El Burlador de Sevilla (Fragmento)
Derek Walcott
Una versión del clásico de Tirso de Molina
Traducción de Keith Ellis
TISBEA
Oh, qué puede refrescar más que esta imagen de una pescadora bronceada por el sol, con pretensiones literarias, descendiendo por entre las doradas hojas del almendro, pasando delante de los ojos lascivos y gomosos de árboles viejos que se les salen con asombro, como los que miraron a Helena al andar por las almenas de Troya…, aunque es difícil conseguir libros, y para mí, Tisbea, ¿tener esa imagen? ¡Sí, para esta criatura de ojos pastosos venir a esta playa con un collar que es el detrito dejado por una tempestad! Esta imagen asustaría al mundo. ¡Oh, pechos firmes para siempre en sus principios! ¡Oh, pequeña puerta con labios siempre cerrada a los libertinos! ¡Oh, corazoncito rollizo e inviolado! Tengo que recordar para apuntar todo esto; ¡cada día pierdo tres metáforas debido a la pereza! Sin embargo, si yo fuera Nausícaa y allí, tumbada en el raso arrugado de la playa de Tarragona…, oh, eso es buenísimo, buenísimo, tendré que recordarlo, ninguna pluma, ninguna pluma… Qué era –si yo fuera Nausícaa en la playa lisa, no, lisa no, ¿dije lisa?–. No obstante, y allí tendida, desnuda y pulcra… ¿Por qué aludí a Nausícaa?… No soy Nausícaa, esa princesa, coleccionista de conchas, soy la humilde Tisbea en la destruida costa de la Nueva Tarragona y sencillamente voy a caminar por esta playa cantando mi canción inocente cuando me encuentro con…
(Gritos.)
¡Un hombre! ¡Desnudo!
¡Dos hombres! ¡Uno negro!
Náufragos.
¡Váyanse!
(Música.)
(Canta.)
Si a los dardos del arco de Cupido
yo, Tisbea, soy inmune,
que brille mi ceja pura, pido,
tan pura como la luna.
¿Huyo yo
de la vista
de una desnuda suerte
de la muerte?
¿Es justo que vea
lo que veo suspendido
ante mí?
Mientras esté aquí,
dividida entre la clemencia y
la modestia, ¿debiera ver
solo de un lado?
¿Puede ser la verdad tan desnuda?
¿Dónde están todos esos votos
en que puse
tanto orgullo?
¡Vete! ¡Quédate!, dice una pequeña voz.
¿Cómo? Sigue
cantando otra vocecita.
Pechos, ¿por qué ondulan?
Corazón, ¿por qué palpita?
Pequeños pies,
¿no se van?
¡Debiera irme, debiera irme!
Oh, la tempestad que hierve
en mí, ¡reventaré!
Ves cómo ondula mi seno.
Oh, calor oscuro de estos pechos,
Oh, mañana espléndida,
¿será esto lascivia?
JUAN
(Tosiendo.)
El Ulises náufrago, ¿agotado por la estrepitosa esperma?, ¡estrepitosa espuma!, ondulaba sobre el pecho del océano, no tenía más suerte que cuando con ojos dañados por la sal vio nubladamente al amanecer a Nausícaa…
TISBEA
Oh, señor, ¿conoce usted a Homero?
JUAN
¿Hay alguien más? Perdóneme, pero tendido allí, yo y mi criado náufrago, a quien voy a presentarle cuando esté bien vestido…, ¿puedo pedirle prestada esa cesta para tapar mi impudicia? Gracias.
(TISBEA le da la cesta. Se la pone.)
No podía menos que admirar, aun en mi condición agotada, su redondeada, atractivamente enfática sintaxis. Jamás he oído por casualidad, u oído directamente, a cualquier mujer, duquesa o eunuco hablar tan elocuentemente, y he oído a muchos, y ahora estoy muy agotado y tengo que echarme, de algún modo.
(Se tumba. CATALINON trata de levantarse, pero Juan le obliga a quedarse en la arena.)
JUAN
¡Quieto, esclavo! Y esconde tu pez de esta encantadora náyade.
TISBEA
Usted habla muy bien, señor, para ser un náufrago. No sabía que usted oía lo que iba diciéndome a mí misma. Pero usted necesita socorro como Narciso, y aquí estoy, de pie, hablando.
JUAN
Y yo aquí, de pie, acostándome.
(TISBEA y JUAN hablan sin mirarse: Juan medio cubierto con la cesta y CATALINON boca abajo.)
Dígame, hermosa ninfa marina, ¿dónde estamos?
TISBEA
En la costa de la Nueva Tarragona.
JUAN
(A gritos.)
¡Díos mío, perdóname, perdóname, gran Neptuno!
(Catalinón se incorpora y se tumba de nuevo. Tisbea se arrodilla.)
TISBEA
¿Dónde le duele? Señor, ¿qué tiene?
(Pausa.)
¿Está agonizando, señor?
JUAN
(Abrazándola.)
Nunca me perdonarán. ¡Nunca!
TISBEA
¿Por qué? ¿No es un dolor, entonces?
JUAN
No, es sencillamente… ¡Oh, no lo puedo aguantar! Y diré solo si cierras estos labios salados que lucen como bayas, y cierras en esa bóveda, tu pecho de altos principios, qué violación de la caballería este príncipe ha perpetrado…
TISBEA
¿Un príncipe? Se lo prometo, su excelencia… ¿Pero qué?
JUAN
No pregunté su nombre.
TISBEA
¿A mí? Oh, no soy nadie, señor. Tisbea. Una pobre pescadora.
JUAN
Tisbea, eso es lo que pensaba. La oleada del mar me ensordece, mi amor, como lo hizo Odiseo, harto de espumas, pero nunca me perdonaré, comeré alacranes, ya que al despertarme a la maravilla de la salvación pregunté dónde estaba y no su dulce nombre…
TISBEA
Tisbea, señor. ¿Y el suyo?
JUAN
Nadie. Un príncipe náufrago. Un poeta.
TISBEA
¿Un poeta?
JUAN
¿Qué poeta triangularía su ubicación y no su sentimiento? No, soy un patán, naufragado, necesitando fe… Tú eres angélica, una pescadora que conoce a los clásicos, con una biblioteca limitada pero con un gran corazón, y yo hice esa pregunta desvergonzada: «¿Dónde estoy?», en lugar de lo que pregunto, con todo remordimiento: «¿Quién eres tú, Tisbea?». ¿Y qué ha de ser de nosotros? Esta repetición de la verdad inmortal, este naufragio, con solo nosotros…
TISBEA
Hay un tercero…
JUAN
¿Quién? ¡Oh, él! Puedes considerarlo mi sombra, mi salada y dulce virgen, ¿eres una virgen?
TISBEA
Señor, sí…, sí.
JUAN
¡Haz que él no vea tu cara, si tienes vergüenza, entonces! ¡Vamos, levántate, Catalinón! ¡Ya has estado tumbado allí suficiente tiempo! Decora tu obscena gordura con hierbas y vete…
(CATALINON sale.)
TISBEA
Sus metáforas son puro Homero.
JUAN
Dulzura, tengo metáforas que no he usado todavía. Oh, Eva de este nuevo Edén, confeccióname un traje de hojas de parra. La serpiente empieza a despertarse. ¿Conoces la primera metáfora del Edén, Tisbea, la serpiente? ¿Conoces la serpiente que guiña su único ojo? Oh, recemos para que la serpiente (¿eres católica?, bien) no viole este paraíso de espuma marina; suprímela, suprímela, como una anguila, aprieta, aprieta esta anguila en su cesta, dulce y salada pescadora. Tenemos que ser firmes con ella; aquí, pon una mano firmemente aquí, alrededor de su cuello. Eso es. ¿Sientes el monstruo, el diablo, desafiándote?
TISBEA
Oh, señor, ¿está seguro de que esto es propio?
JUAN
¡Debemos traer el viejo Evangelio al Nuevo Mundo! ¡Llamas del Infierno y azufre, capuchas blancas de la Inquisición, Edén y el Nuevo Mundo, viajes, naufragios, la ira de Dios! Más firme, más firme, sé firme con él, porque Homero no es nada más que libros, pero esta es la Iglesia; y tomarán la serpiente por el cuello para expulsarla…
TISBEA
Es muy provocativo.
JUAN
Agítala, háblale, desafíala; hay que castigarla firmemente, firmemente, muchacha…
(A sus lomos.)
¡Bestia! ¡Bestia!
TISBEA
Estoy castigándola, estoy castigándola…
JUAN
Bien, pero no debes soltarla nunca, e iremos a…, a ese Edén allá, mi salada Eva, a expulsarla, ángel con la espada flamante. Guarda la anguila en la cesta donde esté bien colocada, y vayamos, vayamos allá, a esa arboleda… ¿Qué tipo de arboleda es?
TISBEA
Señor, ¡oh, de eucalipto!
JUAN
Reza conmigo.
Ven, ven, ven
a esa arboleda,
a ese Edén eucalíptico rociado de sal,
y mezclaremos unas cuantas metáforas, Tabish…
TISBEA
Tisbea, señor.
JUAN
¡Ven! ¡No la sueltes, no la sueltes!
(JUAN y TISBEA salen. Música. CATALINON vuelve. Un coro de pescadoras entra, con cestas.)
PESCADORAS
¿Tisbea? ¿Tisbea?
(CATALINON se les acerca. Se apartan de él. Un baile empieza.)
CATALINON
¿Tisbea?
(Canta.)
Tisbea fue a la playa,
un pez espada se llevó su joya.
¡Tisbea, oh, ah!
¡Fuego en el agua!
(En un frenético baile evangelista, el coro de pescadoras lamentan la seducción de Tisbea.)
Primera Pescadora
¡Agárrate bien a la caña,
hermana Tisbea!
¡Agárrate bien a la ca-ah-ña!
Aunque se transforme como el bastón de Aarón
en una serpiente milagrosa,
¡cuidado que no salte de tu mano!
SEGUNDA PESCADORA
(Hablando.)
Oh, ¿qué dirá el cura?
¿Qué dirá el cura?
(El baile se transforma en una reunión de azufre y llamas del Infierno. Entra un sacerdote, predicando.)
TERCERA PESCADORA
(Hablando.)
¡De qué manera bautizaron a la pobre muchacha!
PESCADORAS
(Cantan.)
Tisbea fue a la playa,
un pez espada se llevó su joya.
¡Tisbea, oh, ah!
¡Fuego en el agua!
CATALINON
Esa caña es la caña
de corrección,
pero apunta a la Tierra Prometida;
apunta a la Tierra Prometida, muchacha,
pero ¡cuidado que no salte de tu mano!
PESCADORAS
Tisbea fue a la playa,
un pez espada se llevó su joya.
¡Tisbea, oh, ah!
¡Fuego en el agua!
(Termina el baile.)
[…]
Posted: December 15, 2014 at 3:31 pm