Dos poemas
Eduardo Mosches
EN EL SOTAVENTO
El sol se fue lentamente, desapareció
envuelto en la fría maraña que las nubes formaron,
en esa negritud que carcome la luz,
deja poco calor en las brasas de verano
antes de la lluvia.
Las gotas comenzaron a caer con la violencia
de la tormenta, en esas colinas, cercadas por el río
que crece en su volumen y la velocidad de la corriente
cargando ramas, algún perro suicida, los peces que nadan
a pesar de los químicos, los sombreros de borrachos caídos
e historias cotidianas de hombres y mujeres
que se deshojan
en esta ribera veracruzana.
Nuestro automóvil tropieza
en un camino de terracería,
que forma lagunas pequeñas, mientras las nubes se adelgazan
y vuelven a engordar,
entre algún relámpago que culebrea frente al espejo.
Al fi nal del camino nos espera la luz tibia de un encuentro,
donde los músicos llenan de colores aéreos la noche lluviosa,
el trago de aguardiente sostiene el calor del jaranero,
mientras los pies fríos y húmedos olvidan molestias
moviéndose al ritmo que el sonido hecho arpa impulsa
con las sonrisas que se desanudan, mientras la noche cae
y aparece, tímida, la primera luz.
El camino difícil ha quedado tranquilo
a la espera de otros viajeros en días soleados o con lluvia.
HUMEDAD MARINA
Caminar con los pies descalzos
sobre la arena húmeda de esta playa,
mientras ese mantón de estrellas
colgado sobre mi cabeza,
deja en el asombro a los ojos internos,
esos que observan desde hace tiempo
sobre el cemento de los edifi cios,
de mi ciudad arrebujada no pocas veces
por cerros invisibles.
Humedecer las sensaciones,
enhebrarlas al lastimado ronquido del mar,
los dedos se regodean en su baño de arena,
alguna estrella se convierte en fugaz,
mientras el can de mi soledad
cae en esa ola que desgarra,
triza en diminutas chispas de espuma
en el acantilado inmutable.
¿Puede la vida dispersarse
en el saltar aéreo de las gotas?
Sigo caminando sobre la arena húmeda
Posted: May 21, 2012 at 10:00 pm