Cuando hablan las armas
Irma Gallo
Cuando Jennifer Clement (Greenwich, Connecticut, 1960), que tiene mucho de periodista y por eso busca las simientes de sus historias donde haya que hacerlo —así sea la National Rifle Association en Washington o las montañas de Guerrero—, trabajaba en su novela Ladydi (Lumen, 2012) “por ahí del 2010 o 2011, antes de Ayotzinapa”, conoció la historia de una norteamericana “que vivía en uno de esos pueblitos que no voy a decir cuál, en Guerrero”. De esa mujer, a la que nadie sabía describir con precisión, y de la que decían, no que fuera rubia sino solo “extrañamente blanca”, surgió Pearl, la protagonista de su siguiente novela, Amor armado (Lumen, 2018).
La escritora y presidenta del PEN Club Internacional dice que el germen de esta historia “es el horror de saber que pasan a México más de 20 mil armas al día”, y que “nuestros problemas terribles de violencia realmente suceden porque hay esta gran entrada de armas de los Estados Unidos. Y nadie habla de esto allá”.
Así que durante toda la novela las armas determinan el sino de Pearl, una chica de 14 años de edad que vive con su madre en un carro estacionado en un parque de trailers en Miami. Margot se embarazó de Pearl cuando tenía 16 años y decidió dejar una vida de lujos para criar a su hija lejos de su padre, rico pero abusador.
Un día, una vecina recoge a Pearl de la escuela y sin más, le dice que a su madre la han matado a balazos. Hacía tiempo que Margot, que siempre creyó en la bondad inherente de las personas, había dejado dormir en el auto a un muchacho que “parecía pegado con cinta Scotch”, de tan vulnerable que se veía. Meses después, el mismo individuo regresó al parque de trailers a comprar un arma y terminó con la vida de Margot.
Aunque este es el punto de quiebre en la historia de Pearl, la adolescente ya había tenido contacto con las armas. Cuando su madre empieza un romance con Eli, un traficante que un día llega a vivir al parque y del cual se enamora, a ella no le queda más remedio que salirse del carro (que era muy pequeño para tres) e irse a pasar la tarde a otro trailer en el que sus vecinos, los mexicanos Corazón y Ray, guardan las armas que también venden.
“En mis libros me interesa mucho cómo llevo lo divino a lo profano, cómo llevo la belleza a la fealdad, cómo llevo la luz a la oscuridad”, dice la autora. “Entonces pensé, ¿qué puedo hacer con las armas?, así que, en el trailer. Pearl se da cuenta de que las armas le hablan. Ella heredó el poder de su madre: puede sentir la historia de los objetos y lo que sienten los objetos; así que eso me permitió que hablaran las armas”. Los rifles, los revólveres y las ametralladoras le cuentan a Pearl, mientras duerme una siesta, la historia de las personas que mataron.
Pero una vez asesinada Margot, Pearl queda al cuidado de Servicios Infantiles. La fastidiada trabajadora social la lleva a casa de un hombre mayor, el señor Brodsky, que cuida con amor y paciencia a dos chicos más, cuyos padres también murieron por incidentes con armas, y que le dará refugio temporal a Pearl hasta que le encuentren un lugar sustituto permanente. Es ahí donde Jennifer Clement le da a su personaje la oportunidad de vivir un breve pero intenso amor adolescente:
“Los hombres pueden ser muy destructivos y además hay un problema: ya no están protegiendo a las mujeres. Pero al mismo tiempo, espero que en mis libros haya mucho amor hacia los hombres. Por ejemplo, Rita, en Ladydi, dice: “Vivir sin hombres es como dormir sin sueños”, y yo siento eso profundamente. Creo que Leo (el chico del que se enamora Pearl) es maravilloso; creo que el señor Brodsky es un amor increíble. Y Ray, la pareja de Corazón, solo hace su negocio, no es tampoco un mal hombre”.
A pesar de estar viviendo casi en un cuento de hadas, Pearl entiende que no puede quedarse en esa casa, pues cuando el señor Brodsky cumpla 70 años —lo que está muy cerca de suceder—, el Estado ya no le permitirá encargarse de los menores. Así que cuando Corazón llega a recogerla y le dice que la acompañe a visitar la tumba de Selena, Pearl acepta después de “casarse”, en una ceremonia íntima que le organiza su amiga mexicana, con Leo.
Las dos mujeres toman un autobús Greyhound desde Miami hasta Corpus Christi, Texas, la ciudad en donde asesinaron a la cantante mexico americana. Dice Clement quiso incluirla en su novela porque “siempre he adorado a Selena. Tengo tanto amor hacia ella como Corazón”. Pero también porque Quintanilla fue víctima de la violencia de las armas: “Yolanda Saldívar, que está en la cárcel, la mató. Fue a una tiendita, literal, compró un arma, le dio un balazo y la mató. Y Selena se desangró”.
Así es que Amor armado trata de las armas, pero también de mujeres que viven rodeadas de ellas, y de las que han muerto a causa de ellas. También México, la segunda patria de Jennifer Clement, donde ha pasado la mayor parte de su vida, se vislumbra como una posibilidad de redención hacia el final de la novela: “En Amor armado México simboliza el amor. Para mí, es el amor”, dice.
No por nada la mujer que inspiró esta historia vive aquí, en un pueblo de las montañas de Guerrero, del que Clement no dirá, jamás, su nombre.
Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, Gatopardo, El Gráfico, Revista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora de Profesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) yCuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).
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Posted: January 15, 2019 at 10:37 pm