Cerradas por remodelación
Ana García Bergua
En estos días escuchamos y leemos toda clase de opiniones alrededor de la marcha del 8 de marzo y el paro del día 9. Especialmente la respuesta del presidente, que confía demasiado en el peso de sus palabras, al grado de que por su propio peso se caen; no ha sido empático con los casos de los asesinatos de niñas y mujeres en todo el país, no es capaz de dar una sencilla condolencia y eso habla muy mal de él y su gobierno: el gesto más claro fue anteponer la posibilidad de que lo asesinen como a Francisco I. Madero, a dar el pésame por el brutal asesinato, ese sí real –no una conjetura–, de Fátima, una niña de nueve años, por no hablar de Ingrid y de todas las demás. Algo anda muy mal cuando un político no puede dejar de hablar de si mismo –eso sí, con el eufemístico “nosotros” por delante, un “nosotros” que suena a yo,yo,yo—y en lugar de entender que hay políticas efectivas que podría implementar desde su gran situación de poder, prefiere declarar sus enemigas a quienes las piden con desesperación. No entiendo, de verdad, y me parece muy triste. Voté por él y no soy de derechas, como seguramente acusarán quienes lean esto con mala intención. Es verdad que muchos partidos, empresas, etc., a los que se podría considerar de derechas, han apoyado la marcha del 8 y el paro del 9 para fastidiar al presidente; ¿y qué con eso? Entre otras cosas, a mí me parece genial que los grupos confesionales apoyen una marcha feminista en la que, entre otras cosas, defendemos el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos, empezando por el derecho a permanecer vivas, no ser asesinadas por los parientes o los conocidos que nos deberían defender, poder salir a trabajar, vivir libremente sin ser acosadas y amenazadas, mas todos los derechos que se deben sumar. Más confesional o de derechas, como lo quieran llamar, me parece que el presidente hable de moralizar e inculcar valores en abstracto y con cartillas y santos decálogos, cual santa iglesia. Y dejen de insultar nuestra inteligencia diciendo que nos cooptaron de aquí o de allá. Pero ya no hablaré del presidente, aunque él se lo busca por aparecer día tras día discutiendo con los mexicanos y tratando de poner la agenda; si no le parece, pues ni hablar, y por otro lado me da gusto podérselo expresar sin restricciones. ¿Qué debería reconocerle muchas cosas más? Entienda, por favor, es que no se trata de usted.
Lo importante es que en esa marcha habrá mujeres de muchas posturas e ideologías, jóvenes muy radicales y no tan radicales, feministas de las de antes y de las de ahora, mujeres que no se consideran feministas pero que están muy enojadas y preocupadas por los crímenes de odio contra nosotras, mujeres trans, mujeres gays, mujeres heterosexuales, profesionistas, estudiantes, comerciantes, empresarias, periodistas, religiosas, no religiosas, morenas, blancas, negras, amarillas, de izquierdas, de derechas y de todo lo contrario; muchas, muchas mujeres, y seguramente muchos hombres también, solidarios. Y eso va a ser lo mejor de todo: el movimiento es amplio, no depende de la política ni de los políticos, es un movimiento mundial de todas las mujeres, es decir de la mitad de la población del planeta exigiendo políticas que al final beneficiarán a todos: a los pobres, a los propios hombres, porque la mejoría en la vida de las mujeres es transversal, alcanza a toda la sociedad. ¿Es tan difícil de entender? Y sí, marcaremos la agenda, de eso se trata, no la agenda de los amigos y los enemigos del presidente, como si el centro de las cosas fuera ése, sino la verdadera agenda de las mujeres que empieza por algo muy sencillo y se repite por todas partes: vivas nos queremos. Vivas nos queremos en Nuevo León, en Tamaulipas, en Veracruz, en el Estado de México, en Jalisco, en la Ciudad de México, en Chiapas, en todo el país, gobierne quien gobierne, del partido que sea. Y seguras. Y saludables. Y queremos que los responsables de las políticas, los que realmente pueden llevar a cabo acciones para terminar con esta epidemia de sangre, escuchen a los especialistas y las lleven a cabo.
Respecto al paro del día 9, leo hoy, domingo 23 de febrero, que la secretaria del Función Pública señala que las mujeres que no saldremos a trabajar, ni a comprar, nos vamos a quedar lavando platos: ¿de verdad?, ¿es lo que usted haría? Porque yo no, tengo mucho que leer, escribir, conversar con mis amigas, con mis hijas. Pasear por las calles sin comprar nada, sin pagar un camión, un taxi, para llegar a ninguna parte a dar nada, a hacer nada. Buscarle ventanas a la vida, pues. Y sí, que se note que no estamos para nadie, estaremos cerradas por remodelación por un día, pues queremos remodelar esta sociedad. Luego leo que se arrepintió, que lo dijo para provocar: ¿en serio?, ¿provocarnos a nosotras, sus congéneres? Me pregunto si nos escucharán. Por lo menos veo que hay miedo, mucho miedo de que marchemos un día, de que paremos otro. Relájense, tranquilícense. Mostraremos que somos fuertes, sí; que estamos hartas del acoso, de los asesinatos, sí; de vivir con miedo, sí. Y sólo pediremos que nos escuchen: ¿es mucho pedir?
Ana García Bergua Es escritora y ha sido galardonada con el Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela La bomba de San José. Ha publicado traducciones del francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y reseñas en medios diversos. Su Twitter es: @BerguaAna
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Posted: February 24, 2020 at 9:34 pm
Atinadisimos comentarios de Ana a García Bergua con los cuáles estoy de acuerdo. Increíble que nuestro presidente y gran parte de su equipo no conciban que las mujeres son capaces de organizarse y de que su reclamo es totalmente legítimo, aunque si haya quienes quieran sacar raja política de esto. Que mensaje le manda con esto a su esposa el Sr AMLO y por qué tuvo ella que recular en su decisión inicial de apoyar a las mujeres en este reclamo tan valido?
En fin, esperando que este reclamo abra los ojos a nuestra sociedad y desde luego Ali’s políticos que solo jalan agua para su molino
No sé, en verdad, si no entendí bien o me gana la …. Leo a Ana con el mismo interés que he leído otras cosas de ella y me quedo, sigo en la duda. ¿Deveras piensa Ana que el presidente es así de indiferente con casos tan sentidos como los de Fátima y de Ingrid y que no muestre la menor empatía con tantos homicidios de mujeres?. Creo que, en realidad, NO ha escuchado a López Obrador cuando se refiere a esos terribles sucesos o, simplemente, no ha estado dispuesta a entenderlo. O creerle.
Sinceramente, y con todo respeto, creo que Ana se deja llevar por ese movimiento abiertamente hostil contra este gobierno que inventa, calumnia y luego reclama por lo que inventa.
Yo no soy “amloísta” pero creo que si luchamos muchos años por acabar con esos gobiernos que en 1p o 12 sexenios de corrupción, influyentismo y enriquecimiento insultante de tantos funcionarios, sólamente dejaron pobreza, un bajísimo nivel de educación y, ahora, en apenas unos meses y prácticamente desde el primer día de su gobierno, no se le da a éste la mínima oportunidad de trabajar en paz..