Analogy & Technology / Analogía y tecnología
Coert Voorhees, Federico Díaz Granados Wendolyn Lozano Tovar
Because it’s part of the reader’s world, the writer of contemporary fi ction can’t ignore technology even if what he’s writing has nothing to do with that subject. The writer is responsible for creating a world that convinces the reader to suspend her disbelief within the context of the realities of that world and technology, in our world presents intriguing narrative possibilities for characters in a fi ctional world. For example, I remember hearing Antonya Nelson speak about the possibilities offered by the advent of the cell phone, that a character can be contacted by anybody from his past at any time.
But technology in the real world is also a potential headache. If dramatic irony requires that the character know less than the reader, how does that affect a world where nearly any information is immediately accessible? Ultimately, it puts more pressure on the elements of literary fi ction–language, character, etc.–to create stories based on more than plot machinations.
One of the main influences on my writing is the work of Chilean playwright Jorge Díaz, who recently passed away. Díaz wrote for over forty years about what he called incommunication, the fundamental inability of human beings to make a meaningful connections to one another. Even in the sixties, Díaz was writing about how technology that was supposed to bring us together, in fact helped to drive us apart. For him, technological innovation merely provided confirmation of his worldview.
I think we’re going to continue to see characters who feel isolated in a world that constantly tries to convince them how un-isolated they are, characters who form barriers between themselves and the rest of the world. After all, a remote mountain cabin is no longer necessary; one can isolate oneself in the living room of a downtown apartment.
Coert Voorhees
El origen de la ciencia moderna se debe buscar en la cábala, la astrología y la alquimia y desde allí todos los signos y símbolos que intentan descifrar el espíritu humano hacen del arte y las ciencias un álgebra embrujada que encuentra respuestas a grandes interrogantes en el territorio de lo desconocido. La armonía y la exactitud que tiene la belleza en algunos casos posee mucho de poético como de matemático, depende desde donde se las mire. Son muchos los artistas que han encontrado su gran surtidor creativo en la geología, la botánica y muchos los científicos que han indagado en la poesía y la filosofía en la naturaleza un lugar para la belleza. Porque su origen y desarrollo tenían una raíz común: el mito. Por eso el futuro del arte en el contexto de la ciencia y la tecnología en un mundo globalizado será indeleble y augura grandes momentos porque no importa el tiempo y ni la latitud, el arte, al igual que la ciencia, seguirán justificando el engrandecimiento del espíritu humano y se seguirán complementando para encontrar visiones del mundo semejantes. Muchos artistas han acudido a la química, la medicina y la astronomía para enriquecer “las provisiones de metáforas” según Coleridge. ¿Qué sería de la ciencia sin metáforas? Arte y la ciencia siempre van a nacer de una observación, una comparación, un concepto y un intertexto. Desde la imitación y la hipótesis hasta desembocar en el pensamiento analógico y la comprensión de un mundo verdadero lleno de equivalencias. El pintor necesita de la geometría, el músico de la acústica y el poeta de la gramática quizás para darle un orden al universo. El matemático Poincaré, fundador de la topología y los sistemas dinámicos, afirmó que “El científico no estudia la naturaleza porque sea útil, la estudia porque se deleita con ello, y se deleita en ello porque es bella. Si la naturaleza no fuera bella no merecería ser conocida, y si la naturaleza no mereciera ser conocida, la vida no merecería ser vivida”. Así mientras exista la raza humana el arte y la ciencia la ayudarán a descifrarse a sí misma con los instrumentos necesarios que cada tiempo les otorgue y toda pregunta al corazón humano tiene tanto de poético como de científico.
Federico Díaz Granados
Las interrogaciones de la ciencia no son ajenas a las de la poesía. Ambas se cuestionan sobre la naturaleza utilizando el primer escalafón del método científico de Bacon: la observación. El científico como el poeta es un observador que se pregunta sobre el micro y macro cosmos. El primero se cuestiona y sigue adelante con su indagación, experimentando y comprobando; el segundo se pregunta nombrando su asombro en un lenguaje sutil, pero ambos vislumbran qué hay más allá de las imágenes del Hubble y qué misterios guardan los ribosomas. ¿Imaginaría Lucrecio cuando escribió De rerum natura que, en el siglo XX, el poeta y premio Nobel de química, Roald Hoffmann, encontraría belleza en moléculas complejas? La ciencia avanza vertiginosamente creando instrumentos de precisión que superan los sentidos humanos. El Gran Colisionador de Hadrones es quizá uno de los experimentos más ambiciosos de la historia de la física, que pretende cambiar nuestro entendimiento de la materia. La poesía también está en vela de un atisbo para nombrar sus hallazgos.
El poeta moderno no es distinto al escriba y al bardo de otros tiempos. Quizá el poeta del futuro no suba más sus cantos a la web ni recree los sonidos de la naturaleza utilizando conchas y piedritas de río. Quizá su registro sea sobrepasado por dispositivos ultramodernos, pero entonces como antes, su ojo quedará al centro de su proceso creativo para observar –y sobre todo para imaginar– el universo.
Wendolyn Lozano
Posted: April 19, 2012 at 6:00 pm