22 pm

    Es pregunta con respecto a la fotografia ¿donde es? Pues se parece al techo de la casa de las piedras de San Luis Teolohuiyucan a 10 min de Cholula

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