Interview
La ley del péndulo de Liliana Blum

La ley del péndulo de Liliana Blum

Brenda Navarro

Conocí a Liliana Blum por Facebook, en una discusión que había respecto a los problemas de inseguridad que vive México y nos hicimos amigas virtuales, como ya es habitual en estos tiempos. Aunque no estaba del todo de acuerdo en su visión, me gustó su postura tajante y dura y su perspicaz sentido del humor respecto a la mayoría de las cosas que pasan en el mundo. Casi sin querer, nos conectamos de manera personal y encontré en ella una mujer con la que se puede hablar de cualquier cosa, en indistinto tono y con sinceridad. Su literatura es igual: confrontativa y analítica, pero con ese dejo de compasión, ternura y humor negro que no se describe explícitamente pero se siente. El subtexto, la lectura entre líneas es, sin duda, una de sus grandes virtudes narrativas.

Ganadora del Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo (2006), del Concurso Internacional de Narrativa convocado por el Centro Israelí para las Comunidades Iberoamericanas (2007) y autora de los libros de cuentos: Yo sé cuando expira la leche (2011), El libro perdido de Heinrich Böll (2008), Vidas de Catálogo (2007) y La maldición de Eva (2002), Liliana Blum, llega a este 2014 con dos obras literarias bajo el brazo: su primera novela titulada Residuos de Espanto, mención honorífica en el Premio Nacional de Novela Breve 2013 (Ficticia), y su libro de cuentos No me pases de largo, ganador del Premio Literal de cuento 2013 (Literal Publishing).

Estos dos últimos premios, vienen a confirmar que Blum es una de las escritoras mexicanas contemporáneas en las que sólo es cuestión de tiempo para que su obra literaria se afiance como indispensable-

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¿Crees que ahora que Munro ha ganado el Nobel, será más fácil publicar cuento? 

Si bien el hecho de que una autora que sólo escribe cuento haya ganado el Nobel es un espaldarazo para los que aspiramos a escribir ese género, no creo que las editoriales modifiquen sus esquemas. Creo que fuera de Era, el resto de las editoriales (las no independientes, vaya), sólo publican cuentos, y eso muy esporádicamente, de los novelistas que ya de por sí siempre publican en su sello. Así que volviendo a tu pregunta: no, no lo creo.

Se te da más escribir cuento, ¿por qué crees que pase esto? 

Se me ocurren dos explicaciones: una más favorecedora que la otra. La primera sería que mi talento no da para la novela y otros géneros fuera del cuento. Desde luego, esto sólo me cala en cuanto a la novela, que ha sido mi propósito (fallido hasta ahora) de unos años acá. La segunda explicación podría ser a que me exijo demasiado (mis Chanocs son, después de todo, escritores como Atwood, Oates, Oz, Grossman) y no logro escribir algo que considere esté a un nivel aceptable. He leído en español novelas muy malas y no quisiera jamás que alguien leyera una mía y tuviera esa misma impresión.

¿Cuáles son las dificultades que encuentras al escribir novela?

¿Además de no distraerme haciendo cualquier otra cosa? Creo que mi dificultad principal tiene que ver con hacer que cada escena empuje la trama hacia adelante, al mismo tiempo que permita ir conociendo poco a poco a cada personaje. El no caer en incongruencias, en errores de lógica, en irse por sub-tramas que nada aportan a la principal, el mantener la tensión, el no juzgar a los personajes. El no perder el ímpetu de escribir antes de llegar si quiera a la mitad de la novela.

¿Cuál es tu proceso de escritura, corriges tú sola o pides apoyo?

Soy caótica y desorganizada, pero cuando logro terminar algo, reviso someramente la ortografía y busco errores muy obvios. Después le pido a Ramón que lo lea, porque es bueno para detectar errores de lógica, o partes enredadas que necesitan reescritura. Me encantaría poder tener otros ojos, pero eso no es siempre posible.

¿Cómo buscas y/o salen los temas literarios? 

Eso sí, por temas e ideas nunca he parado. No sé si es mi consistente curiosidad por la naturaleza humana o las cosas que leo en mis ratos de ocio, pero siempre tengo varios cuentos y hasta novelas en mi cabeza. Mi problema es sentarme a escribirlas; pero vaya, nunca me ha encontrado en la situación de no tener qué decir o no saber sobre qué escribir.

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¿Por qué la necesidad de escribir sobre un tema como el nazismo en tu primera novela? 

Descubrí mis raíces judías tardíamente (cuando cumplí quince años más o menos) no sólo porque mi abuelo judío se convirtió antes de casarse con mi abuela y desde entonces se había escondido tras un catolicismo exacerbado (Rotario, Caballero de Cólon, misa semanal, y esas monerías), sino porque en la familia nadie hablaba de ese tema jamás. Desde entonces comencé a interesarme por esa parte de mi propia historia y comencé a indagar sobre la llegada de mis bisabuelos, que venían de Alsacia, por cierto. Tengo una sección especial en mi biblioteca para el Holocausto y la Segunda Guerra, y para autores judíos, como Bashevis Singer, Phillip Roth, Amos Oz, David Grossman, A.B. Yehoshua, etc., que son geniales independientemente de que sean judíos no lo fueran. También he estado un par de veces en Israel y el segundo viaje en particular fue revelador, tanto para bien como para mal. He visitado tres museos del Holocausto y he conocido personalmente a dos sobrevivientes del mismo. La idea de que los últimos que sobrevivieron a esa masacre estén muriendo ahora y ante la estupidez de los que promueven por allí que el Holocausto no sucedió, me siento obligada a poner mi granito de arena para que sus víctimas no terminen de morir en la memoria de la humanidad. Residuos de espanto (cuyo título tomé de una frase de Alejo Carpentier, en Los pasos perdidos, para describir un campo de concentración nazi tras la llegada de los aliados) es mi forma de no olvidar.

¿Qué ha significado para ti asumirte como judía en México?

Es una pregunta complicada, por todas las aristas que supone ser o no ser judío. Me asumo como alguien con sangre judía en las venas, pero soy atea y el 75% restante de mi sangre tiene otros orígenes, a pesar de que arrastro (para bien o para mal) una pinta de judía que no puedo con ella. Habrá qué decir aquí que para los judíos ortodoxos, uno es judío si la madre de uno es judía, o si uno se convirtió al judaísmo según la Halacha, la ley religiosa de los judíos. Para los judíos bajo el primer criterio (el tener madre judía), la fe o el comportamiento no tienen relevancia para ser llamado “judío”. De hecho hay judíos que pueden ser ateos y seguir siendo considerados judíos. Por contraste, para algunos rabinos muy estrictos, un niño no es judío a pesar de que su madre sea una judía devota, si ella usó un óvulo donado por una mujer gentil, por ejemplo. Sea como sea, bajo estos criterios, yo no califico como judía, pues mi madre nació católica. Sin embargo, curiosa e irónicamente, bajo las Leyes de Nüremberg de la Alemania Nazi, yo sí califico como judía. En rigor soy una Mischlinge II (una mezclada grado dos, que quiere decir que tengo un abuelo judío): ergo, sería una candidata firme para las cámaras de gas de Auschwitz. Pero volviendo a tu pregunta: asumirse como alguien con sangre del pueblo elegido en México supone un riesgo: el odio y el racismo de muchas personas recae sobre mi rojiza cabeza todo el tiempo. Sobre todo en el medio de los escritores, en el que abundan los anti-judíos (que por lo general equiparan a Israel con Estados Unidos, trasmitiendo así su anti-yanquismo directamente a los todos los judíos) y los ignorantes que además confunden “judío” con “israelí”, sin saber, por ejemplo, que hay árabes-israelíes y cristianos-israelíes, mientras que en el mundo puede haber judíos mexicanos o argentinos, colombianos, españoles o rusos, que nada tienen que ver con las políticas de Israel. Esto es una cosa muy triste, sobre todo porque tiene su base en la ignorancia brutal y en el odio aprendido, pero jamás cuestionado.

En el libro No me pases de largo de una u otra forma las historias siempre están relacionadas, parecen una novela corta, ¿era tu intención escribir así los cuentos o salió durante el proceso?

El libro nace a partir de un cuento previamente publicado: “La esposa de Stalin”, de mi libro Vidas de catálogo (FETA, 2007). Este texto era uno que siempre me gustó porque los personajes están basados en las personalidades de mi mejor amiga y de mí misma. Así que pensé escribir otros cuentos con los mismos personajes. Es un libro muy personal, en ese sentido, con ciertas historias muy apegadas a la realidad, y otras un poco distorsionadas, pero igual, con una fuerte base en cosas que me sucedieron a mí o a mi mejor amiga. La idea inicial no era que pareciera una novela corta, pero creo que me da gusto que así lo parezca.

Portada-corta-Nomepasesdelargo1-192x300Tanto en la novela Residuos de Espanto como en No me pases de largo tienes frases sentenciadoras, me gustaría enunciarlas y que me ayudaras a profundizar sobre ellas…

A)   “Ese dios encaprichado como niño que destruye su creación porque ha cometido un error” ¿Eso nos pasa, de pronto entender que no somos dioses y no podemos enmendar los errores? 

La frase viene de la crítica inevitable que viene sobre la supuesta bondad de Dios y ante el sufrimiento humano y la masacre que fue el Holocausto; la frase es la reacción de un ser humano racional ante el supuesto “plan divino” de un Dios que “ama a su creación” y sin embargo, permite que les sucedan las cosas más aberrantes y crueles y malignas que uno pudiera imaginarse. Sobre lo que tú comentas, si llevamos mi frase a nuestra propia experiencia humana, me parece que tienes razón. Las personas, a diferencia de Dios (si existiera tal y como lo pintan las instituciones religiosas más populares), no tienen el poder de destruir todo y empezar desde cero. Afortunadamente, agregaría. Esto nos obliga a lidiar con las consecuencias de nuestros actos. En esto, los seres humanos me parecen más admirables y honestos que cualquier Dios que se jacte de ser amoroso.

B)   “…Como si un monstruo viviera eternamente debajo de su cama” ¿habrá alguna forma de matar al monstruo?

Creo que nuestros miedos, nuestras debilidades y nuestros defectos no mueren jamás, así como el monstruo bajo la cama. Pero quizá podemos controlarlos de alguna manera, mantenerlos a raya, como si le pusiéramos almohadones y cobijas al monstruo para que no salga. Al menos durante los momentos importantes en la vida.

C)   “Pero las cosas nunca pueden ir demasiado bien por mucho tiempo”… 

En mi experiencia, siempre ha sido así: cuando viene una racha de buena suerte, cuando todo aparentemente va bien, llega una bajada súbita y el mundo se pone de cabeza. Una especie de ley del péndulo…

D)   “Hay cosas peores que morir. Sobrevivir, por ejemplo…”

Esto tiene qué ver con las condiciones terroríficas de los campos de muerte que los Nazis construyeron para eliminar a todos los judíos del planeta; allí, los Nazis forzaron a las víctimas a realizar su “trabajo sucio” a cambio de sobrevivir o tener mejores condiciones para hacerlo. Así, eran judíos los que metían a otros judíos a las cámaras de gas, o los que tenían que seleccionar afuera de las barracas todos los días a los menos aptos, que en lugar de ir a trabajar irían a su muerte. Esto generó problemas sicológicos muy complejos y de largo plazo para los que lograron sobrevivir. El concepto de la “culpa del sobreviviente” ha sido parte central del estudio del Holocausto. Por ejemplo, la madre de Art Spiegelman (el autor de la famosa novela gráfica Maus) no pudo con las memorias terribles y se suicidó, en un intento de eludir el dolor. Los sobrevivientes del Holocausto se sintieron abandonados por Dios, que no hizo nada para evitar las muertes de sus esposos, esposas, hijos, padres, y muchos se volvieron ateos después de la Shoa. Los judíos se sintieron abandonados por la sociedad también, pues los países europeos no le dijeron no a Hitler: todos deportaron a sus judíos y los entregaron a los Nazis. La culpa de haber sobrevivido mientras todos sus seres queridos, junto a otros millones de inocentes, no lo lograron, es algo casi imposible de sobrellevar. Primo Levi, un sobreviviente judío italiano, autor de la novela autobiográfica Si esto es un hombre, dijo que lo único que un sobreviviente puede hacer es matarse a sí mismo. Él cometió suicidio a la edad de 68 años.

1898177_10152015846674150_235220632_nEn No me pases de largo, hablas de “dientes de primer mundo”… ayúdame a entender la teoría de la narradora cuando dice esto… 

Me refiero a que en México, al menos, las clases sociales se delimitan por muchas cosas: el poseer o no ciertos aparatos electrónicos de ciertas marcas, ropa de tales otras, etc. Una diferencia más entre la clase alta y la media, por ejemplo, al menos en los 90s, era la ortodoncia. Traer “brackets” y tener más adelante en la vida dientes alineados y perfectos, era un privilegio al cual no todos podían acceder. En el caso del cuento al que te refieres, la protagonista (clase media) se desenvuelve en un ambiente de jóvenes de clase alta, y las diferencias salen a flote.

En los cuentos “Campo de fresas” y “Un hueco en el océano” hablas de esa necesidad de “traspasar” la línea entre lo que “es correcto” y  lo que “está bien” para los personajes. Es una transgresión que pone incómodos a muchos…

La sociedad, la religión, la familia inmediata, los superiores, el sentido común, incluso nuestra conveniencia aparente, nos pueden imponer una forma de actuar o de abstenernos de hacer tal o cual cosa. Eso es lo correcto. Lo que está bien para una persona, para un personaje en este caso, no siempre coincide con lo anterior. Hace falta mucha sagacidad para diferenciar una cosa de la otra, y mucho valor para hacer lo que está bien para uno mismo y obviar todo lo que los demás esperan.

¿Qué debería de regirnos el “deber ser” o el “ser” con todo y sus consecuencias sociales? 

Siempre y cuando no seamos psicópatas narcisistas y nos limitemos a hacer lo mejor para nosotros, sin llevarnos entre los pies los derechos de terceros, que no rompamos las leyes importantes que están para proteger a los otros ciudadanos, me parece que sí, eso debería regirnos a la hora de tomar las decisiones que sólo nos conciernen a nosotros.

Tus personajes nunca se asumen como víctimas, cosa que siempre agradezco. ¿Esto es una postura de vida literaria y/o personal?

Supongo que es una postura personal que se trasmina, como las goteras, a las cosas que yo escribo. A pesar de que soy una quejicas universal y un poco misántropa (me quejo del frío, del calor, de los niños ajenos, de las señoras que no saben manejar, de la gente a mi lado que me molesta con sus temas de conversación), mis tragedias personales me las guardo porque puestas en contexto con lo que sufren otros en el mundo, quedan ranqueadas de muy burguesas y vanales. En el contexto global, nada es nunca demasiado trágico, y la prueba es que estamos vivos para contarlo y quejarnos del hecho. Creo que mis personajes, como yo, tratamos de dejar las cosas atrás, de superarlas, vaya, pero sin ir al otro extremo y pretender que no sucedieron. Algo así como un balance.

En las redes sociales a veces hablas de la dificultad de tener tiempo para escribir, incluso alguna vez bromeábamos sobre que a Wolf le faltaba decir que además de la habitación, faltaba una niñera… ¿cómo vives esto, cómo lo superas?428875_10150530582941608_813340830_n

Creo que es una liberación tener un foro para quejarse y recibir retroalimentación casi instantánea de otras mujeres en tu misma situación, que te entienden y saben de lo que hablas. Eso es un alivio, un paliativo emocional. Por otra parte, intento encontrar mis espacios y aprovechar los pequeños momentos (como éste, en el que mi hija está con una amiguita). Intento no descuidar ninguno de los frentes y no morir en el intento. El resultado es que escribo muy poco, pero está bien: vale la pena por todo lo demás.

Leo una fuerte crítica social en tu escritura, pero no es panfletaria, ¿alguna vez te han dado ganas de despotricar contra algo en particular y usar una voz ficticia recalcitrante para ello o logras separarlo, o al contrario, está bien explícito pero bien escrito y por eso no me doy cuenta?

El mundo literario se divide entre los escritores que creen que su obra es una manera de persuadir a sus lectores de que deben de pensar políticamente como ellos hacen y los que creemos que la literatura obedece a otros propósitos, placer, evasión, estética, pero no a evangelizar sobre nuestras posturas políticas. Creo que para esos fines está el ensayo y los artículos, por ejemplo. En mi opinión, los personajes pueden tener sus propias ideas (que no siempre tendrán que coincidir con las mías), pero jamás deben de convertirse en Testigos de Jehová (sean de izquierda o de derecha) tocando a las puertas de los lectores para tratar de convertirlos. Si eso es castroso en la vida real, en la literatura es imperdonable.

¿Quienes te influyen literariamente hablando y qué es lo que les admiras?

Seguro que hay influencias de las que no estoy al tanto. Por otra parte, están los escritores que admiro. ¿Por qué? Porque al leer sus historias puedo sumergirme de lleno en otra realidad; porque la escritura no tiene errores que me hacen detenerme a cuestionar los detalles; porque hay frases que me encantaría haber escrito yo; porque me asoman a mundos que yo no tenía idea.

¿Cuáles serían las diferencias entre publicar con una editorial estatal y una privada?

La primera que se me viene a la mente es que en el primer caso es casi seguro que tus libros se queden a cultivar hongos en alguna bodega, mientras los burócratas en turno apuntan golosos los logros culturales para luego cacarearlos en el discurso del gobernador, mientras que en una editorial privada, como no están en el negocio de tirar su dinero a la basura, en teoría, si ya decidieron publicarte, harán lo posible por promover y vender tu libro. La segunda diferencia en la que puedo pensar es que las publicaciones estatales por lo general son bastante pinches (nivel imprenta local de alguien que tiene un amigo en el Instituto en cuestión), mientras que en las editoriales privadas se cuidan más las ediciones. Desde luego, hay sus excepciones garbanzo-de-a-libra, pero en general es así. ¿Con dos diferencias basta?

10336764_10203749120309721_4628174186414594519_n¿Crees que la literatura debería de ser considerada una actividad económica?

Creo que lo es. A los escritores nos gusta que se nos pague por nuestro trabajo de ser posible. Las editoriales buscan vender sus libros. A mí, como lector, me encanta comprar libros (tengo una relación hermosa con Amazon, que últimamente me lee la mente; al rato hasta contestará mis entrevistas por mí). Creo que si lo que un artista ofrece es de buena calidad, el público lo querrá. Allí está el principio de toda transacción. Y con esto no quiero decir que como escritores tengamos que escribir lo que el público quiere. Eso siempre termina notándose. Si somos honestos en nuestra escritura, y lo hacemos mínimamente bien, alguien querrá leernos. Tal vez soy muy idealista, no lo sé.

 


Posted: May 15, 2014 at 3:34 am

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