Paralelismo áspero
Iltze Bautista
• Jorge Boone/Julián Herbert,
El polvo que levantan las botas
de los muertos,
Filo de caballos,
México, 2013
Los paisajes del norte de México se caracterizan por la aridez del calor seco; un aire casi irrespirable y el aroma de la tierra mezclado con el humo de la guerra. En los últimos años la mayor cantidad de muertes ha ocurrido en esa zona, un espacio desde siempre acosado por el eco de las balas que se esconden en los llanos destinados al olvido de los muertos. De esa trinchera, roja aún por el calor del fuego enemigo, escriben Luis Jorge Boone y Julián Herbert, quienes nos recuerdan la inestabilidad que se vivió en Coahuila durante la primera década del siglo XX.
El polvo que levantan las botas de los muertos (Filo de caballos, 2013) retrata la revolución mexicana desde personajes olvidados en el mapa de la historia nacional, hombres cuya entrega se queda en la fantasiosa memoria de una época plagada de héroes y villanos anónimos; dos relatos que presentan el momento posterior a la muerte de Madero a través de los últimos días de un par de hombres resignados a su destino.
El primero de los relatos (Breve fuego de disparos nocturnos) cuenta la historia de un sujeto cuya muerte fue dibujada desde su infancia. Ya en los primeros párrafos se adivina la redondez del contenido, además de invitar al lector a sumergirse en la intimidad del pensamiento de un hombre con la sentencia de muerte escrita en los sueños donde se le presentaba su destino. El relato de Boone posee el ritmo de la espera casi eterna, de las horas en silencio, las posturas incómodas, el deseo de que algo, cualquier cosa, transforme esa quietud inhabitable. La narración va y viene entre el presente del personaje, sus recuerdos y la visión de su quehacer en la vida.
En el trabajo de Boone, tanto en poesía como en cuento, se hacen presentes las caracolas de la mente, entretejidas con acciones a veces mínimas, a veces esenciales para el desarrollo de la historia. El peso de lo que viven los protagonistas es apenas más importante que aquello que genera dichas acciones, el ruido de la mente lo llena todo de un sinfín de posibilidades imaginadas, como sucede en la mayoría de los textos que conforman La noche caníbal (FCE, 2008), o mediante la copia burlona de sujetos estereotipados casi por voluntad propia (Largas filas de gente rara, FCE, 2012). Las líneas de este relato ofrecen al lector no sólo la vigilia de un cuidador en espera de su desaparición sino un espejo con nuestra realidad.
El siguiente texto, escrito por Julián Herbet, cuenta el ingreso de un intelectual en las filas del ejército carrancista. Contrario a lo que sucede con el cuento anterior donde todo parece haber sido trazado desde un círculo inalterable, el autor se vale de una historia lineal para hablar de las transformaciones obligadas cuando se vive en estado de guerra.
Un día de fiebre, es la historia de un sujeto con ambición académica cuya vida se ve alterada por la irrupción de la revolución mexicana, obligándolo a tomar un revólver que no sabía usar pero que limpiaba escrupulosamente durante los días oscilantes entre el ataque repentino y la quietud. Con el tiempo, Gabriel Calzada, se transforma en un hombre de retiradas militares y rigidez de paisajes áridos, aunque muchas veces el miedo le recuerde que sólo es un corrector de pruebas. La narrativa vertiginosa de Herbert se torna medida y escrupulosa, los placeres de la fiesta tan plasmados en trabajos anteriores se convierten en perfeccionismo e incertidumbre.
El polvo que levantan las botas de los muertos revive fragmentos de una historia nacional donde las traiciones, la muerte violenta e injusta, las emboscadas y la calma densa que antecede a la tormenta, son el pan de cada día. Pese a tratarse de anécdotas enmarcadas en tiempos revolucionarios, el aroma a pólvora en el norte del país sigue estando tan presente como en aquellos años.
Posted: August 25, 2014 at 9:30 pm