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Las elecciones y la democracia
COLUMN/COLUMNA

Las elecciones y la democracia

José Antonio Aguilar Rivera

En noviembre de 2019 Adam Przeworski, connotado politólogo de la universidad de Nueva York, regresó a la Universidad de Chicago después de más de dos décadas. Había sido invitado a presentar su último libro, Crises of Democracies (Cambridge, 2019). Pzreworski había sido parte de uno de los momentos estelares de la ciencia política norteamericana, cuando en los ochenta, y hasta mediados de los años noventa, coincidieron ahí un grupo de luminarias académicas. Chicago fue entonces el mejor departamento de ciencia política del mundo. No sólo se dieron cita personajes como Jon Elster, Bernard Manin, Stephen Holmes, Russell Hardin, Pasquale Pasquino, y el propio Przeworski, sino que eran amigos y colaboraban e intercambiaban ideas en sus respectivas disciplinas: la economía política, la política comparada, la elección racional, la sicología política, la teoría política y la historia del pensamiento político. En un medio en el cual rige la competencia individualista y el celo profesional ellos combinaban colegialidad, generosidad y amistad en una mezcla extraordinaria. La polinización cruzada de esos intercambios produjo una notable fertilidad teórica. Ser alumno de uno de ellos significaba una educación en más de una disciplina. Era casi una regla que, independientemente del campo, cada estudiante debía tomar clases con los otros miembros del grupo. Así se constituyó lo que algunos llamaban con un dejo manifiesto de envidia la “mafia” de Chicago.

La visita de Przeworski, después de muchos años, coincidió con mi estancia como profesor visitante Fulbright en Chicago. El Centro para la democracia, dirigido por la profesora Susan Stokes, lo recibió. El interés sobre las crisis de la democracia era mayúsculo en la presidencia de Donald Trump. El fantasma de la autocratización era un espectro incluso en regímenes democráticos bien consolidados. El evento puede verse aquí. Mientras escuchaba a Prezeworski hablar sobre las recaídas de las democracias en el autoritarismo (democratic backsliding) recordé con sentimientos encontrados los innumerables días grises y fríos que pasé en aquellas aulas (no en la que estábamos, porque en los noventa ese moderno edificio ni siquiera existía). Rememoraba una educación, pero también una vivencia.

Me interesaba la perspectiva de Przeworski porque había concluido su libro anterior, Why Bother with Elections? (2018) con un alegato a favor de la democracia que ponía énfasis en sus componentes mayoritarios. Como el economista Shumpeter antes que él, Przeworski creía que los gobiernos electos por mayorías democráticas deberían ser capaces de conducirse sin constreñimientos externos. Me interesaba saber si la presidencia de Trump había hecho que mi querido profesor cambiara de opinión. Es cierto, su preferencia por la democracia mayoritaria estaba matizada críticamente por un hallazgo teórico significativo: las supermayorías eran mucho más peligrosas para la democracia que las mayorías simples. Es más probable que lleven al despotismo. El exceso de legitimidad democrática es una patología. La lógica es la siguiente: cuando un partido o facción arrasa en las elecciones y puede controlar o capturar todas las ramas de gobierno, entonces es más factible que cometa excesos y se preocupe menos por la posibilidad de perder en elecciones. De hecho, el control obtenido por vías democráticas puede ser utilizado para cancelar las condiciones que hacen posible la competencia política efectiva. Los gobiernos que solo cuentan con mayorías simples siempre temen perder el favor popular en las próximas elecciones. Eso los hace precavidos. No es el caso para quienes creen que tienen la legitimidad necesaria para hacer “transformaciones” históricas.  Sin embargo, más importante para Przeworski era el hecho de que las mayorías podían ser “confeccionadas” a través de la coacción a los medios de comunicación, (o manipulación de las cláusulas de sobrerrepresentación, por ejemplo), o utilizar de manera facciosa a las burocracias para impedir que los opositores voten etc.  Así, las instituciones democráticas críticas son aquellas que “impiden que quienes están en el poder abusen de su poder para sesgar los resultados electorales a su favor. Dichas instituciones incluyen los cuerpos independientes, ya sean judiciales o autónomos, que administran y vigilan las elecciones, los diques que controlan el acceso del dinero a la política y que constituyen una garantía vigorosa de los derechos políticos que son necesarios para que las elecciones sean realmente libres (Dahl, 1971)”.

Esa tarde en Chicago Przeworski identificó el populismo como esa puerta de escape que permitía que las democracias se autodestruyeran. A diferencia de 2018, la regresión autoritaria ya no era una mera posibilidad teórica, sino una realidad.  Al final de la presentación le pregunté a Przeworski sobre el INE y la incipiente democracia mexicana. Congruente, respondió: ahí se juega todo. Tenía, como siempre, razón. La de junio no es una elección como cualquier otra: es la elección que determinará si las elecciones en el futuro tendrán sentido.

 

José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos y Amicus Curiae, en Literal . Twitter: @jaaguila1

 

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Posted: April 5, 2021 at 8:16 pm

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