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Joker
COLUMN/COLUMNA

Joker

Rose Mary Salum

Is it just me, or is it getting crazier out there?  Joker

Un síntoma de la decadencia de un país es la sobreproducción de armas, argumentó Paul Kennedy en su momento. Pero es cierto que existen otros factores que ponen en evidencia el declive de una superpotencia: la descomposición moral y la disolución de los valores que llevaron a ese país a tener un periodo extendido de bonanza. Las señales pueden verse en todos lados, desde la locura colectiva que coloca en el poder a una persona igualmente inestable hasta las expresiones artísticas más populares que proponen un estado anárquico.

Nada mejor que una película para ver en la pantalla grande, con la distancia necesaria y objetiva, el reflejo exacto de lo que hemos estado experimentando como si se tratara de un sueño colectivo y dentro de él se pudiera observar la vida en plena descomposición en el lapso de dos horas.

Tal es el caso de Joker o El Guasón, la película con más éxito taquillero del año pasado y que en plena temporada de premiaciones, ha comenzado con el pie derecho habiendo recibido dos Globos de Oro como mejor película en la categoría de drama y mejor actor así como mejor actor en los SAG Awards.  

Joker fue coescrita, dirigida y producida por Todd Phillips, quien también dirigió The Hangover, un trío de comedias que en la primera década del siglo XXI fueron muy bien recibidas.

La historia de la película se desarrolla en Ciudad Gótica en 1981. El personaje principal, Arthur Fleck, interpretado por Joaquin Phoenix, es un hombre con visos de enfermedad mental. Vive con su madre, Penny (Frances Conroy), y está enamorado de su vecina, Sophie (Zazie Beetz), madre soltera que tiene un departamento en el mismo edificio. Cuánto de lo que sucede en esta relación amorosa es real o cuánto sucede en la cabeza de Arthur depende de cada espectador, pero esa interacción muestra un aspecto muy humano y tierno del personaje.

Todas las noches, Arthur se sienta con su madre frente al televisor para ver el programa de Murray Franklin (interpretado por Robert De Niro), a quien admira y sueña con conocer en persona. Pero su vida es tan poca cosa que su deseo de ser cómico es obliterado por un trabajo de payaso en el que a diario se para afuera de un negocio haciendo girar una pancarta para atraer clientes a su interior. Allí es constantemente acosado y por eso comienza a coquetear con la idea de poseer un arma. Una noche, mientras viaja en el transporte público es atacado por tres hombres blancos y él responde disparando a sus agresores. En la ciudad hay tanto crimen e impunidad que Fleck, fuera de ser aprendido, se transforma en héroe. Pero la ciudad está en quiebra y en una de sus visitas con la trabajadora social, Arthur se entera de que las medicinas que antes recibía gracias a la ayuda del gobierno no le serán dadas nunca más debido al recorte presupuestal. El abandono de la ciudad y todo lo que a ella respecta, el caos en las calles, así como los programas de salud pública, repercuten directamente en la salud mental del personaje y se disparan en caída libre donde el espectador es testigo de la decadencia paralela que se retroalimenta entre Ciudad Gótica y sus habitantes.

En un principio la intención de Philipps fue la de buscar un género que le trajera la audiencia necesaria para que los dos o tres años que le tomaría realizar la película, le asegurara un público. Así que se dio a la tarea de investigar la manera de abordar un tema de super héroes de forma tangencial y de allí que se inclinara por un personaje de un cómic. En ese sentido, la obra es una película que va a hacia los orígenes a pesar de que el Joker, en algún momento de su historia, afirma que él no tiene un origen específico sino múltiples pasados.

Para hacer el papel, Phoenix perdió alrededor de 25 kilos a solicitud del director. La idea era mostrar un personaje escuálido para que, desde los ángulos de la cámara, resaltaran la deformidad natural del actor y le diera profundidad sicológica a un personaje demente. Tan anormal y fuera de la realidad como la actual sociedad estadounidense.

En ese sentido, la intención de Phillipps fue la de hacer una película lo más realista posible. Mientras la escribía en el 2017, muchas de las circunstancias que estaban sucediendo en el país se inmiscuyeron dentro de la historia. En una entrevista, el director comentó de forma no tan casual que en el periodo de Obama él dirigió tres comedias. Sin embargo, en el 2017, cuando las circunstancias políticas del país cambiaron, se vio en la necesidad de trabajar con temas más oscuros. La enfermedad mental se vuelve entonces una representación perfecta de estos tiempos y le permite criticar los recortes del sistema, la carencia de programas que deben atender la salud pública, la indiscriminada venta de armas, el fácil acceso a ellas, la pésima distribución de la riqueza y, sobretodo, el ambiente político surreal que se destapa a partir de ese año. En un nivel metafórico, Phillipps pone en evidencia cómo una sociedad decadente puede arrojar personas enfermas con comportamientos terribles. 

Los bailes, a veces retorcidos, que realiza el personaje cada vez que sucede algo a su favor así como la música (compuesta por Hilder) van desvelando la sombra del personaje en el sentido más junguiano. La danza del baño (Bathroom Dance) lleva de la mano al espectador a ser testigo visual y auditivo de esa transformación.

 

El catalizador que descubre quién realmente es Arthur no es su aspecto cómico o su sueño por ser venerado, sino la violencia. El Guasón se nos muestra entonces como un hombre inestable, decadente, sumiso, que después de haber sido victimizado por su entorno social y una cultura en franco declive, es capaz de hacer cualquier cosa para dejar de ser aquel hombre sumiso con sueños de cómico y así abrir paso a su sed de violencia y venganza.

A pesar de la complejidad del personaje y la crítica social a un país que ha favorecido su lado más violento, Joker ha sido muy criticada por distintas razones que van desde la exaltación del celibato involuntario, hasta el uso excesivo de violencia innecesaria. Pero los golpes de pecho que se dan los críticos frente a esas escenas son irrisorias al lado de las que Hollywood ha festejado con vehemencia a lo largo de su historia. Olvidan que la representación no es un aval de parte de sus creadores y que las películas de ficción, no por serlo, apuestan por un incremento de la violencia. 

Quizá la recepción polarizada del filme es también el reflejo del estado de la sociedad actual. Una división que cada vez se ahonda más a partir del 2016, que ha perdido el centro y que olvida que el verdadero poder de una película radica en el reflejo que es capaz de devolver. Sin embargo, con todo y esa crítica, la mayoría pudo ver en El Guasón lo que es en realidad: una descripción exacta de la locura. Arthur escribe en su diario que la peor parte de las enfermedades mentales es que la gente espera de ellos un comportamiento normal. Eso resonó de tal manera en la audiencia que se tradujo en una de las películas más taquilleras del año muy a pesar de sus críticos.

Joker es, sin duda, la reinvención más audaz del cine de superhéroes desde The Dark Knight porque en ninguna de sus escenas alguien se redime. Batman aparece solo como el punto de conexión que legitima al personaje del Guasón, pero en ese universo errático nadie se salva. Es una historia que seguramente será recordada como una de las propuestas de cine de antihéroes más transgresoras de esta década; un catálogo preciso de la locura colectiva de una sociedad en deterioro.

 

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015) y Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos(Literal Publishing, 2013) y Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Su twitter es @rosemarysalum

 

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Posted: January 27, 2020 at 11:13 pm

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