Essay
¿Por qué el cerebro nos cuenta historias cuando dormimos?

¿Por qué el cerebro nos cuenta historias cuando dormimos?

Efraín Villanueva

[Este artículo pertenece a Curiositas, una serie para saciar nuestra curiosidad y maravillarnos explorando los porqués y cómos de nuestro mundo y nuestra conexión con lo que nos rodea]

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Al otro lado de la línea, la voz de la agente literaria de H. Aunque apenas he pronunciado palabra, está convencida de que llamé –aunque no estoy seguro de haber sido yo quien iniciara la llamada– porque me interesa visitar a H en su retiro. Abrumado por la rapidez de sus palabras, guardo silencio y ella lo asume como un acuerdo. Entre las fechas, números de vuelo e instrucciones que me da, lo que más resuena es el alivio de su voz, segura de que H necesita contacto humano desesperadamente.

En su cabaña, H no me reconoce ni entiende mi presencia. Me inquieto. Alza la voz y demanda que me identifique. Me siento amenazado. Le recuerdo que fui su alumno. Le hablo de las cervezas que compartimos junto a crispetas gratuitas. Le enseño fotos que él, mis compañeras y yo nos tomamos. Le señalo nuestras conversaciones digitales. Me desespero. Hurgo en su biblioteca y le muestro un manuscrito de mi autoría que me ayudó a corregir. Nada lo convence. Cuestiono mi cordura. Mi madre entra a la cabaña y se encierra con H en su habitación. Confundido y abandonado, lo único que deseo es desaparecer. Despierto.

Aunque no existe una definición universal del sueño, Francesca Siclari, del Instituto Holandés de Neurociencia, los cataloga como “experiencias que ocurren mientras duermes”. Siclari se refiere a que los sueños que presentan imágenes realistas, como el mío con H, se sienten como la vida misma, aunque no lo sean. Y al ser capaces de provocar emociones en el soñador, su vivencia es subjetiva.

Expertos como Siclari pueden medir la actividad cerebral y corporal de los participantes de sus estudios, pero principalmente dependen de los reportes de los soñadores, como lo advierte Antonio Zadra, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Medicina del sueño de la Universidad de Montreal. Esta información puede incluir imperfecciones en lo que recuerdan, o creen recordar, y estar viciada por sus interpretaciones. Por ello, ningún estudioso de los sueños, hasta ahora, se atreve a ofrecer conclusiones irrefutables sobre su funcionamiento.

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En la angustia de mis noches de insomnio, desearía alcanzar un estado de hibernación inmediato, como un computador portátil al cerrarlo. Desafortunadamente, pasar de la vigilia al sueño no ocurre en un parpadeo. Primero se inicia un adormecimiento paulatino: los músculos se relajan, la actividad cerebral disminuye, el metabolismo decrece, el ritmo cardiaco y la respiración se ralentizan. Cuando las actividades corporales y neuronales se reducen al mínimo, entramos en un sueño profundo.
En la segunda fase del sueño, solo músculos pequeños, como los de la cara, pueden moverse –una parálisis necesaria para que el cuerpo no actúe lo que soñamos. El ritmo cardiaco y la respiración se aceleran. Los ojos se mueven rápidamente –por esto se le llama fase MOR (movimientos oculares rápidos)– y las funciones cognitivas y visuales del cerebro se reactivan. Estamos despiertos, pero dormidos, “un estado de conciencia alterado”, como lo define David Eagleman, neurocientífico de la Universidad de Stanford. Ambas fases se repiten en un ciclo que ocurre hasta seis veces por noche.

En mis noches de insomnio, mi cerebro se dedica a tomar una inquietud diminuta [el nacimiento de mi primogénito se aproxima, no hemos elegido el nombre] para montarla en un columpio de feria y darle una vuelta apaciguada [¿sufrirá de acoso escolar por llevar un nombre colombiano y un apellido alemán?], y otra más enérgica que me lleva, cada vez más rápido, de vuelta [¿me recriminará por darle ese nombre?] en vuelta [¿me odiará por haberlo traído al mundo a sufrir?] hasta transformarla en un problema de proporciones épicas [¿cometimos un error creando vida?].

Este carrusel interminable es la red predeterminada del cerebro, como lo explica Ethan Kross, sicólogo de la Universidad de Columbia, en su libro Cháchara. Esta red produce “la actividad a la que nuestro cerebro regresa automáticamente cuando no estamos ocupados”. Es la voz que se activa en momentos de estrés, en noches de insomnio. Pero también mientras soñamos. Nos lleva de un punto a otro porque nuestros conocimientos, memorias y experiencias están interconectadas. Y nuestro cerebro ha resuelto que la mejor forma de navegar estas conexiones es a través de una narrativa, lo que lo convierte en una máquina que cuenta historias.

La red predeterminada también es responsable de que los pensamientos, memorias, preocupaciones y experiencias reales que conforman los sueños tengan un tono hiperrealista, surrealista o ilógico. Como su actividad se incrementa mientras soñamos –y la de la red ejecutiva, mucho más racional, se reduce–, no solemos soñarnos leyendo un libro o usando nuestros celulares. Pero sí con que se nos caen los dientes o volamos. Soñé con H y con mi madre porque recientemente hablé con ellos y, como las conexiones sinápticas del cerebro son “flojas” durante el sueño, se tiñó de una narrativa falsa en la que H se ha retirado y tiene sexo con mi madre.

Robert Stickgold, uno de los pioneros de la investigación contemporánea sobre sueños, sugiere que, aunque los sueños “extraños” son los que más recordamos, la mayoría de las veces soñamos con situaciones realistas. Los participantes de uno de sus estudios jugaron Tetris todo el día y, más tarde, cuando se les despertó durante la fase MOR, 60% de ellos reportó haber tenido sueños en los que jugaban Tetris. Francesca Siclari ha notado resultados similares: “muchas veces, en nuestros experimentos en laboratorios, [nuestros pacientes] tienen sueños con cables y electrodos”.

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A Sabeth le conté mi sueño en cuanto desperté. Primariamente porque es ley colombiana contar los sueños que no queremos que se hagan realidad. Pero también para que su recuerdo no se deshiciera minutos después de despertar –un conocimiento empírico que hoy sé que está respaldado por la ciencia. Durante los sueños de la fase MOR, solo la memoria a corto plazo está activa y al pasar a la siguiente fase del sueño, su rastro se habrá perdido –quienes aseguran no soñar, en realidad no recuerdan haberlo hecho. Recuerdo el sueño con H porque desperté mientras lo soñaba y lo perpetué porque al contárselo a Sabeth lo registré conscientemente en mi memoria de largo plazo.

Contar el sueño fue volver a sentir las emociones que viví durante el sueño. La confusión por el retiro de H. La preocupación por su estado emocional. La angustia de ser olvidado. El desconcierto por su cercanía con mi madre. Los sueños tienen una carga emocional que puede perdurar horas después de despertar porque el sistema límbico, capaz de abrumarnos o alegrarnos en la vida real, o al leer un libro de ficción, o escuchar una canción, es también el encargado de procesar los sueños.

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¿Por qué el cerebro nos cuenta historias cuando dormimos? Basado en la observación de sus pacientes, Sigmund Freud propuso que los sueños son manifestaciones de deseos inconscientes. Una teoría no respaldada por estudios formales y disputada por la ciencia contemporánea en parte porque los diagnósticos freudianos no permiten contrapeso: un hombre que sueña con un objeto fálico probablemente tiene deseos homosexuales y si los niega es porque son deseos reprimidos. Bill Domhoff, antiguo profesor de sicología de la Universidad de California en Santa Cruz, le otorga, sin embargo, cierto mérito a Freud: su inquietud por descubrir por qué evolucionamos para soñar inspiró la investigación en el área de los sueños.

Stickgold tiene dos teorías sobre la razón por la que soñamos. En la primera, los sueños ayudan a consolidar la memoria, incluso de cosas que no recordamos conscientemente. En su experimento con Tetris, algunos soñadores con amnesia no recordaban haberlo jugado. Pero si se les despertaba mientras soñaban, reportaban estar jugando Tetris. La segunda: los sueños sirven para procesar y liberarse de la carga emocional del día (por ello no incluirían imágenes cotidianas). Que víctimas de estrés postraumáticos suelan soñar con réplicas de sus traumas indicaría que sus cerebros no pueden procesar lo que les pasó ni crear nuevas asociaciones para ayudarles a sanar.

Para Zadra, coautor junto a Stickgold de Cuando el cerebro sueña, los sueños también ayudarían a consolidar el aprendizaje. En un estudio, se les pidió a los participantes jugar un juego con laberintos y tomar una siesta. Los soñadores que reportaron haber soñado que jugaban, lograron un mejor desempeño en el juego la segunda vez. De forma similar, los sueños ayudarían a reforzar nuestro entendimiento del mundo. El cerebro examina nuestras reacciones cognitivas y emocionales y decide cuáles asociaciones son útiles para situaciones el futuro. “Despertamos, literalmente, con una comprensión algo más clara de nosotros mismos y del mundo”, asegura Zadra.

Eagleman y Don Vaughan basan su teoría en la plasticidad del cerebro. Si, por ejemplo, a una persona sana se le vendan los ojos, la corteza visual (a cargo de la visión) cesa su actividad y, en solo una hora, las áreas del cerebro que administran los otros sentidos la “invaden”. Como dormimos con los ojos cerrados, la corteza virtual se protege de ese asedio produciendo “protectores de pantalla” que llamamos sueños. Esta teoría parece contar con un respaldo tripartito: 1) entre mayor plasticidad cerebral tenga un primate, más sueña; 2) como la plasticidad disminuye a medida que envejecemos, la corteza visual tiene menos razones para preocuparse y produce menos sueños –la evidencia demuestra que entre más viejos somos, menos soñamos; 3) las personas ciegas no sueñan con imágenes, pero sí con estímulos del resto de los sentidos, pues su corteza visual ya está siendo utilizada por ellos.

¿Por qué nuestro cerebro nos pone a soñar? No existe una respuesta definitiva, pero lo más probable es que los sueños tengan más de un propósito.

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¿Qué significado tienen los sueños? Para Domhoff, carecen de uno, son solo un producto secundario del procesamiento del cerebro para prepararnos para el día siguiente. El consenso científico, sin embargo, no descarta que los sueños sean un análisis subconsciente de nuestras vidas. Pero la interpretación que les demos estará sesgada por lo que recordemos, o creamos recordar de ellos, por las decisiones narrativas que tomamos para darles un sentido más claro al contarlos a otros o a nosotros mismos. En últimas, los sueños no tienen un significado inherente, solo aquel que les otorgamos, como lo haría un paciente analizando manchas del Test de Rorschach.

La ráfaga emocional que sentí al despertar me convenció de que el sueño con H escondía un significado que necesitaba descubrir. ¿Era el retiro de H una alerta del estancamiento de mi carrera literaria? ¿O representaba el sueño el miedo del discípulo que teme la falta de reconocimiento y el olvido del maestro que admira? ¿O simbolizaba algo mucho menos obvio?

Esa exaltación inicial se redujo cuando aprendí que el sueño es producto de la actividad de mi sistema límbico, la digestión de lo vivido y experimentado en el día. Hoy creo que si aquel sueño tiene un mensaje, cualquiera que sea, proviene de mi propio cerebro, no de fuerzas mágicas. Para Stickgold, “puede ser divertido y didáctico buscar significado en los sueños porque, después de todo, vienen de tu cerebro y podrían ser útiles. Pero no deberías decidir casarte o divorciarte, o aceptar una oferta de trabajo o renunciar por un sueño que tuviste”. Me adhiero a esa filosofía.

 

*Foto de portada: Elisabeth Brenker.

 

 

Efraín Villanueva. Escritor colombiano radicado en Alemania. Ha publicado los libros Tomacorrientes Inalámbricos (Premio de Novela Distrito de Barranquilla, 2017), Guía para buscar lo que no has perdido (XIV Premio Nacional de Libro de Cuentos UIS, 2018) y Adentro, todo. Afuera… nada (Mackandal, 2022). Es Magíster en Escritura Creativa en español de la Universidad de Iowa y tiene un título de posgrado en Creación Narrativa de la Universidad Central de Bogotá.

Sus trabajos han sido publicados en diversas antologías y medios como Granta en español (España); ArcadiaEl HeraldoPacifista!ViceRevista Corónica (Colombia); Revista de la Universidad de MéxicoRoads and KingdomsIowa City Little Village MagazineLiteral MagazineIowa Literaria (Estados Unidos); entre otros.

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Posted: June 27, 2024 at 9:49 pm

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