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Material No-Humano

Material No-Humano

Giovanna Rivero

Gracias a la recomendación de una amiga veo el documental John buscaba aliens (2020), dirigido por Matthew Killip. Mientras me entrego a la maravilla que es esa historia, pienso en un tío mío que ha estado esperando un contacto extraterrestre desde que pudo interrogar a la inmensidad cósmica por las luces que allí habitan. Imagino que todos quienes sinceramente anhelan vivir esa experiencia se alegraron, hace muy poco, por los testimonios de tres ex oficiales de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que aseguraban conocer fácticamente material “no humano” de otros mundos. Pues bien, han venido. Y esto, lejos de ser un contacto efímero, parece ser una conversación con data de por lo menos un siglo.

Si yo fuera amiga de John Shepherd, el astrónomo amateur que buscaba aliens, lo llamaría para decirle que tengo muchas ganas de visitarlo en su cabaña, al norte de Michigan. He visto el documental sobre tu vida, sobre tus búsquedas, le diría. Me parece que tenemos que celebrar, le insistiría. No siempre sucede que el utópico anhelo vea en el plano pueril de la vida su esperada concreción. Quizás ahora, John queridísimo, te enterés de que la música que usaste para llamar a las desconocidas criaturas de otras galaxias dio resultado. Al fin y al cabo, eso que parece un cliché –la música es el lenguaje universal– tiene base científica: las ondas, el tipo de vibración capaz de modificar las emociones y las respuestas psíquicas, pueden también convocar a inteligencias extraterrenas. Fue la música, le diría a John, fue el Spotify de tu corazón el que ha abierto este increíble portal. Sí, el amor con el que vos, John, les ofrecías a los misteriosos seres del cosmos un poquito de ritmo –“este es el Proyecto STRAT Earth Station One, transmitiéndote desde el hermoso noroeste de Michigan. Aquí un poco de reggae para alegrarles la tarde”– ha permitido este diálogo. ¡Qué lujo de disc jockey astral!

Con John, en efecto, conversaría sobre eso que por ahora la raza humana considera una otredad radical. El “material no humano” que está confinado en laboratorios impenetrables ¿acaso no pone en entredicho nuestro geocentrismo? Y es que, aunque han pasado cuatro siglos desde que Galileo Galilei anunciara la gran herida humana: no somos el centro del universo, pareciera que sigue en curso el juicio romano por el cual se le obligó a abjurar de esa magnífica verdad. Por eso creo que la era geocéntrica continúa reinando en la subjetividad planetaria. Y por eso creo que este gran encuentro con el “material no humano” constituye una oportunidad espiritual preciosa, justo ahora, cuando más la necesitábamos. Liberarnos de la soledad cósmica, mirar con humildad los cuerpos celestes y repensar con cuidado la idea de colonizar el lado oscuro de la luna, el agua subterránea de Marte, los minerales de Venus o de cualquier estrella, son aspectos por abordar en este siglo.

¿Nada de lo humano me es ajeno?

Así hizo decir a un personaje suyo el dramaturgo Publio Terencio Africano. Nada de lo humano me es ajeno… Es, sin duda, una gran frase: subraya nuestra pertenencia a un género en toda su complejidad, con sus contradicciones, pudores y victorias. Por eso mismo, también las experiencias sobrenaturales deberían ser consideradas parte legítima de nuestro gran relato. Sin embargo, por lo general, los testimonios de muchas de las personas que afirman haber vivido un “encuentro cercano del tercer tipo” son recibidos con escepticismo, en el mejor de los casos, o con burlas y subestimación, casi siempre. Para muchos, la aseveración de que otras inteligencias y otros cuerpos se han acercado a mirar nuestros rostros terrestres merece llevar la etiqueta menor de “leyenda urbana”. Y aunque yo nunca he tenido que lidiar con una visita extraterrena, imagino que, después de eso, una persona se convierte en alguien distinto, alguien quizás dolorosamente otro/a. Así le sucedió a un contactado en Argentina, cuya verdad, afortunadamente, ha terminado por iluminar la penumbra de esta larga espera:

El filme Testigo de otro mundo (2018), dirigido por Alan Stivelman, y basado en el libro Detrás de la niebla (2018), escrito por el médico psiquiatra, Néstor Berlanda, aborda las secuelas de uno de los casos de abducción más importantes en Sudamérica. En septiembre de 1978, Juan Pérez, un niño gaucho que se dirigía a caballo hacia su escuela en Venado Tuerto, fue abducido por un ovni. La experiencia de esa madrugada marcaría el resto de su existencia, convirtiéndolo en un hombre ensimismado, un ajeno entre los suyos. La sistemática impugnación de su verdad, el desprecio de sus compañeros y luego la mirada suspicaz, como seguramente miraban a los aquejados por la lepra durante los primeros años del cristianismo, hicieron de Juan Pérez un sujeto trashumante. Huía, por supuesto, de sus semejantes, se replegaba en un centro de sí que tampoco le pertenecía del todo, pues los otros ‘visitantes’ lo conocían y se hacían ver de cuando en cuando, ya fuera en los terribles sueños lúcidos o levitando en el atardecer del campo, guiando incluso su sostenida errancia. Gracias al acercamiento sincero de Stivelman y del astrofísico, Jacques Vallée, hace pocos años Juan pudo visitar sus raíces guaraníes en Paraguay, y este encuentro –también extraordinario– le permitió comprender que el contacto con seres de otros mundos no es infrecuente y, lejos de eso, forma parte del imaginario y la vida psíquica de muchos grupos étnicos en distintas regiones del planeta. Es el blanqueamiento de estos testimonios, que escapan a la antiquísima lógica cartesiana y sus derivados de la razón, lo que ha apagado en nuestros corazones la capacidad de creer, la posibilidad de conversar con instancias que nos exigen despegar la vista del ombligo centrípeto alrededor del cual gravitamos.

“Existen dos posibilidades: o que estemos solos en el universo o que estemos acompañados. Ambas son igualmente aterradoras”, dijo el escritor británico, Arthur Clarke, autor de Una odisea en el espacio (1968). Quizás Arthur hoy reconsideraría ese dilema, quizás hoy apostaría por la esperanza que entraña este gran encuentro de mundos. Probablemente ese gran otro, hermano cósmico, finalmente nos haga comprender que la raza humana ha perdido demasiado tiempo en ridículas polarizaciones. El material no humano es el espejo que nos devolverá los rasgos de la faz que hemos construido a través de todos los eones.

 

-Foto de NASA en Unsplash

 

Giovanna Rivero (Bolivia). Es doctora en literatura hispanoamericana por la University of Florida. Es autora de los libros de cuentos Tierra fresca de su tumba (2020) y Para comerte mejor (2015), y de la novela 98 segundos sin sombra (2014), entre otros libros. Fue seleccionada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de “Los 25 Secretos Literarios Mejor Guardados de América Latina” (2011). Académica independiente. Junto a Magela Baudoin y Mariana Ríos dirige Editorial Mantis. Coordina talleres de escritura y lectura online. https://giovannarivero.com/

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Posted: August 14, 2023 at 10:21 pm

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