Nacer muerto y morir escritor
Ricardo López Si
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Leer y escribir siguen siendo una de las
pocas formas respetables de la soledad.
Rodrigo Fresán
Me conmovió sobremanera descubrir que el título de Dios fulmine a la que escriba sobre mí, de Aura García-Junco, bebe deliberadamente de una de las notas que dejó el novelista y dramaturgo escocés J.M. Barrie y que luego fue recuperada por Rodrigo Fresán en uno de los epígrafes de los Jardines de Kensington, esa suerte de biografía especulativa sobre el creador del personaje de Peter Pan: «Dios fulmine a todo aquel que escriba una biografía sobre mí».
Apenas una semana antes había experimentado una sensación similar cuando Leila Guerriero dijo en su incursión por el Hotel Jorge Juan, el podcast de Javier Aznar en Vanity Fair, que dos de los mejores libros que había leído en todo el año pasado venían por recomendación expresa del propio Fresán, a quien tiene en altísima estima como colega de ruta, lector y puede que como cómplice: Amor sin fin, de Scott Spencer, y La conejera, de Tess Gunty.
Esto no hace más que reafirmar el hecho de que, como sugería Enrique Vila-Matas, Fresán está convertido desde hace tiempo en el mejor prescriptor de su generación. Por suerte, la anterior aseveración no rivaliza con otra quizá menos arriesgada: Fresán también es el mejor escritor pop de su generación. De hecho, recuerdo haber llegado a la obra del periodista, novelista y ensayista argentino por un titular que lo legitima como el «Borges pop», epítome inexacto a sus ojos, puesto que Borges ya era pop.
Para constatar lo segundo, aterricé en la primera novela de Fresán, Esperanto, la historia de un músico de treinta y cinco años atormentado por el enigma de su apellido y la imagen de James Dean, cuya reedición a cargo de Random House proponía como portada aquella mítica postal de Bob Dylan leyendo el periódico, cortesía del gran cineasta y fotógrafo Barry Feinstein. Coctel pop donde los haya.
El caso es que si bien Esperanto me parecía una novela con una prosa ingeniosa y con palos inolvidables al sonido grunge que abanderaba Kurt Cobain y al constante autorrevisionismo del rock, lo de la analogía con Borges me pareció realmente patente tras devorarme su trilogía sobre la creación literaria y la memoria, compuesta por La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada, todas protagonizadas por el Escritor, un alter ego oscilante que lo mismo desnuda las manías que las aversiones del propio Fresán.
Es muy difícil resaltar ideas y párrafos por encima de otros, pero a Fresán le debemos la digresión más conmovedora sobre las bibliotecas como organismos vivos y en constante expansión en La parte inventada, los sueños como una especia de anexo o ático del oficio de escritor en La parte soñada y la buena lectura como el arte de abrir la boca bajo el agua y de pronto descubrir que se puede respirar —una reinterpretación de la frase más citada de Francis Scott Fitzgerald— en La parte recordada.
A mí, en general, me da un poco de pena que se recurra tanto a su figura a partir del mito del «amigo de Robert Bolaño», rol que desempeñó venturosamente de 1999 a 2003, el año de la muerte del escrito chileno. Recuerdo haber visto una entrevista en Casa de América en la que Fresán admitía sentirse medianamente desnortado ante el hecho de que la vida posterior de Bolaño sea más grande que su experiencia personal como amigo y que, contrario a lo que se pensaba, cuando se juntaban no andaban por ahí con capas, hablando de alta literatura. Cosa que cuesta creer, para ser sinceros. Y no tanto por Bolaño, sino por Fresán, que alguna vez dijo que en sus libros estaba volcada toda su vida.
Por último, no quisiera olvidarme de su faceta más infravalorada: la de periodista musical. Y aquí, para congraciarme con él y no desatar viejos fantasmas, voy a pasar de Bob Dylan, su gran ídolo. El tema es que, como todo dylanófilo radical y después del revuelo que provocó al profetizar el Nobel para el bardo oriundo de Minnesota, ya le gusta hablar más bien poco de Dylan, excepto en sus libros. Lo que sí me gustaría traer a cuento como mero dato anecdótico es que, tras leer una entrevista que le hicieron en Jot Down, me descubrió a Ray Davies, el líder y vocalista de los Kinks, como uno de los «grandes contadores de historias del siglo XX» y el responsable de proponer «una tercera vía al gran duelo Beatles vs. Rolling Stones, siendo claramente el mejor letrista de todos ellos». De ese tipo de cosas uno no se olvida nunca.
Todo esto para no hablar de la circunstancia que, literalmente, ha marcado su andadura vital e intelectual: el hecho de que nació clínicamente muerto. Y argentino, evidentemente. De momento, habiendo reflexionado a profundidad sobre aquel singular acontecimiento en La parte inventada, lo único que espera es morir escritor.
Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi
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Posted: February 26, 2024 at 11:36 pm