Lo que te mantiene vivo, de Colin Minihan
Naief Yehya
Jules (Brittany Allen) y su esposa Jackie (Hannah Emily Anderson) van a pasar las vacaciones en una cabaña a la orilla de un lago para celebrar su primer aniversario de matrimonio. Jules descubre en ese viaje que ahí fue donde Jackie creció y esa no será la única revelación que la haga entender que Jackie es una desconocida. Las señales ominosas son obvias desde las primeras tomas y para cualquiera que conozca el género de los chalets remotos es evidente que nos internamos en un territorio sórdido. What Keeps you Alive (Lo que te mantiene vivo), escrita y dirigida por Colin Minihan (quien fuera parte del equipo The Vicious Brothers, con Stuart Ortiz, conocidos por escribir y dirigir la cinta de culto Grave Encounters, 2011 y su secuela, 2012), es un ejercicio sobre las convenciones del horror doméstico, la paranoia marital y el mito de la viuda negra, con la variante de estar protagonizado por una pareja lésbica, algo en lo que deliberadamente no se pone un enfoque especial. El hecho de que el director y guionista sea un hombre y Allen, sea su pareja en la vida real, podría ser visto como una apropiación de una narrativa gay, por lo que optan por mostrarlo como una relación común.
Jackie nunca le contó a Jules de la cabaña ni tampoco le mencionó su destreza con las armas de fuego o punzocortantes ni mencionó los hechos inquietantes que tuvieron lugar ahí, incluyendo la sospechosa muerte en el lago de su mejor amiga. La tensión va aumentando vertiginosamente al tiempo en que Minihan va sembrando las claves del thriller de manera un tanto formulaica: un rifle sobre la chimenea, una vecina ansiosa que vive del otro lado del lago, inyecciones de insulina y un precipicio. La vecina, Sarah (Martha MacIsaac), toca a la puerta a mitad de la noche, interrumpiéndolas mientras están en la cama y al ver a Jackie la llama Megan, lo cual no sólo rompe la intimidad sino que desconcierta a Jules. El acto sexual inconcluso parece tener algo que ver con la descomposición o transformación de Jackie, pero no hay evidencias de ello. A la mañana siguiente Jackie explica que al salir del closet decidió cambiarse de nombre y romper con su identidad precedente. Se reconcilian, y poco después lleva a Jules a practicar tiro y a conocer a su lugar favorito en el mundo: una colina con una vista formidable y un precipicio. Aquí es imposible evitar un spoiler ya que el giro dramático depende de lo sucedido. Tan sólo digamos que Jackie intenta quedar viuda con un sólo empujón.
El realizador canadiense, Minihan, maneja bien la angustia y desesperación de Jules, la sorpresa de la traición, el miedo y la supervivencia como estímulo primigenio. Así, mientras Jules trata de esconderse, escapar, reacomodarse los huesos dislocados y curarse las heridas también debe de sobreponerse al desamor. Hay una inversión de roles, Jules, quien al inicio tiene una actitud más masculina (el papel originalmente fue escrito para un hombre) está aterrorizada mientras que Jackie abandona su feminidad, adopta la frialdad calculadora de un cazador y se arma con un muy fálico cuchillo. La cámara se desliza por las laderas y el bosque ofreciendo planos nerviosos, cerrados y vibrantes close ups de Jules mientras que muestra a Jackie en tomas largas, con aplomo y seguridad, buscando a su presa. Jackie ha matado antes, lo hace con confianza y placer, e incluso practica como una actriz la llamada a las autoridades. Su llanto desconsolado parece honesto pero para llamar tiene antes que acabar con su esposa. Y ahí se magnifica la tragedia de Jules: ni siquiera en eso es única.
El thriller psicológico da paso a una vertiginosa cinta de acción y supervivencia, que a su vez desemboca en una tercera parte, un slasher de errores y decisiones absurdas. Una vez que Jules logra regresar a la cabaña, escapando a una esposa que sabe seguir rastros y matar bestias, la lógica se ve trastornada por decisiones incoherentes e irracionales de ambas. O bien la asesina tan sólo quiere torturar a su presa o la víctima quiere vengarse en vez de escapar. Esto no tiene sentido porque el primer impulso, o quizás el plan inicial de Jackie era matar a Jules instantáneamente de una caída. De ahí que más que una cinta de una psicótica criminal o de una fría asesina serial tenemos una metáfora de la crueldad de una relación disfuncional. Esto mismo podríamos haber interpretado de aquella tortuosa relación entre una mujer (también interpretada por Allen) y un zombi que la persigue por el desierto en la fallida pero visualmente atractiva It Stains the Sand Red (Minihan, 2016). La persecución en canoa enfatiza el carácter pesadillesco de la historia (así como los regresos al acantilado parecen emblemáticos de un sueño recurrente) pero también pone en evidencia que no estamos navegando en un universo realista sino en una proyección de los miedos e inseguridades de la pareja, de ahí que Jules sea salvada al reencontrar a Sarah y su marido quienes las invitan a una cena.
Aunque Minihan tiene un talento innegable para crear imágenes memorables, no logra crear un personaje psicótico creíble, Jackie no puede ser explicada más que como una especie de Dr. Jekyll (Jackie-Jekyll) y Mr. Hyde, no se ofrece ninguna clave para descifrar el porqué de sus deseos criminales, ya sea que esté reflejando un trauma, exorcizando un miedo o simplemente expresando su maldad casi satánica, y de ahí que haya una tentación frustrante de evocar El despertar del diablo-Evil Dead (Sam Raimi, 1981). De tal forma la villana es una caricatura, un engendro de otro tiempo que no necesita ser entendido sino tan sólo temido, es una asesina que no puede ganar nada de sus crímenes, que no exige nada a cambio de sus sacrificios ni pide compasión. Ni siquiera tenemos la ambición escaladora sin límite de Amy, la escabullidiza y siniestra esposa, de Gone Girl–Perdida (David Fincher, 2014). Quizás su recompensa es únicamente alimentar un síndrome de Münchhausen. Probablemente su intento de homicidio se debe únicamente a que Jules comienza a inquietarse y a sospechar de ella.
Sin embargo, la frase que da título al filme viene de un supuesto recuerdo de Jackie, quien cuenta que su padre le enseñó que nunca debía cazar por deporte sino para sobrevivir, únicamente debía matar “lo que te mantenga viva”. Jamás queda claro en qué sentido matar a sus parejas la mantiene viva. Y esto es particularmente perturbador en un filme en el que víctima y victimaria van juntas a una cena, o la primera le da un baño a la segunda para limpiar la sangre seca y el lodo acumulado en la persecución. La intimidad se vuelve una cercanía insoportable, como puede ser la convivencia forzada en una pareja que ha perdido el amor y ha convertido la domesticidad en un tormento. Los breves flashbacks de la felicidad conyugal no dan señales ni claves de descomposición amenazante o de la naturaleza violenta de Jackie. Así que tan sólo quedamos con el placer morboso de verlas desgarrarse mutuamente. El cuarto largometraje de Minihan sigue aparentemente en la línea estridente y provocadora de sus trabajos anteriores pero en realidad es mucho más importante por su sutil estudio de la complicidad, la confianza traicionada, el rencor y los deseos de venganza en una ruptura sentimental, lo cual puede o no ser un orgullo para un cineasta que comienza a hacer una carrera con cintas violentas y sanguinarias.
Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Entre sus libros recientes están: Las cenizas y las cosas (Random, 2017), Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Razón. Twitter: @nyehya
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Posted: September 2, 2018 at 8:53 pm