Caleidoscopio, de Brian Nissen
Naief Yehya
Crónicas de la Interzona
Naief Yehya
Desde el esquizofrénico, insípido y fracturado mirador que ofrece la segunda década del siglo XXI, los últimos 100 años parecen un complejo acertijo saturado de cambios fabulosos, progresos tecnológicos, sinsabores políticos, vergüenzas humanitarias, tragedias descomunales y sueños rotos. El artista Brian Nissen se asoma a ese torbellino en su más reciente libro, Caleidoscopio, que lleva por subtítulo Facetas y Flashbacks, una sorprendente y amena colección de recuerdos, episodios y reflexiones sobre la vida, el arte y la cultura a partir de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente. Nissen divide su libro en dos partes, la primera incluye Lugares y Gente, mientras la segunda está dedicada al arte, el propio en donde explora sus influencias (intelectuales y afectivas mucho más que estéticas) y reflexiona acerca de corrientes artísticas, estilos, personalidades y visiones.
Caleidoscopio es un libro en donde las vivencias, la imaginación, la experiencia creativa, la historia cultural de media docena de naciones, la literatura y el placer de la amistad se reúnen con gracia y vitalidad en una estupenda colección de viñetas, encuentros, amistades (Paz, Tamayo, Matta, Carrington, Parra, Mann, Buñuel, Cuevas y Penrose, entre otros) y apuntes hilarantes. Nissen, quien emigró a México en 1963, sin hablar español, y con la idea de quedarse un par de años, sucumbió ahí a la caótica e intoxicante fascinación que provoca este país, así como al amor por su compañera de toda la vida, la ex galerista y también talentosa artista, Montse Pecanins.
Es fácil imaginar a Brian como un creador que es parte artista y parte ingeniero, alguien con una pasmosa visión de 365 grados, una curiosidad voraz y un espíritu científico y analítico que lo lleva más allá de la simple observación, al estudio de los mecanismos biológicos, geológicos y de manufactura humana, para eventualmente desmontarlos y recomponerlos de nuevas maneras en su obra, a través de la experimentación, la transgresión y, si es necesario, la destrucción. Su creatividad y su agudo sentido del humor provienen de esa manera de acercarse a los temas y objetos para reducirlos a esencias y a su absurdo sentido primigenio.
Su trabajo se ha nutrido de diferentes discursos e ideales de lo que entendemos como la mexicanidad y sin proponérselo se ha convertido en uno de sus emblemas. Sin caer jamás en el exotismo ni la explotación de clichés, la obra de este artista ha identificado los elementos que conforman nuestra cultura y ha incorporado una reconstrucción de la imaginería popular y prehispánica a su búsqueda estética y filosófica, tanto en sus series figurativas como abstractas.
Podemos pensar que un caleidoscopio es un collage dinámico, un mecanismo que genera obras transitorias con cada giro y sacudida. El arte surge de la capacidad y el ingenio de combinar y mezclar ideas, acciones y materiales. En cierta forma todo arte es collage, es decir una expresión que consiste en utilizar una variedad de materiales, recursos, herramientas e ideas fusionados de manera elocuente para plasmar una representación. Desde los dibujos rupestres en las paredes de las cuevas de Lascaux y las decoraciones corporales primitivas hasta las obras más conceptuales, el arte es el producto del reciclaje de elementos diversos, desde pigmentos, aceites, mármoles y metales hasta tecnologías y visiones. El trabajo de Brian Nissen es caleidoscópico e incluye series de prodigiosos y diversísimos collages, por llamar de algún modo su manera de integrar materiales e inquietudes.
Caleidoscopio incluye una serie de textos tan variados y diversos que parecen simplemente el resultado de un caprichoso divagar, como si se tratara de las apreciaciones de un flâneur que en su viajar entreteje relatos con observaciones, pasiones con humoradas, y placeres con visiones perspicaces. Sin embargo, un texto en particular parece la piedra de toque de la obra y sirve para descifrar este caleidoscopio y convertirlo en un mapa intelectual, y ese es la reflexión que Nissen hace sobre Frankenstein, esa obra seminal que por un lado nos advierte de los peligros de la imaginación al desafiar y entrometerse en los asuntos de la naturaleza (o de la creación divina) y por el otro nos obliga a considerar el dilema de confrontar una subjetividad no humana. Frankenstein es una obra esencial, ya que es poderoso antídoto a las ilusiones de la modernidad, un relato de ambición desmedida y de obstinación obsesiva. Como plantea Brian, la criatura que Frankenstein construye es a la vez un desarrollo científico y una obra de arte de vanguardia. Es una creación que viene a transgredir las normas de lo aceptable, en términos religiosos, éticos, sociales, biológicos y estéticos. Mary Shelley describió con ingenuidad al monstruo como un collage de carne muerta que revivía gracias al prodigio de la electricidad, la cual descubrió por los experimentos de Galvani. Estos fragmentos de cadáveres electrificados ofrecen una alegoría del miedo a la curiosidad y la tentación de innovación, en la ciencia como en cualquier otro terreno y a la vez encarna la urgencia irrefrenable por la ruptura.
Los monstruos han estado entre nosotros desde que comenzaron a contarse relatos alrededor del fuego, sin embargo Frankenstein viene a anunciar una era en que las aberraciones grotescas son producto de nuestra tecnologías, son los hijos de nuestro ingenio, son los productos secundarios del progreso que transforma a la tierra vertiginosamente y que nos ha llevado al Antropoceno, ese período en el que el impacto del hombre sobre el entorno ha adquirido características planetarias y catastróficas. Frankenstein es una visión romántica y gótica de la creación que refleja una relación desgarradora entre el autor y la obra, es una visión del tormento del artista. Nissen entiende perfectamente esta simbología que en gran medida está presente en su búsqueda. Así, podemos imaginar que el cuadro de Picasso, Las señoritas de Avignon, al cual el autor y artista dedica una espléndida reflexión, es un Frankenstein pictórico, no tanto porque haya atormentado a su creador, sino al mundo del arte al convertirse en un espectro ominoso que fue despreciado y vilipendiado por el público, los artistas y la crítica y que eventualmente regresó como una profecía que se cumple, como un síntoma que trata de ser ocultado hasta que se manifiesta como la expresión terminal de un mal incurable o del fin de una época.
Nissen no es en definitiva un hombre nostálgico, ha vivido muchas vidas y ha regresado de todas ellas cargado de memorias y apuntes, sin resentimientos ni dolor. Sin embargo, el libro culmina con un recuerdo particularmente emotivo y es que al redescubrir la carpeta de dibujos que daría lugar al libro y la serie Farándula, el artista evoca un México más pequeño, más divertido y más humano. Y esta reflexión lo lleva a un breve y notable elogio del dibujo como un “imperativo” de nuestra especie, como una fuerza que nos define y que abandonamos cuando dejamos de ser niños y con ello perdemos una enorme parte de nuestro espíritu. Afortunadamente Brian Nissen nunca le dio la espalda al dibujo y aún hoy sigue gozando como un niño cada vez que se entrega a la creación.
Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Entre sus libros recientes están: Las cenizas y las cosas (Random, 2017), Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Razón. Twitter: @nyehya
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Posted: May 28, 2018 at 11:04 pm