XXXV: Queja
Pura López Colomé
*Este poema de Pura López Colomé forma parte del poemario Via Corporis,
poemario acompañado con placas radiográficas de Guillermo Arreola.
Escondida ante el espejo.
Partida en dos
la cavidad del espíritu,
y en pedacitos
todas y cada una de sus letras:
la gruta limen
sin guía de acceso, sin pasillos
que se enciendan al hollarse,
cuyas rutas, vericuetos,
selváticas circunvoluciones,
solamente recorran
de ida y vuelta
quienes pueblan las ideas.
O no en dos: en tres,
cincelada la regla de,
o mejor aún, cuadrada de raíz,
en busca de pruebas (asideros)
lógicas moradas del sentido común,
cenote hondísimo de agua azul turquesa:
ahí estoy, estoy, aunque me duela,
no es un mareo ni está temblando,
trepana el hueso redondeado
no una sierra
ni herramienta de horadar,
no “mano del hombre”:
nada por fuera,
violencia fina con filo,
un dolor animal,
que abre apenas el obturador de un ojo (más allá del infinito),
mientras el otro, el ciego, dobla el cuello
hasta escurrir la materia purulenta
del amar,
del elevar sentimental
que abreve entre las nubes.
Saciar una sed, una sed…
[…] una sed de verso real:incapaz de detenerme ante la muerte,
y descubrir su tesoro significado.
He llegado, sin partir, a lo que siempre quise:
se me ha concedido,
entre ficticios algodones,
una felicidad que mata.
No hay morfina que valga.
Sólo una mortecina luz.
¿Muscular u óseo? Ambos. ¿Localizable en un punto o en toda una zona? Las dos cosas. ¿Y su intensidad, en una escala del uno al diez? Todas y ninguna: del uno al diez, en ascenso, del diez al uno (fugaz ahí) en descenso, para volver a subir, montaña rusa cum rueda de la fortuna, golpe de dados vertiginoso e imparable… De rodillas pido la oscuridad total, una habitación con las cortinas gruesas bien corridas, sin el menor resquicio de claridad. Un piso helado donde echarme pecho tierra. Me pongo a contar por dentro, a repetir una palabra miles de veces (me arrepiento, me arrepiento, mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa) sin despegar los labios; a rezarle en silencio al silencio, ofreciéndole todo a cambio de su presencia y permanencia, que sea el absoluto que se revela, que revele que la muerte es el tiempo: arrastrarme en peregrinación carente de destino, dejar de saborear, a llevar vida de asceta a cabalidad, en fin, en fin, en fin. Renunciar al mundo. Y más que nada, dar cabida a la nitidez de la conciencia, nacer parábola, a cambio de la turbiedad de las pasiones.
Boca en forma de corazón.
Corazón, boca en vilo.
Calma
a punto de sonreír,
sólo a punto,
torbellino invertido.
Y de qué modo.
De buenas a primeras en cascada
el chorro de sueños e imágenes
de las alturas, las suyas,
de la corona a la coronilla.
Limpieza a fondo.
Fomentos y masajes en las sienes logran reducir el malestar. No sólo vuelve a dar sueño: se inicia el hundimiento profundo. Me gustaría convencerte de que no estás pagando por alguna mala acción. No se trata de un castigo, sino una equivocación metabólica. Hacen falta ciertos minerales. Así de simple. Una mina el cuerpo. Con o sin. Entre la tomografía y la resonancia magnética, se distinguen unas sombras extrañas, ninguna presencia agresiva disfrazada, un tumor. Esas siluetas oscuras, informes, se deslizan, cosa rara, poseen movimiento propio, presencias sutiles, nada, cosa rara, presencias sutiles, nada, cosa rara, presencias sutiles, nada, presencias, nada, sutiles, nada, cosa, nada, rara nada.
Comienzo a hablar de atrás para adelante.
La lengua entumecida, los ojos a media asta.
Comienzo a hablar de la otra vida.
No del misterio.
La que conozco, y me aguarda.
Como si me hubieran dado un golpe, pero no.
Como si me hubieran cincelado el cráneo
y por ningún lado apareciera el instrumento de tortura.
Como si viviera en otra esfera a plenitud.
A plenitud. Otra esfera. Si viviera.
(Se le empezó a caer el pelo sin motivo. Familiares y amigos la llamaban, circensemente, la única mujer calva y joven: tu vocación, reina, es la de maestra de ceremonias del gran espectáculo, el de la saga genealógica. Todo lo demás de aquella figura, acrobática por cierto, en orden, normal . Sólo fallaba, lástima, ese componente nada abstracto. A nadie se le ocurrió la posibilidad de un desequilibrio “asintomático” allá en las alturas. Pobre monigote cuya cabeza lisa era la cereza del pastel. Caminaba, ligera, sobre los cables, soñando en un “cabello de oro ensortijado”. De pronto, los mechones de aquel ángel habían comenzado a quedársele entre los dedos, a circular cual líquido, sin agua va. En fuga… hacia su ningún lado, la perfección hecha carne. Como el verbo.
Verbales
insultos
insulsos
recorren
los aires.
Salen volando ataviados: son torres,
alfiles,
peones.
En qué sitio preciso nos hallamos,
brincando de flor en flor,
suspendidos o
deslizándonos en diagonal.
Creyendo avanzar.
Echando chispas,
rayos y centellas
del pensamiento encadenado queriéndose zafar y andar a solas, hacer fricción, y salir disparado al color malva, violáceo, amatista, cuarzo en añicos, luces de Bengala que brillen en lo negro
extirpando hasta la menor huella
de confusión.)
“¿Hay una vida antes de la muerte?”
Respondo transustanciada
en piezas diversas
de un vulgar juego de mesa,
abierta de capa,
multiplicando estrategias,
o poniéndome de blanco único:
queja jaque queja jaque
acorralada
entre la espada irreconocible
y la pared del vacío reconocible.
Rumbo a un despertar seguro.
Donde no se sienta nada.
Noli timere. Noli tangere. Non plus ultra. Non serviam. Non sequitur.
Sequitur-serviam-ultra-plus-tangere-timere-timere-timere-jaque-queja-jaque-ca-ex-infernis
Pura López Colomé es poeta y traductora. Por su obra poética recibió el Premio Xavier Villaurrutia 2007.
Posted: February 26, 2015 at 6:56 am