Andor de Raquel Abend van Dalen
Isabel Ibáñez de la Calle
Morir o no morir, esa sería la cuestión. Pero no en Andor, novela de la venezolana Raquel Abend van Dalen, en la que impera una especie de realidad alterna, intermedia quizá. Andor es ese lugar donde se puede decidir si se quiere morir, vivir o ninguna de las dos.
En un primer momento, el nombre no da muchas pistas sobre de qué tratará la historia. Cuando el audiolibro llega a mis oídos, tengo a la serie de Disney Plus en la mente, con un personaje que lleva justo ese nombre y que salió casi una década después de que esta novela se publicara por primera vez en 2013, con una editorial independiente venezolana, y que en 2017 viera de nuevo la luz a cargo de Suburbano ediciones. Pero yo no estoy por abrir ningún libro. Tengo mi teléfono en la mano y le doy play al capítulo uno. Se trata del primer audiolibro que lanzó el proyecto Hablemos, escritoras en mayo de 2023.
El audiolibro es un formato curioso. Un punto intermedio entre el libro y el cine. Tal como Andor es un punto intermedio entre la vida y la muerte. Sin duda alguna, cuando escucho la novela estoy consciente de la existencia de esa voz que interpreta y guía. El formato funciona, el narrador le da un tono distinto a los personajes y logra con su voz pausada que me sumerja en una atmósfera insólita. Aun con la guía de un actor que interpreta el libro a su manera, tengo el placer de formar todas las imágenes y los movimientos en mi cabeza.
Así que mientras camino a mi trabajo, durante varias mañanas, me acompaña la voz del protagonista Edgar Enrique Crane, un caraqueño que intenta suicidarse en su cocina metiendo la cabeza en el horno de la estufa (un guiño a Sylvia Plath, tal como la propia autora ha confesado). Sin embargo, una pequeña duda sobre si debe acabar con su vida emerge de último momento y en menos de un instante despierta en una extraña estación de tren que parece no pertenecer a ningún tiempo y a ningún lugar. La autora nos sumerge entonces en una atmósfera ominosa, burocrática, asfixiante, llena de formularios, requisitos. No es precisamente el sitio idílico lleno de paz al que uno espera llegar tras morir.
Junto con el personaje vamos descubriendo que Edgar está en una especie de organización totalitaria que sabe mejor que él lo que está haciendo ahí y que tiene todo un sistema de control. Un sistema que le otorga instrucciones sobre su estadía en Andor durante los siguientes diez días. Se trata del tiempo preciso para decidir si vivir, morir o quedarse en el intermedio para siempre. Y aunque Andor esté regido al estilo de una oficina pública burocrática, lo vamos descubriendo como un lugar para vacacionar donde hay lagos, librerías, abundante comida de todo el mundo, fiestas y personas que beben y comen y tienen sexo y la pasan bien. Junto con el propio personaje, el escucha va develando qué es y qué sucede en esta especie resort all inclusive donde hay más preguntas que respuestas y donde parece que los seres humanos han perdido su poder de decisión.
En este sitio, Edgar conoce a Donatella, con quien tiene un romance que siente adolescente pues no termina de asentarse y la falta de comunicación honesta impera. Edgar conocerá personas que pudieran ser amigos, pero que nunca llegan a serlo por la falta de una conexión genuina con los otros. El protagonista desespera pues todas las personas parecen complacidas con la situación y entonces desea encontrar sentido a todo lo que le rodea. Y mientras más desesperado se siente, más complicado es confrontarse con su pasado, con recuerdos borrosos sobre su madre que a veces se intercalan con las vivencias con Donatella y a quien parece haber estado buscando toda su vida. Es aquí donde el libro juega sus cartas de manera inteligente. Como lectora-escucha tengo la sensación, o más bien la necesidad de que Edgar encuentre eso que anhela, que logre una fantasiosa historia de amor, que resuelva su pasado, que su espiritualidad se centre en el aquí y el ahora y entonces pueda vivir. Pero no, el personaje se mantiene entristecido, quizá frustrado por no poder acceder a la muerte, por tener que decidir si seguir viviendo, ensombrecido por el estado más inestable de todos: la duda. Edgar va de tren en tren, de hotel a hotel, en un viaje que parece no terminar jamás. La idea de la vida eterna, como un incesante viajar sin destino, es quizá el mayor infierno de todos.
El libro coquetea de manera sutil con las nociones del más allá que plantea el judeocristianismo, pero alejado de su iconografía tradicional. La idea del paraíso moderno se encarna el imaginario del resort, y el purgatorio se engloba en la falta de sentido. Abend van Dalen es hija de una padre judío y una madre católica, fue educada en ambas religiones y la idea de la vida y la muerte aparece en muchas de sus obras. Su más reciente novela Cuarto azul (2022), trata sobre una monja que así como Edgar, ingada en la soledad, el amor, la vida y la muerte. Sin duda, seguirle el rastro a esta autora no será ningún desperdicio, pues es capaz de llevarnos a terrenos poco habituales.
Esta mañana camino por primera vez sin Andor, extraño la voz de Edgar y como él, me pregunto cuál será mi siguiente parada.
Isabel Ibáñez de la Calle (Ciudad de México, 1984) periodista, escribe sobre cultura, crónica de viajes, gastronomía, artes escénicas, teatro y literatura para las revistas Gatopardo, Esquire y El Universal. Estudió Filosofía en la Universidad Panamericana y es maestra en Filosofía del Arte por la UNAM.
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Posted: November 16, 2023 at 9:57 pm