In the Court of the Crimson King, un documental de Toby Amies
Naief Yehya
“Para que el silencio se vuelva audible,
requiere de un vehículo y ese vehículo es la música”
Robert Fripp
King Crimson está más cerca de ser un culto que una banda de rock. O como escribió el legendario prodigio de la guitarra Robert Fripp: “No es una banda es un proceso de aprendizaje… y una manera de hacer las cosas”. Quienes hemos seguido con fidelidad y casi devoción a esta peculiar y mutable organización de músicos bajo el liderazgo de Fripp, cada gira, cambio de alineación y disco nuevo es siempre una revelación y una promesa de placeres y estímulos insospechados. La banda que se formó el 13 de enero de 1969, con Fripp, Greg Lake, Michael Giles, Ian McDonald y con el poeta Peter Sinfield escribiendo las letras y operando las luces, hacía rock progresivo al experimentar con una fusión de jazz, música electrónica, música clásica y rock pesado, entre otras influencias. A cincuenta y tres años del nacimietno de esta organización, fundamental para la creación de eso que hoy llaman rock matemático (por la precisión de sus polirritmias, los intrincados patrones que parecen describir transformaciones, series y algoritmos), se presenta el documental In the Court of the Crimson King, King Crimson at 50, de Toby Amies, un fascinante acercamiento a la banda a través de entrevistas y testimonios de miembros actuales y anteriores del grupo, así como imágenes de conciertos de todas las épocas, pero fundamentalmente con un enfoque en la gira de celebración del medio siglo.
King Crimson nunca fue un grupo común y corriente; basta considerar sus inicios, cuando la pieza 21st Century Schizoid man (que tocaron en el famoso concierto de Hyde Park el 5 de julio de 1969, cuando le abrieron a los Rolling Stones, frente a cientos de miles de espectadores) estremeció al planeta con su delirante signatura temporal, la pesadez de sus acordes, la sordidez de su letra y la devastadora precisión. Bill Bruford, quien eventualmente se uniría a Crimson después de tocar con Yes y otras bandas fabulosas, escribió al respecto: “Increíble. Estábamos muertos de miedo. Nadie sabía que los músicos de rock podían tocar así. Para ejecutar pasajes rápidos y ensordecedores, luego exactamente el mismo pasaje, todos tocando al unísono, pero muy, muy bajo… Quiero decir, que era aterrador. Este era el mejor grupo del mundo”.
La cinta no intenta contar una historia cronológica ni un relato minucioso de las diferentes fases del grupo sino que hace un recorrido desparpajado por las relaciones siempre complejas y tormentosas de los miembros de la banda con Fripp (quien tiene 76 años), los encuentros y desencuentros, peleas, ofensas y reconciliaciones. Es un confesionario de quienes no sobrevivieron a la presión y ansiedad, así como de los supervivientes que pensaban que valía la pena el inmenso costo emocional y profesional con tal de permanecer en la banda. No es un análisis de estilos, discos, canciones o vertientes sino que es una cinta de voluntades, remordimientos y obsesiones. En términos generales Amies intenta hacer un ensayo sobre músicos y su responsabilidad ante compromisos profesionales y tensiones individuales. Es un análisis del genio y la personalidad, a veces cáustica del líder del grupo y de la manera en que sus colaboraciones y relaciones con los miembros de la banda han ido evolucionando. El director y guionista, Toby Amies (The Man Whose Mind Exploded, 2012), se inserta a sí mismo en la narrativa debido a que Fripp no deja de cuestionar la tarea de hacer un documental, tanto burlándose de las preguntas que hace a sus músicos como criticándolo directamente. Así, por momentos los integrantes hablan a la cámara con candidez y en otras parecerían rehenes temerosos en un interrogatorio, determinados a no revelar nada que pueda ser considerado como una traición a Fripp, el único miembro de Crimson que nunca dejó la banda y un músico compulsivo e intolerante que aún ahora sigue practicando la guitarra más de 45 horas a la semana.
Las tensiones y silencios entre los músicos se traducen en humor negro y a veces hostilidad hacia la cámara. Destaca el homenaje que se hace a los colegas que han envejecido y los que han perdido la vida en estas cinco décadas. En particular es fascinante la parte del multi instrumentalista (y el único amigo de Fripp, desde antes de tocar con él) Bill Rieflin, quien padecía de cáncer en estadio IV y tras numerosas cirugías y procedimientos brutales que lo tenían viviendo en un constante estado de dolor y casi agonía se negaba a dejar de tocar en los conciertos. Rieflin literalmente tocó con King Crimson hasta su muerte el 24 de marzo de 2020, justo cuando terminaron la filmación. La cinta está dedicada a él.
Sin querer convertir su documental en un largo video de concierto el director incluye cerca de 25 fragmentos de canciones que representan todas las fases de la banda (tocadas en vivo, grabaciones en estudio, ensayos, programas televisivos y videoclips) con las que da contexto a las emociones, intenciones artísticas, dinámicas interpersonales y la política que domina el grupo.
Entrar y permanecer en King Crimson nunca fue fácil. Crear y convivir con Fripp parece haber sido siempre una tarea de una exigencia mayúscula en donde no hay posibilidad de error y las fallas se pagan con la expulsión. De ahí la obvia elección del título que aparte de ser el nombre del segundo disco del grupo, también refleja el hecho de que la banda es la corte y el rey Carmesí es Fripp. Giles y McDonald dejaron el grupo después de un año. Mientras Giles dice que se salió del grupo por mera preservación personal, McDonald pide perdón ante la cámara por haber dejado la banda y de esa manera haberle roto el corazón a Fripp. McDonald murió el 9 de febrero de 2022. El saxofonista Mel Collins dice que se “traumatizó un poco” por las exigencias e intolerancia de Fripp por lo que abandonó la banda. 40 años después Fripp le ofreció una disculpa por haberlo tratado con crueldad en los años 70. Collins dice que la banda ahora “es un placer… y Fripp se ha vuelto más gentil, es una persona agradable”. Fripp, quien siempre aparece impecablemente vestido con corbata y chaleco, como un solemne caballero inglés, declara en un momento que cuando sus músicos no cumplen con sus expectativas es tan devastador como “Si mi madre hubiera muerto”. Aunque ahora sea un hombre más accesible, su autoridad impone, su ironía es ácida e implacable.
El trabajo de Amies es relevante ya que si bien padece para hacer que algunos de los músicos respondan a sus preguntas, por otro lado ofrece un retrato fascinante que va de la comedia a la nostalgia pura al mostrar el lado humano de estos viejos rockeros de un talento extraordinario, alrededor de veinte de los mejores del mundo en sus respectivos instrumentos, como Bruford, Trey Gunn, Tony Levin, Adrian Belew y Jakko Jakszyk entre otros. Todos expresan su admiración por Fripp pero la mayoría reconoce lo difícil que es trabajar con él. Gunn comenta: “Tocar con King Crimson es como tener una infección de baja intensidad, no estás realmente enfermo pero tampoco te sientes bien”. El director pregunta si para algunos de los músicos Fripp es una figura paterna. No hay respuesta pero queda claro que para todos es una fuerza de la naturaleza.
Con una franqueza despiadada Fripp le dice al director que sus entrevistas le quitan tiempo para practicar y que sus preguntas afectaron la manera en que tocó la noche anterior. Pero a pesar de hacerlo cargar con esa responsabilidad también logra mostrarse honesto y sensible, como al hablar del académico J.G. Bennet, con quien estuvo en un retiro y le hizo entender que: “Si tienes una naturaleza desagradable y no te gusta la gente eso no es un obstáculo para trabajar”. Al recordarlo Fripp hace un larguísimo silencio, deja salir unas lágrimas conmovido por su recuerdo y después repite las palabras de Bennet: “Te recordaré”. Más tarde, Fripp dice que no teme a la muerte, que la conciencia es un continuo y que pase lo que pase habrá una fiesta esperándolo.
Belew, quien fue central para Crimson al unirse en 1981 tocó en varias versiones del grupo hasta 2008. Pero cuando Fripp lanzó la versión del grupo de 2013 no lo invitó. Para Belew esto fue una tremenda desilusión, “que dolió mucho” y aunque se lamenta de no haber sido incluido dice que Fripp lo hizo para tener control total del grupo. Belew comenta que King Crimson se definió en todos estos años como una banda innovadora que continuamente estaba reinventándose. La más reciente versión de Crimson es espectacular y técnicamente apabullante pero se han concentrado en tocar su viejo catálogo, sin duda para fascinación de su público, pero prácticamente no han incorporado nuevo material. Belew señala que la innovación ha desaparecido. Más tarde Belew, quien hizo las paces con Fripp en una llamada telefónica en 2017, se arrepintió de haber participado en el documental: “Les dediqué dos días de mi tiempo y lo que escogieron fueron cuatro comentarios negativos”. Al respecto de la “falta de material nuevo”, Fripp respondió que debido a la naturaleza espontánea y la improvisación de su música, ellos están creando material nuevo en todo momento.
Este documental puede ser el último testimonio de esta gran banda ya que después de la pandemia de Covid, Fripp no considera posible emprender una nueva gira. Además, se refiere a la actual alineación del grupo como la encarnación final de King Crimson. Al ser cuestionado por la revista Rolling Stone al respecto de qué lo convencería de hacerlo respondió: “Mi respuesta rápida sería: si supiera con certeza que las giras de King Crimson son la única forma de evitar la Tercera Guerra Mundial, estaría haciendo llamadas telefónicas”. En el documental la última palabra es de Fripp, quien le dice al cineasta que se perdió de todo, que hubo un momento en que el pasado, presente y futuro de King Crimson estaban representados y él no estaba ahí para filmarlo. “Te perdiste un momento determinante en la vida de la banda por lo que todo este DVD, esta película es inefectiva y de poco interés para cualquiera”. Amies responde: “Gracias”. Corren los créditos. Fripp es un genio pero afortunadamente su apreciación del filme es equivocada.
Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya
© Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: January 5, 2023 at 10:55 pm
-
Pingback: «In The Court of the Crimson King: King Crimson at 50» ya disponible en Filmin y Apple TV - CrazyMinds