Current Events
Guía inútil para entender Europa
COLUMN/COLUMNA

Guía inútil para entender Europa

Andrés Ortiz Moyano

Getting your Trinity Audio player ready...

Cuando a los europeos nos llegan ciertas noticias desde Estados Unidos, me refiero a aquellas del corte más escandaloso (tiroteos, negacionistas varios, asaltos al Capitolio, etc.), es habitual disculpar el caos yanqui. Debe de ser por nuestro poso de caridad cristiana. Lo que argumentamos es “bueno, es que los ‘americanos’ son muchos y el país es muy grande, por lo que estadísticamente tiene que haber de todo”. Es curioso que además nos permitimos la dudosa licencia de compararnos con un territorio, en muchos frentes, radicalmente distinto al nuestro. Empezando por el más básico, que ellos son los Estados Unidos de América desde hace más de dos siglos mientras que nosotros intentamos en vano alcanzar la ¿utopía? de los Estados Unidos de Europa desde apenas seis décadas.

Pero aun así nos contrastamos con EEUU adoptando incluso cierta pose pomposa, cuyo mensaje velado es lo que en realidad pensamos: en EEUU hay tanta gente y es tan grande que es normal que haya tanto zumbado de la cabeza. Pero hete aquí que, si validamos ese mismo argumento y si atendemos a los siempre aburridos números, los hijos del Tío Sam son más de 333 millones mientras que la población de la Unión Europea alcanza los 448 millones (si metemos a los de fuera de la UE pasamos de 750, ojo). O sea, que el tamaño importa, sí, pero aquí poco justifica.

El caso es que, como buenos etnocentristas europeos, siempre vemos el mundo desde el prisma del viejo continente y pocas veces nos preguntamos cómo deben vernos desde fuera. Y sinceramente creo que ¡ay, del pobre que intente entendernos!

Europa en general y la Unión Europea en particular es un galimatías cada vez más enrevesado, en especial tras comportamientos y reacciones como los propios de las recientes elecciones al Parlamento Europeo. Los resultados demuestran que todavía, más de 65 años después del Tratado de Roma, eso de Unión está más lejos que cerca a pesar de sus indudables avances en pos de una superfederación de estados desarrollados. Reutilizando la referencia estadounidense, les puedo asegurar que hay infinitas más similitudes entre Oregón y Florida (con una distancia de más de 3700 km), que entre Francia y Polonia (1700 km.). Elijan el filtro de búsqueda que quieran, desde diferencias entre norte y sur, este y oeste, continentales y mediterráneos, país por país, y les aseguro que se justifica mi exposición. Esto se traduce en una falta de conexión preocupante que se ilustra con evidentes botones de muestra. Valga la propia guerra de Ucrania. Les aseguro que si le preguntan a un polaco o a un báltico, su visión de cómo proceder contra el tirano de Moscú difiere enormemente con la de un portugés o un belga. Y como ésta, tantas otras.

Decíamos respecto a las últimas elecciones que debe resultar una madeja enmarañada para el no europeo comprender qué se cuece en un continente que regula, regula y regula fiel a su mastodóntica y a veces incomprensible burocracia mientras Estados Unidos innova y China fabrica. Y mientras tanto, el gran titular es el indudable auge de los extremos, principalmente de la ultraderecha en muchos puntos del mapa europeo.

En Alemania, los Adf han quedado segundos y en Austria, el FPO ha ganado de calle. Pero en Francia, la aplastante victoria de Le Pen ha provocado que el presidente Macron haya convocado elecciones generales.

¿Significa esto que volvemos a la Europa de los años 30? La realidad suele ser más pacata y aburrida que la ficción y en este caso no es distinto.

Efectivamente estos casos de posible alarma no son menores pero también es cierto que el bloque centrista y moderado de socialdemócratas, centro-derecha y liberales ha ganado el partido con bastante soltura y, a priori, no debe tener el menor problema en mantener su mandato, previsiblemente con Ursula Von Der Leiyen de nuevo.

Por otra parte, quizás la lectura de estas elecciones debe interpretarse más bien como un castigo generalizado a la izquierda en general y a ciertas políticas en particular. No es que el domingo pasado millones de europeos se levantaran de la cama con el saludo a la romana y gritando Sieg heil!, es más bien el hartazgo de programas erráticos y acciones fallidas en un momento muy sensible en el que grandes amenazas cierran sus mandíbulas. Desde el problema migratorio y de seguridad en algunos países, hasta la cada vez mayor irrelevancia en el concierto internacional. Pero sobre todo es la alargada sombra de Putin, para unos y otros, lo que amenaza en el horizonte más cercano.

Así es, para Europa, más que los grupos y gobiernos extremistas, que claro que los hay, la mayor amenaza es el zar Vladimiro y el emperador Xi.

Como decíamos, las señales de hartazgo son evidentes, pero igualmente no sería justo proseguir con esta fallida guía europea sin mencionar que las propias elecciones al parlamento europeo son, per se, proclives a las frivolidades. En España sin ir más lejos, un tal Alvise Pérez, oscuro individuo experto en bulos, con varias condenas por difamación y salido prácticamente de la nada, ha reunido la friolera de 800.000 votos sin contar con un programa y sujeto a una legión de seguidores en Telegram y el estercolero de las redes sociales. Sirva este ejemplo como evidencia de que en estas elecciones, la laxitud de las candidaturas dan pie a sorprendentes dislates. Unos dislates que, no obstante, deben hacernos reflexionar sobre si estos elementos y los grupos ultra son el resultado de esa polarización de los supuestos moderados que de tanto alertar sobre la llegada del lobo, el lobo ha acabado llegando. En la misma España, Pedro Sánchez lleva años demonizando a cualquier rival político como fascista siendo el suyo uno de los mandatos más caciquiles y abusivos de Occidente.

Pero, ciertamente, ¿qué puede pasar con Europa? El panorama es desalentador a pesar de los ilustres que todavía enarbolan la bandera azul de las estrellas doradas. A la espera de lo que ocurra, sobre todo, en Francia (verdadero líder de la UE tras los continuos tiros en el pie de Alemania), la realidad que se presenta es la de una región errática, en continua revisión y prisionera de sus propias políticas. Da la sensación de que los europeos ansiamos darle al botón de pausa en un mundo que nos está zarandeando sin miramientos.
Y como a Donald José le dé por ganar, se nos acaba el amparo de nuestro hermano mayor de Washington.

El europeísmo pasa, pues, por horas bajas. Nunca se supo explicar, venderse como lo que es: el proyecto más ambicioso de paz y prosperidad del mundo. Desde la consolidación de un mercado único y la unificación de la moneda, lo que se ha traducido en una mayor cohesión y estabilidad en la zona Euro. Se ha creado una red de acuerdos de libre comercio con numerosos países, lo que ha beneficiado a las economías de cada miembro.
Por otra parte, aunque muy lejos del ideal, también se han dado pasos significativos durante décadas en políticas comunes de seguridad y defensa, incluyendo el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva y los ataques cibernéticos.

Pero la madre de todos los logros es la incontestable prosperidad que brinda la Unión Europea. Ha sido fundamental en la construcción de servicios de salud eficientes, seguros de desempleo y sistemas de jubilación adecuados; ha jugado un papel crucial en la consolidación de democracias liberales en Europa, promoviendo el estado de derecho y el respeto por los derechos humanos, contribuyendo así a la estabilidad política y social del continente; y más recientemente, somos líderes en la lucha contra el cambio climático, implementando políticas ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover la energía sostenible.

Da la sensación de que Europa está envejecida, agotada, con un proyecto caduco que da pie a las frivolidades mencionadas ut supra. Mas no queda otro camino. Por fuera, atacan los bárbaros de este, por dentro, el veneno de los nacionalismos se extiende como manchas de aceite. Pero aún así, la evidencia, casi científica, es que es el único camino de supervivencia para la cuna de Grecia y Roma, la del cristianismo y el derecho universal, la del renacimiento y la separación de poderes. Hagan cambios, actualicen la fórmula, pero no, por lo que más quieran, renuncien a ella.

 

Photo by Markus Spiske on Unsplash

 

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetasClaves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.


Posted: June 16, 2024 at 9:41 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *