Essay
Las cosas bonitas

Las cosas bonitas

Lolita Bosch

Para pensar, buscar nuestro deseo, vaciar, abstraer, pensar en trozos y buscar materiales, yo siempre he comenzado a escribir todas mis novelas haciendo un álbum. Y me parece un ejercicio muy útil. Y es por eso que te sugeriría que hagas o compres una libreta y la dividas con los elementos que crees que debe tener una novela; que le des la misma cantidad de páginas a cada uno de estos elementos; y que te plantees trabajar el álbum como un ejercicio de manualidades. Como la creación de una pieza artística en sí misma. Sugiero que hagas un objeto bonito, que no busques información en libros sobre teoría literaria y que rellenes cada apartado con lo que te brote sin esforzarte en pensarlo. Confiando en esta otra manera de pensar que es la intuición literaria, que va a otro ritmo, se expresa de otros modos y casi nunca necesita de palabras. Porque este álbum de los sentidos comenzará a activar la intuición y porque no se trata de que lo hagas bien. O dicho de otro modo, hacerlo bien es, simplemente, hacerlo. Ser realmente tú cuando lo hagas, interrogarte sobre tu novela y sobre ti mismo y traer al frente lo que vaya surgiendo, guardarlo en un álbum con las mínimas frases posibles e identificarte con lo que vas fijando en él. Te sorprenderá gratamente descubrir que cuando empiezas a vaciar salen muchas más cosas de las que tú te esperabas que hubiera. No importa que no puedas contestarlas todas. No es un motivo para dejar de preguntarte: ¿Cómo es el mundo donde transcurre tu novela? ¿Hace frio o calor? ¿Es un mundo donde se podría entrar? ¿Tienes alguna sensación de cómo se construye, en qué orden? ¿De qué color es? ¿A qué huele? ¿Lo ves de día o de noche? Pregúntate cualquiera cosa que te permita pensar en la construcción de tu novela, cualquier cosa que sospeches que tiene que ver contigo, cualquier impresión que se haya mantenido en el tiempo o que pase furtivamente por tu cabeza. Guárdalo todo. Sea lo que sea.

Y para entender por qué hacemos esto, deberías pensar en cosas en construcción, no acabadas. Cosas a trozos. Yo entrevisto a menudo a albañiles, carpinteros, maquetistas o fotógrafos cuando estoy haciendo un libro, porque todos ellos saben muchas cosas de la construcción y el espacio. Sirva como ejemplo el Empire State Building. Si nuestra novela estuviera relacionada con el emblemático edificio de Nueva York no sólo deberíamos poner en nuestro álbum una foto del edificio (que también) sino imágenes y sensaciones de los materiales que lo conforman, como el acero o el vidrio. Mi abuela suele decir que “el ser humano es el único animal que nace a medio hacer”. Los otros no, los otros nacen hechos y empiezan a valerse por sí mismo casi de inmediato. La mayoría de los cachorros son capaces de sobrevivir solos en un par de semanas. Nosotros no, y nuestra novela tampoco. La novela, tan humana, la debemos comenzar por esta “cocción a medio hacer”. Pensarla así y no como un ente acabado, saber qué tacto tiene el acero o qué sensación me produce el vidrio, u observar el backstage de nuestro proceso de construcción. Porque si pensamos en el Empire State Building o en la novela Luz de agosto de Faulkner, por poner otro ejemplo, y nos decimos que eso es lo que queremos hacer, tenemos todas las posibilidades de sentir que hemos fracasado en nuestro proceso literario. Que sólo hemos podido verlo como una cosa acabada en lugar de verlo como algo que está haciéndose.

Hay dos anécdotas que sirve para ejemplificar esta manera de trabajar. El escritor Javier Cercas le pidió a un librero de Girona que lo llevara al crematorio de su pueblo porque en la novela que estaba escribiendo (La velocidad de la luz. Tusquets, Barcelona 2005) alguien iba a ser cremado y necesitaba entender algunas cosas de lo que esto suponía. Así que Cercas y su amigo librero fueron juntos al crematorio y Cercas lo preguntó todo: cómo entraban los cuerpos al horno, cómo sabían si las cenizas eran las del cuerpo que correspondía, qué material era orgánico y cuál no, a cuántos grados se produce la cremación completa, qué se hace con el ataúd cuando se quita el cuerpo o si se quema con él, etc. Y cuando finalmente se publicó la novela, el librero la abrió con emoción en busca de la cremación que había ayudado a escribir pero sólo encontró una frase: “Lo cremaron”. El sintió que era poco, Cercas debió sentir que era la medida exacta de lo que necesitaba.

Y como ejemplo opuesto, otra anécdota: Ricard Ruiz, un crítico catalán, en una ocasión en que hablaba de un libro en la radio, dijo que el libro padecía lo que él había decidido llamar “efecto candelabro”. Y lo explicó. El autor había situado la novela en el siglo XVII y la novela estaba repleta de candelabros. De modo que el autor había ido a documentarse a diversos museos, habló con historiadores, comenzó a coleccionar candelabros y no soportó la sensación de desperdiciar todo aquel trabajo y puso en su novela un capítulo entero sobre la historia del candelabro que a todos los lectores les daba pereza leer porque era una interrupción de la novela.

Mi consejo es que trates que tu novela sea más “Lo cremaron” que “efecto candelabro”. Porque vaciar tiene todo que ver con esto. Hacerse preguntas y preguntas para ver qué consistencia compacta adquieren, no en qué lista se convierten.

Porque para escribir, sin duda, debemos buscar las sensaciones concretas, que son muy, muy importantes, e incluso reconocerlas fuera de nuestros cuerpos: en materiales, paisajes, olores… Pregúntate por cualquiera cosa que te  permita pensar en la construcción de tu novelas más allá de la historia, buscando y guardando cualquier cosa que sospeches que puede tener que ver contigo, cualquier impresión que haya permanecido en el tiempo o que te haya cruzado furtivamente  por la cabeza.

• Imagen de la autora.

Lolita Bosch nació en Barcelona en 1970, pero vivió mucho tiempo en Albons (Baix Empordà). También ha vivido en Estados Unidos, India y, durante diez años, en la Ciudad de México. Ha publicado, entre otras novelas, Tres historias europeasLa persona que fuimosLa familia de mi padre o Esto que ves es un rostro, así como su antología personal de literatura mexicana Hecho en México y el ensayo narrativo Ahora, escribo. Su Twitter: @LolitaBosch


Posted: January 14, 2018 at 10:38 pm

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