Celebración del lenguaje
Rocío Cerón
Autor: Silvia Eugenia Castillero
Título: En el laúd –la catedral,
Editorial: Gobierno del Estado de México, Toluca
Año: 2012
La estética medieval contemplaba que el ser humano estaba siempre sujeto a Dios, a la voluntad divina. Belleza y piedad iban de la mano. No había forma de rebelarse ante la religión a menos que se quisiera ser juzgado y en ocasiones, ser llevado hasta a la muerte. El hombre siempre ha sido censor del propio hombre. Sea por control y poder, sea por miedo o cobardía. Sin embargo, hay obras –palabras, imágenes, sonidos, que escapan de la sujeción– que van, por misteriosas vías, hasta el oído o el ojo de lectores y espectadores de siglos venideros. Así nos llegan los ecos de estos tiempos en obras contemporáneas como En un laúd –la catedral de Silvia Eugenia Castillero. Belleza y piedad que sobrepasan la custodia de lo moral.
Si ya el medievo ha estado presente en otras obras de la autora, en este libro permea la voz de quien crea en medio de una página una portentosa construcción verbal. Si la poesía es arquitectura verbal, textual, hay en este volumen una mano que entreteje formas cromáticas, texturas, visiones, signos y enigmas donde lo breve, desde la luz que pasa por los vitrales hasta el paso lento de un gato, habla de deseos.
Entre los restos de una catedral, los signos de un lento paso de las manos constructoras habitan silenciosamente los gestos. Piedad, rezos y una belleza que sale al paso. “Esos diablos disueltos en el polvo de los siglos”, nos dice la autora, como quien sabe que bajos las estatuas y en la tierrecilla que sigue moviéndose por el viento siguen los primeros cantos, de amor, de fijeza de un atrevimiento que comienza por el lenguaje.
Dividido en cinco pasajes: pórtico, vitrales, nave principal, coro y cripta, el volumen podría completar lo que ya Santo Tomás había escrito en tiempos de juventud en su De pulchro et bono, donde el resplandor de la forma se difunde por las partes proporcionadas de la materia. Materia que completa el monumento –la catedral– que semeja en realidad la construcción de un lenguaje particular y propio cuyo fin sería dar cuenta de lo que el ojo ha visto, lo que la mano ha palpado y lo que el encuentro con lo espiritual y el deseo han encontrado.
Cada forma, cada piedra, arco, pliegue, cada virgen y manto, cada bóveda, cada pájaro que se asienta en el borde de una gárgola, es visto, y sentido, por la autora. Estamos ante un libro de horas, de alguna forma, de pequeñas visiones hechas poemas donde la luz tiene una especial presencia. Pareciera que la autora ha sabido escuchar la luz que atraviesa los vitrales a distintas horas del día, que ha escuchado las conversaciones interiores de santos y cuervos, de piadosos y diablos. Belleza y piedad de la mano de voces prosaicas o ángeles. Celebración del propio lenguaje donde las voces, pasadas y presentes, surgen en vocalizaciones de las formas en su forma más pura, el poema. Baste oír en la respiración íntima del poema la música convertida en luz y palabra para percibir el núcleo conceptual de En un laúd –la catedral. Su exactitud dejará un silbido sutil en la punta de la lengua: Tocada en un laúd/ –de piedra la catedral./ En un jardín el laúd vocaliza/ la expansión de un salmo/ –catedral./ Toca el laúd donde hay un jardín,/ no hay piedra –ni construcción– / es la cuerda: vibra en el vitral/ el quiebre de la plegaria./ Notas de flauta bocetan ojivas,/ plañidera del canto./ De piedra las quimeras/ –gorgónas, muchachas– / versiones encontradas: veneno y misericordia:/ gárgolas de la catedral./ Nos escupen. Si solea sobre la piedra/ son indiferentes./ En el jardín –sobre el ocaso. En ángulo agudo. Un laúd.
Posted: November 3, 2013 at 8:53 am