Gabriel Zaid el humorista ácido
Jaime Perales Contreras
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En el mes de enero, el escritor Gabriel Zaid cumplió noventa años. El Colegio Nacional y diversos medios realizaron una serie de conferencias y análisis de su obra. En este caso, Jaime Perales Contreras, escribió un texto basado en la investigación de su libro Octavio Paz y su círculo intelectual (2013), en donde nos describe un perfil biográfico del poeta regiomontano y su amistad con colegas y amigos, entre ellos, el poeta Octavio Paz y el novelista Mario Vargas Llosa.
La amistad de Gabriel Zaid con Octavio Paz data de muchos años atrás. Paz realizó un viaje a Monterrey en la década de 1950 y ahí se conocieron. Zaid ya había publicado un libro de poemas: Fábula de Narciso y Ariadna (1958), dedicado con ironía al Pequeño Larousse ilustrado y en 1963 publicó su primer ensayo literario: La poesía fundamento de la ciudad.
A fines de la década de 1950, Gabriel Zaid, como varios de los autores que participarían en las revistas Plural y Vuelta de Octavio Paz, empezó a darse a conocer como poeta en la llamada Revista Mexicana de Literatura, que dirigió Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo.
Cuando Zaid tenía 21 años leyó el Cántaro roto de Octavio Paz, en uno de los ejemplares de la Revista Mexicana de Literatura. Escribió que se mareó tanto que tuvo que entrar a un café y sentarse, porque quedó deslumbrado, literalmente borracho de palabras.
Gabriel Zaid, más tarde, publicaría en la Revista Mexicana de Literatura, por sugerencia del propio Paz, una serie de poemas. Paz fue quien lo recomendó con Carlos Fuentes para que colaborara en la revista. Cuando el joven Zaid le envió un manuscrito suyo a Octavio Paz, Paz le escribió una carta sumamente alentadora en donde se expresó que le daba mucha alegría que un joven mexicano tuviera tanto talento. Y Paz finalizó su amable carta subrayando que guardaba el escrito de Zaid como algo verdaderamente valioso.
En esas fechas, el joven Zaid reveló su inteligencia muy particular cuando terminó su carrera de ingeniería industrial con una tesis llamada Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México, la cual sería el germen de su defensa del libro titulado Los demasiados libros(1966), tema apocalíptico, que recuerda en mucho el ensayo tan de moda en los años setenta que se llamó La Galaxia de Gutenberg, de Marshall McLuhan o los ensayos de prospectiva de autores como Alvin Toffler y su Third Wave.
En 1966,uno de los editores de los primeros poemas de Gabriel Zaid comentó que el libro de Seguimiento no aparecía solo, lo acompañaba una carta de Octavio Paz, la cual le bastaría para abrirle camino. Sin embargo, la nota subrayaba que no se debían equivocar las cosas. El camino se lo abría Zaid por sí mismo. La carta no era más que la manifestación de que su obra era promisoria. Paz no lo hubiera favorecido de no haber encontrado en su obra, todavía incipiente, valores dignos.
Antes de empezar a publicar en Plural, Zaid colaboró en La Cultura en México, dirigida por Carlos Monsiváis, el suplemento literario más importante de la época de la revista Siempre! En esas fechas, Zaid escribió tres años en el suplemento, publicando sus ensayos y poesía. Antes de salir de Siempre!, se solidarizó con Paz y firmó una carta de apoyo de la revista por su renuncia a la Embajada en el 68. Tres años más tarde, Gabriel Zaid se unió al grupo de la revista Plural de Octavio Paz
En Plural, Zaid publicó sus ensayos en una columna que se llamó Cinta de Moebio. Como su nombre lo indicó, la sección de Zaid fue un homenaje a esa figura creada por el matemático alemán del siglo XIX Augusto Möbius. La cinta de Moebio es una tira de papel doblada a la mitad, en el que el anverso y el reverso se encuentran uno con el otro. Se puede observar, en una variación de la ilustración, que una serie de hormigas caminan alrededor de la cinta, pero no avanzan. Uno puede imaginarse que las hormigas caminaran ad infinitum sin llegar a ningún lado.
Cuando concluyó la revista Plural, Zaid publicó la compilación de su columna con el título: El progreso improductivo. La hipótesis de sus ensayos era que el Estado tenía una fe ciega en el progreso, pero desafortunadamente México no avanzaba con el progreso dictado desde el Estado. El miedo del poeta ante la burocratización de la economía mexicana fue muy parecido al que tuvo John Kenneth Galbraith en la década de 1970 con respecto a la economía norteamericana en su libro El nuevo Estado industrial. El argumento del libro de Galbraith era que el capitalismo industrial había cambiado sustancialmente hasta hacerse irreconocible y que los capitalismos tradicionales mentían sobre este cambio. Sobre todo, el libro era un alerta roja contra la estatización que estaba permeando la economía norteamericana. El léxico empresarial en Estados Unidos, según el economista, empezaba a hablar sobre planificación, control gubernamental, respaldo estatal y socialismo. En Zaid, ese miedo, sobre todo, estaba apoyado en la lógica de la ineficiencia burocrática que penetraba el Estado mexicano, acompañada del sistema presidencial.
El estilo que fue desarrollando Gabriel Zaid en su columna Cinta de Moebio tuvo una característica anfibia, por decirlo así, ya que combinaba el manual de instrucciones con el ensayo literario. El ensayar con el ensayo mismo, como indicó Zaid en las primeras páginas de uno de sus libros seminales: Cómo leer en bicicleta. En él, Gabriel Zaid advierte al lector que se va a enfrentar a un libro con características distintas. Como se sabe, los manuales son fáciles de leer y organizados de manera secuencial, ellos proveen de la información suficiente para armar u operacionalizar un instrumento en un tiempo razonable. No hay ninguna pretensión en la redacción de un manual más que la de su utilidad en sí. En el manual de Zaid era todo lo contrario, como el título del libro lo sugiere. Cómo leer en bicicleta, evidentemente era una sátira al pragmatismo de la vida cotidiana. El homenaje al absurdo de Cómo leer en bicicleta es parecido a Historia de cronopios y famas (1962) de Julio Cortázar. En él hay una sección llamada Manual de instrucciones en el que se pueden observar las coincidencias entre ambos escritores, sobre todo en el texto introductorio de Zaid.
Otros elementos de estilo en su obra se aprecian en la reseña escrita por Mario Vargas Llosa para Plural, llamada La excepción a la regla. En su nota, Vargas Llosa clasificó a Zaid como un autor que deliberadamente se aferra a la rama para no ver el bosque. Es decir, Zaid se interesa en temas pequeños que excitan su inventiva crítica. Además, el novelista peruano denotaba un humor ácido. Sus escritos disolvían todo aquello que tocaba y en donde, además, existía una pasión de lo concreto, como dos de sus principales virtudes.
A su vez, Vargas Llosa anotó que Zaid revelaba una postura poco común en esa época, es decir, una actitud liberal, ante una posición abrumadora en ese entonces: la del intelectual del tercer mundo que afirmaba que todas las fallas en la sociedad se debían al imperialismo norteamericano y que la única cura para ello era el cambio revolucionario. Cuando Gabriel Zaid leyó la reseña de Vargas Llosa, se alegró mucho. Octavio Paz le escribió a Vargas Llosa diciéndole que Zaid estaba muy contento por la reseña. Eres justo y generoso, es decir, doblemente justo, comentó Paz en su carta.
Zaid también le contestó a MarioVargas Llosa con una carta, dirigida al liberalísimo Mario en el que le agradeció su reseña, en donde mostraba puntos en común con él sin haber puesto en su nota un solo elogio explícito. Estaba de acuerdo con una observación que le hizo Vargas Llosa que quizás era mejor mostrar una postura liberal para criticar al marxismo aunque, para el poeta e ingeniero mexicano, habría que decir que no era lo mismo ser liberal antes de Marx y Freud (y Stalin) que después: Quizás era ya tiempo afirmar que el marxismo (no Marx) era ya un cadáver, un sarampión que había padecido el mundo académico que había empezado en 1932 y que parecía que estaba a punto de concluir. El vaticinio de Zaid era que, en el futuro, ponerse la medalla de marxista sería tan ridículo como ser newtoniano, darwiniano o freudiano.
Asimismo, Octavio Paz tuvo gran afinidad por las ideas de Zaid, ya que en la década de 1970, Paz asistió a una conferencia en la Universidad Nacional Autónoma de México, que impartió José Revueltas. En ella estableció una comparación de las ideas de Revueltas con las de Zaid, en donde, según Paz, los países subdesarrollados tenían una ventaja sobre los altamente desarrollados. Se debía, para Paz, defender las culturas tradicionales y sus sistemas éticos y artísticos. Paz sugería en ese momento, influido por el pensamiento de Revueltas y los artículos y notas publicadas en en Cinta de Moebio, cambiar la orientación de la política económica y social. De acuerdo con Paz, no se trataba de crear un México más moderno, sino de un México más humano.
Ya en la época de la revista Vuelta, el escritor Alberto Ruy Sánchez afirmó que Octavio Paz era un guerrero, pero era un guerrero poco estratégico. Mientras que se refirió sobre Gabriel Zaid como un guerrero netamente estratégico. Cuando Ruy Sánchez fue secretario de redacción, a mediados de la década de 1980, dijo de Zaid que él hablaba con el escritor regiomontano cada 15 días y, en ocasiones, cada mes. Según él, la revista Vuelta ganaba muchísimo teniendo la parte intempestiva, guerrera de Octavio Paz, combinada con esa parte estratégica de Gabriel Zaid. Había una participación muy clara en las revistas por parte de Zaid. Él le mandaba a Ruy Sánchez un promedio de seis a siete colaboraciones que las distribuía selectivamente, según el tamaño y la importancia de la nota o el ensayo. De acuerdo con el novelista, Zaid, al igual que Paz, tiene esa personalidad de la conversación telefónica. Y él le indicaba precisamente en esos tiempos qué textos de él tenían que ser publicados en la revista. Una vez dadas las instrucciones precisas, el ambiente se relajaba y Gabriel Zaid se ponía a conversar con Ruy Sánchez sobre literatura del siglo XIX.
También se ha hablado mucho de la defensa de la imagen anónima del escritor. Con respecto a ello, en una foto que tomó Rogelio Cuellar sobre el círculo de la revista Plural, se ve a Gabriel Zaid, relajado y sonriente, entre el poeta Tomás Segovia y de Marie-José Paz. En la foto está acompañado de lo que sería el consejo de redacción de ese entonces y que perduró hasta la fundación de Vuelta: Alejandro Rossi, José de la Colina (de espaldas viendo la biblioteca de Paz), Salvador Elizondo, Juan García Ponce (en silla de ruedas) y la francesa Michelle Alban, en cuclillas, Kazuya Sakai y por supuesto Octavio Paz, sentado sobre la alfombra de su departamento, enseñando orgulloso un ejemplar de la revista. La apariencia de Zaid no tiene nada de particular. Es un hombre delgado, de anteojos, traje gris y una corbata colorida (adivino eso porque la foto es en blanco y negro), en la mano derecha también tiene un ejemplar de la revista. El porte aguileño de su persona da un poco la impresión de ser el hermano mayor de Alejandro Rossi y padre de Alberto Ruy Sánchez. Los tres, si se colocan juntos para tomarles una instantánea, parecería que hay algo de familia.
No se puede encontrar en la solapa de ninguno de sus libros una fotografía, bosquejo o ilustración de Zaid. Tan celosamente ha guardado su imagen pública que en los años setenta se rumoraba que era una invención de Carlos Fuentes y Octavio Paz, algo así como Borges y Bioy cuando crearon al ficticio Bustos Domecq. El escritor y filósofo mexicano Julián Meza, comentó que Zaid, cuando almorzaban juntos en las calles de San Ángel en la Ciudad de México, le daba más la impresión de ser un banquero que el de un escritor. Siempre de traje y corbata y con un portafolio de cuero café. Demasiado formal para ser escritor. –En la foto es el único que tiene corbata frente al ambiente relajado del círculo de Plural. Es famosa la anécdota sobre su anonimato, que tan celosamente guarda, que demandó legalmente a una revista mexicana por haber tomado una fotografía de él sin su permiso. Enrique Krauze escribió que Zaid quiere permanecer invisible debido a que es la mejor manera de conservar la independencia del intelectual. Como Flaubert afirmó en alguna otra época: es la obra, no la persona, la que importa.
Así es Gabriel Zaid, el humorista ácido.
Jaime Perales Contreras. Doctor en Estudios Culturales y Literatura por la Universidad de Georgetown. Trabajó durante doce años en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la sede en Washington, D.C., en las áreas de Democracia y Seguridad humanitaria. Entre sus distinciones, ha obtenido la John William Fulbright Scholarship, la beca del Consejo Británico y la del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Entre sus obras se encuentra su importante ensayo biográfico Octavio Paz y su círculo intelectual (Ediciones Coyoacán/ITAM) (tercera edición, (2017)) y su volumen de relatos titulado El gallo que fingió ser Jorge Luis Borges (Fontamara, 2015). Su último libro se llama Leer cine (Cine y literatura) (Fontamara, 2020). Actualmente es profesor de Cátedra del Tecnológico de Monterrey y profesor de asignatura del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) en la Ciudad de México.
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Posted: February 5, 2024 at 10:16 pm