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La masacre de Waco y los orígenes del actual cristianismo nacionalista

Waco

Naief Yehya

Se han cumplido treinta años de la masacre del grupo apocalíptico Davidiano (Branch Davidians), en sus instalaciones de Monte Carmelo, a treinta kilómetros de Waco, Texas. El 28 de febrero de 1993 la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y Explosivos, ATF por sus siglas en inglés, trató de allanar las instalaciones de ese grupo y al fracasar comenzó un sitio de 51 días que culminó con el incendio del complejo el 19 de abril de ese año y la muerte de setenta y seis davidianos (de los ochenta y cinco originales) así como cuatro agentes federales. Este aniversario tiene hoy una relevancia particular ya que se encuentra en el génesis de la mitología de la extrema derecha militante, fanática, paranoica y apocalíptica que ha proliferado en Estados Unidos y el mundo, además de que se ha vuelto una poderosa influencia en el partido republicano. Las ideas y el carácter mesiánico del líder del grupo, David Koresh, no fueron incineradas con su muerte entre las ruinas, sino que, por el contrario, se ha convertido para algunos en un héroe y mártir de la causa. Las acciones de las autoridades quisieron presentarse como sensibles e inevitables para impedir un suicidio masivo como el que tuvo lugar en Jonestown en 1978 donde 909 seguidores de Jim Jones se quitaron la vida siguiendo las órdenes de su líder; no obstante, fueron torpes, precipitadas y criminales, independientemente de las razones que tenían para intervenir.

La masacre de Waco fue la principal motivación de Timothy McVeigh para poner una bomba y destruir el edificio federal Alfred P. Murrah el 19 de abril de 1995, en la ciudad de Oklahoma, donde asesinó a 168 personas, incluyendo a 19 niños en una guardería. El abuso de poder que mostraron los agentes federales influyó la percepción del mundo de numerosos individuos que se radicalizaron en contra de la autoridad, algunos formaron milicias armadas, eventualmente crearon lo que conocemos como el alt-Right y las bases MAGA (Make America Great Again) de Donald Trump, así como el grupo conspiranoico QAnon. Trump se ha apropiado del rencor y desconfianza que tienen estos grupos hacia el estado y lo ha convertido en su causa.

David Koresh se llamaba en realidad Vernon Wayne Howell, conocido entre sus compañeros de escuela como Mister Retardo, probablemente porque reprobó el primer año dos veces y abandonó la escuela en noveno grado con pésimas calificaciones. Tras ser expulsado de la iglesia Adventista del Séptimo Día, por seducir a la hija de quince años de uno de los pastores, en 1981 ingresó a los veintiún años a la comuna de los Davidianos en Waco, una variante del adventismo que tuvo su momento de crecimiento a finales del siglo XIX y en la década de los años treinta fue dirigida por el inmigrante búlgaro, Victor Houteff, quien pregonaba que el mesías no era Jesús sino que estaba por venir para dar lugar a un reino davidiano que se consolidaría en el inevitable apocalipsis. Houteff compró el edificio de Waco, lo bautizó Monte Carmelo y dirigió a un pequeño grupo de seguidores hasta su muerte. Su lugar fue ocupado por Benjamin Roden, quien también aseguraba que dios le hablaba.

Koresh fue ascendiendo en la jerarquía de la comunidad al explotar su talento para manipular y convencer a la gente. Logró hacer creer a los demás seguidores que él era el “Cordero del señor”. Impresionó a sus correligionarios con su gran conocimiento de las escrituras y tuvo un romance con la lideresa del grupo, Lois Roden, la viuda de Benjamin, quien entonces tenía sesenta y tantos años. A la muerte de Lois, Koresh se peleó con el hijo de Lois y en 1990 Koresh se volvió el líder del grupo. Poco después se casó con Rachel Jones, quien tenía catorce años, lo cual está permitido en Texas si los padres dan la aprobación. Al poco tiempo tomó como segunda esposa a su cuñada Michele, la hermana de doce años de Rachel. Koresh tuvo alrededor de diecisiete hijos en la comunidad, se acostó y embarazó a las esposas de varios seguidores y hay testimonios de que tuvo relaciones con menores de hasta diez años, a veces con la complicidad de los padres.

En 1992 Koresh ordenó una caja de granadas vacías, esto despertó el interés del ATF, quienes lanzaron una investigación y concluyeron que los davidianos contaban con un enorme arsenal por lo que solicitaron una orden de allanamiento. De haber querido pudieron arrestar a Koresh fácilmente en alguna de sus salidas del complejo de Monte Carmelo, pero el ATF necesitaba un golpe espectacular para presentar al Congreso y de esa manera justificar una solicitud de aumento de presupuesto y equipo. El ATF confiaba lanzar una operación sorpresiva pero cuando se supo que la información se había filtrado y que no contarían con ese factor de todos modos continuaron con el plan. La ideología apocalíptica del grupo sin duda determinó el sentido de urgencia de la agencia, sin embargo, no tenían evidencia alguna de que representaran una amenaza real o inmediata ni había razón para temer por sus acciones. Habían sido objeto de varias investigaciones por denuncias de abuso sexual pero las agencias a cargo no habían encontrado pruebas. Era bien sabido que por décadas habían estado vendiendo armas y parafernalia militar (máscaras de gas, chalecos decorados con granadas vacías) en shows, lo cual es legal. El ATF argumentó que estaban vendiendo armas semi automáticas modificadas como automáticas y no habían pagado las tarifas correspondientes.

Este era el tiempo en que el partido republicano comenzaba a radicalizar su discurso conservador, a dar un giro hacia las políticas del rencor y los agravios. Proliferaban los propagandistas como el comentarista Rush Limbaugh, quien sin pudor pregonaba su extremismo racial, misógino y homófobo a través de las ondas de radio y por un tiempo en televisión. Se multiplicaban las teorías conspiratorias, como la obsesión paranoica con que la ONU daría un golpe de estado en Washington y que helicópteros negros vigilarían a los ciudadanos, les arrebatarían las armas y desaparecerían las libertades. Empezaban a correr rumores de demócratas pedófilos o aliados al comunismo internacional. Antes del uso masificado de Internet estas ideas circulaban en programas de radio y publicaciones marginales. Ahí inició una estrategia descentralizada y sin líderes de resistencia armada al gobierno que tomaba su inspiración en la novela The Turner Diaries, de William Pierce. Una obra en la que se describe una guerra racial en Estados Unidos que da lugar al exterminio de minorías y establecimiento de un régimen fascista blanco. Esta corriente fue fundamental en la organización y logística del ataque contra el Capitolio el 6 de enero de 2021, una insurrección fallida que vino a anunciar una nueva era de violencia política.

Las acciones del ATF resultaron desastrosas, pusieron en evidencia la incompetencia de los agentes y dieron a los enemigos del estado una causa y motivos múltiples de venganza. En vez de tocar a la puerta y mostrar su orden del juez decidieron entrenar un ataque con militares boinas verdes en el que participaron setenta y seis agentes. Lamentablemente el FBI no aprendió nada de la fallida experiencia que tuvieron en 1992 con el supremacista blanco, Randy Weaver, en una cabaña en Ruby Ridge, Idaho, donde después de once días de sitio mataron a tres personas y engendraron una leyenda de resistencia para la causa. En Waco, los agentes federales equipados con armamento militar lanzaron una ofensiva extremadamente violenta que fue rechazada por los davidianos y tuvo lugar una batalla en la que murieron cuatro agentes y seis miembros de la comunidad. El propio Koresh resultó herido de dos balazos. Hubo un cese al fuego y comenzó el sitio. Los davidianos tenían un arsenal considerable, que incluía armas automáticas, poderosos rifles de francotirador calibre .50 y más de un millón de balas, pero los agentes federales contaban personal y material militar totalmente desproporcionado para la situación, como dieciséis tanques (diez Bradleys, dos Abrams y cuatro vehículos de combate), seiscientos sesenta y ocho agentes, seis oficiales de aduanas, quince soldados, trece miembros de la Guardia Nacional y treinta y un Texas Rangers, ciento treinta y un oficiales de la Seguridad Pública de Texas, diecisiete policías de la oficina del sheriff de McLennan y dieciocho de la policía de Waco. Esta era la fuerza militar más imponente jamás desplegada por el gobierno estadounidense en contra de su propia población. No por nada los davidianos y sus simpatizantes podían decir que se trataba de una guerra y no una acción policial. Koresh anunció que se entregaría si le permitían comunicar por la radio sus creencias y en cuanto terminara de escribir un tratado sobre el Libro de Revelaciones. El FBI estaba al mando de la operación, en principio buscaban una salida negociada pero el Equipo de Rescate de Rehenes (HRT) quería usar la fuerza y darles una lección, en parte por haber matado agentes, pero también porque ese era su modus operandi. El problema era que no había rehenes que rescatar, nadie estaba en ese complejo contra su voluntad y por el contrario el ataque vino a confirmar las profecías de su fe y la certeza de que morirían en manos de gente deseosa de destruir su fe e impedir que sus creencias fueran divulgadas, como había predicado Koresh durante años. Los davidianos se comunicaban con los medios con sábanas pintadas con mensajes y pronto se apropiaron de la narrativa a pesar de que los agentes manipulaban la información, mentían y desinformaban descaradamente. Varios de los agentes han declarado que sentían que ellos eran los rehenes. Además, las diferencias entre el FBI y el HRT fueron intensificándose y las contradicciones entre ellos se volvían más aparentes y graves.

Eventualmente decidieron poner fin a la situación y para hacerlos salir lanzaron gas lacrimógeno, para lo que optaron perforar una pared con un tanque. Temprano en la mañana rompieron un muro e inyectaron gas. Los davidianos tenían máscaras de gas así que era de esperar que soportarían por lo menos por un tiempo. Hacia el mediodía comenzaron a ver flamas y pronto el complejo comenzó a arder, un auténtico espectáculo snuff, en que las fuerzas del orden crearon un enorme horno crematorio en el que incineraron a la gente que supuestamente iban a salvar. Todo esto fue capturado y transmitido en vivo por las cadenas de televisión. Hasta la fecha no hay una versión concluyente de quién prendió el fuego, los propios davidianos o los agentes. Probablemente la fricción, las granadas de aturdimiento o los impactos del tanque causaron la chispa que hizo arder la madera y los colchones que usaron para cubrir las ventanas, quizá los propios davidianos decidieron acelerar su sacrificio y prendieron el fuego. No había camiones de bomberos cercanos por lo que los agentes dejaron arder el edificio hasta que se consumió por completo, con la justificación de que no podían enviar bomberos a una situación donde podían dispararles. Tan sólo nueve salieron a entregarse. Dentro muchos murieron por heridas de bala, probablemente cuando se vieron perdidos se quitaron la vida mutuamente al no aceptar rendirse ni querer morir incinerados. Koresh tenía un balazo en la frente. Veinticuatro niños murieron, algunos aplastados, quemados y por lo menos uno con heridas de arma cortante.

La tragedia está muy presente ahora y ha sido motivo del estreno de una serie documental de Netflix: Waco: American Apocalypse, dirigida por Tiller Russell; una dramatización de Showtime; Waco, basada en el libro Waco: a Survivor Story, de David Thibodeau y otra sobre lo que sucedió después del fuego, Waco: The Aftermath. Así mismo se han publicado algunos libros que revisitan los hechos. Estos recuentos son una oportunidad para romper con los clichés y falsedades que han dominado la narrativa. Para muchos Waco se ha convertido en un símbolo de la supremacía blanca amenazada por un gobierno despiadado y dictatorial. Lo curioso es que más de veinte davidianos no eran blancos. Así mismo, es un símbolo para los nacionalistas cristianos que creen que la matanza fue una guerra santa que Koresh predijo. Pero por otra parte se pone en entredicho la afirmación de que los davidianos eran simplemente fanáticos. Si bien Koresh dominaba el grupo su religión databa de mucho antes y no desapareció. Los davidianos aún existen y consideran a Koresh como un líder disidente que se desvió de las enseñanzas. Resulta fundamental señalar que la matanza de inocentes fue justificada al llamar a los davidianos un culto, con lo que se arrebataba cualquier derecho o voluntad a las víctimas simplemente por tener creencias que de acuerdo con la corriente dominante del cristianismo no eran legítimas y por lo tanto podían ser eliminados. Como han comentado miembros de otras minorías, esta fue la primera vez que el estado incineró niños que no eran exclusivamente nativos ni negros. El uso de la palabra culto, para estigmatizar, dio al ATF la justificación para operar con extrema violencia e impunidad. De ahí que los vieran como rehenes de Koresh. La versión oficial del gobierno, repetida por la mayoría de los medios, es que los davidianos se suicidaron y que los agentes trataron de terminar el sitio pacíficamente con gas. Tanto el presidente Bill Clinton, como la procuradora general, Janet Reno, culparon a los davidianos del desenlace y rechazaron cualquier responsabilidad. Por supuesto que Koresh fue en gran medida el causante de la catástrofe, pero sin duda las cosas hubieran podido ser resueltas de otras maneras y así como se hubieran podido salvar numerosas vidas hoy la extrema derecha no tendría este mito fundador. No es una coincidencia ni una ocurrencia gratuita que Trump haya elegido comenzar el 26 de marzo de 2023 la campaña por su reelección en Waco con un discurso de resentimiento en el que prometió que será “el guerrero, la justicia y la venganza” de su gente. Waco seguirá siendo un símbolo de unidad y rencor para la derecha cristiana nacionalista y será uno de sus pilares del odio y desprecio en contra de cualquier gobierno moderado y tolerante.

-Foto de Benjamin Hersh en Unsplash

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: May 9, 2023 at 10:00 pm

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