El (insostenible) radicalismo de Claudia
Sergio Negrete Cárdenas
Getting your Trinity Audio player ready...
|
¿Qué muestra el Paquete Económico propuesto para 2025? Que cuando la realidad es dura, puede presentarse una diferente. La perspectiva de crecimiento para el año entrante (2.5%) incluso duplica previsiones más realistas (la de economistas consultados por el Banco de México presenta 1.2%). Las previsiones de ingreso, y de gasto, son por ello singularmente optimistas.
Es la primera titular del Ejecutivo Federal que no perteneció nunca al PRI o PAN en 95 años, Claudia Sheinbaum Pardo es realmente la primer militante de la izquierda mexicana contemporánea que llega al pináculo del poder político. Andrés Manuel López Obrador era un estatista en muchos aspectos, sin duda, pero también un conservador social e incluso por años se disfrazó de conservador fiscal. Mientras que el tabasqueño destilaba con frecuencia una rancia religiosidad, su sucesora es atea declarada. El progresismo obradorista era, en el área social, rebuscado cuando no hipócrita y muchas veces inexistente.
En cambio, la flamante Presidenta es realmente una persona que se ubica con firmeza en la izquierda ideológica. Nunca se afilió al PRI, ni siquiera durante el auge nacionalista del lopezportillismo (cuando alcanzó la mayoría de edad). Su primera filiación formal partidista fue con el Partido de la Revolución Democrática, fundado por su entonces admirado Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Simpatías anteriores? Lo poco que se sabe, gracias al actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, es que las tuvo con un movimiento guerrillero de ese país: el M-19. Se desconoce lo que hizo por apoyar a esa guerrilla.
Lealtad, no ideología
AMLO fue en mucho el restaurador de un priato dominante, y como parte de ello el ejercicio del dedazo para designar a quien obtendría la candidatura del partido y posteriormente la presidencia. A diferencia de tantos presidentes que hicieron lo mismo, el tabasqueño buscaba dos elementos: lealtad absoluta a su persona y la continuidad de su proyecto. La única que realmente cumplía con esos requisitos era la Jefa de Gobierno capitalina, quien por un cuarto de siglo fue su discípula política. Carácter y fuerza política propia eran elementos, por ello, indeseables, y lo que llevó a descartar a suspirantes como Ebrard, Monreal o incluso Adán Augusto. Solo Claudia ofrecía esa subordinación tan del agrado de López Obrador. Como en tantas ocasiones, entendía que lo mejor para su persona sería lo mejor para el país.
En ese sentido, la ideología personal de Sheinbaum bien podía serle irrelevante, y en cierta forma lo era, dada la absoluta abyección con su persona y alineación (igualmente absoluta) con su proyecto. No importaban sus ideas sino sus acciones. Lo cierto es que, tras algunas semanas de gobierno, la Presidenta ha seguido mostrando esa subordinación. AMLO no está a su lado físicamente pero su presencia es invocada en todo momento, con reverencia.
Modelo sin dinero
Lo que Claudia Sheinbaum vivió por cinco años fue el espejismo de un modelo en que el dinero parecía nunca ser problema. AMLO ordeñó las finanzas públicas a fondo, eliminando fideicomisos y vaciando fondos presupuestales de contingencia. Su premisa aparente era gastar cuanto dinero estuviese disponible, incluso aquellos apartados para el futuro. Su cacareada austeridad republicana no era ahorrar sino gastar por un lado lo que había podido ahorrar (o prácticamente saquear) por otro. Los principales beneficiarios de ese gasto fueron los elefantes blancos que nacieron en su propio gobierno: Tren Maya, Dos Bocas y el AIFA, los tres con un costo superior al billón de pesos y que, además, ni siquiera pudo terminar (el aeropuerto debe ampliar su capacidad de carga aparte de concluir obras de conectividad).
Al propio AMLO se le acabó el dinero mientras Sheinbaum estaba en campaña. Por más que repita lo contrario, heredó finanzas públicas profundamente desequilibradas. El déficit fiscal en 2024 probablemente será superior al 6% del PIB, el boquete presupuestal más grande desde 1989. El modelo obradorista resultó financieramente insostenible. Pero la escuela económica que Sheinbaum tuvo por cinco años era que había dinero para todo, sobre todo cuando se trataba de gasto “social”.
El radicalismo que asoma
No solo fue su aprendizaje, sino que Claudia Sheinbaum empieza a dar rienda suelta a su radicalismo, al parecer manteniendo la creencia que el dinero no es un problema. Su originalidad en política pública prácticamente se limita a entender que puede gastar más. Su noción es que a los programas sociales del obradorismo debe agregar los propios, incluyendo más pensiones y becas. A las obras de AMLO, añade las suyas, como los trenes de pasajeros (y de carga para el Tren Maya).
Con un déficit fuera de control, Sheinbaum no habla de recortar seriamente el gasto público ni tampoco (hasta el momento) de hacer una reforma fiscal para aumentar los ingresos. La única idea vaga que repite es la de reducir el “costo” del gobierno. Sigue hablando de continuar la austeridad republicana sin comprender que desfondó las finanzas públicas. Lo que cree es que puede aumentar salarios y prestaciones laborales por decreto sin que ello implique un problema para las empresas. Su radicalismo de izquierda le impide ver el mercado como una solución; al contrario, lo vislumbra como un problema que el Estado, su gobierno, puede rectificar. A la ideología se agrega el sesgo autoritario, como lo ha demostrado imponiendo la destrucción del Poder Judicial. No espera que ello ahuyente las inversiones porque ella ofrece su garantía que será algo bueno para los empresarios nacionales y extranjeros. Esa incomprensión de la realidad fue evidente cuando mostró su rechazo a la perspectiva (de estable a negativa) sobre la deuda pública que anunció la agencia calificadora Moody’s.
¿Qué muestra el Paquete Económico propuesto para 2025? Que cuando la realidad es dura, puede presentarse una diferente. La perspectiva de crecimiento para el año entrante (2.5%) incluso duplica previsiones más realistas (la de economistas consultados por el Banco de México presenta 1.2%). Las previsiones de ingreso, y de gasto, son por ello singularmente optimistas. La Secretaría de Hacienda, como en el obradorismo, optó por tratar de cuadrar un círculo con la política y no con la realidad financiera.
La mezcla de Sheinbaum es explosiva y, a la postre, insostenible: un radicalismo de izquierda con un gasto público que hace tiempo se escapó de control, combinado con una singular ignorancia de las realidades que impone la economía, un sesgo autoritario y la convicción que debe cumplir con su padre político y construir un segundo piso sobre ese modelo fallido.
Sergio Negrete Cárdenas. Profesor de Tiempo Completo en la Escuela de Negocios del ITESO. Trabajó en el Fondo Monetario Internacional. Profesor en varias universidades de España y México, destacadamente la Universidad Pompeu Fabra y la Escuela Superior de Comercio Internacional, en Barcelona, la UNAM y la Escuela de Periodismo Carlos Septién en la Ciudad de México. Doctor en Economía y Maestría en Economía Internacional por la Universidad de Essex. Diplomado en Política Exterior de Estados Unidos por la Universidad de Maryland. Licenciado en Economía por el ITAM y en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Twitter: @econokafka
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: November 18, 2024 at 8:00 am