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Leer a Venezuela
COLUMN/COLUMNA

Leer a Venezuela

Adriana Pacheco

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Yo nunca he estado en Venezuela. Mis planes para visitar ese país se han ido posponiendo tristemente a lo largo de los años. Mi imaginario de ese país viene de los libros, tanto de ficción como de no ficción, que he leído sobre él. Lo he visitado y visto como la tierra fértil de Andrés Bello y su imperdible Silva a la agricultura de la zona tórrida. La Doña Bárbara de Rómulo Gallegos aún me queda en el recuerdo de mis clases de literatura en la educación escolar. O el gran cariño que le tuve a la Biblioteca Ayacucho —de la que tengo casi todos sus libros— y que fue en donde aprendí mucho de lo que ahora sé de literatura. Más tarde llegó a mí Teresa de la Parra quien me educó con libros como Memorias de Mamá Blanca, que inmortalizó la idea de una Venezuela de inicios del siglo XX, o con Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, que fue un escándalo para su tiempo.

Hay muchos otros nombres que recordar, pero hoy la Venezuela que imagino viene de escritoras en el exilio o en la diáspora, para tener dos términos que maticen dos formas diferentes de la migración. Sus libros, algunas veces en estrecha cercanía con su país y un activismo a la distancia, como el caso de escritoras y críticas como Gisela Kozak en México o Raquel Rivas Rojas en Edimburgo, son ejemplo de lúcidas mentes que siguen de cerca el pulso a un país al que le han dedicado una vida de enseñanza y escritura. Otras están en países como los Estados Unidos, en donde la comunidad ha crecido mucho en las últimas décadas con nombres como Keila Val de la Ville, Naida Saavedra, Enza García Arreaza o Mariza Bafile, en la zona norte, y otras como Raquel Abend van Dalen, Grace Bedoya y Lena Yau, en el sur. O las que están en Europa como Ángela Molina, Carol Prunhuber o Karina Sainz Borgo, la conocida autora de La hija de la española.

Ellas son algunas de las voces que me han permitido asomarme a un país desde su nostalgia por lo que dejaron atrás, o en los sabores y la poesía de su comida, en sus pueblos imaginarios, en retratos que se imaginan en una estación de metro en Nueva York, en la voz de una mujer canalla, o en la algarabía de los estudiantes que bailan en las calles. Son también historias que hablan de una herida, de lo que se pierde en el exilio, o las que ponen en evidencia la pobreza, la represión y la lucha por la sobrevivencia de quienes se quedaron atrás.

Y pienso en ellas y en Venezuela hoy, porque es prácticamente imposible no hacerlo. Porque es inevitable escuchar las voces que protestan por la ratificación de un presidente que llegó en 2013 para consolidarse en el poder ya por 12 años, en una dictadura que lo ha llevado a los niveles de pobreza más altos en la región. Según el reporte de febrero de 2024 de las Naciones Unidas, en Venezuela más del 82% vive en condiciones de pobreza, zonas con índices altísimos de malnutrición en niños y un retraso económico y de infraestructura del que le costará muchas décadas al país recuperarse. Imposible no seguir las noticias a nivel nacional e internacional sobre el repudio de la sociedad a lo que han reconocido como un “fraude electoral”. O ¿cómo hacer caso omiso al anuncio de la recompensa por 25 millones de dólares que ofrece Estados Unidos por el arresto de Nicolás Maduro? ¿O sobre la decisión de Chile de retirar a su embajador en Caracas?

La otra voz es la de Maduro y la del ejército que lo apoya y que se oyó hace unos días en el acto público de su investidura como presidente, donde afirmó que 125 países estaban ahí para avalar el acto. Este dato —que ya se ha desmentido en periódicos como El País, entre otros— da prueba que si algo ha caracterizado su gestión han sido los datos engañosos y las falsas noticias. Para ser más específicos, de los que sí estuvieron ahí fueron países que ya desde siempre han apoyado a su gobierno como Nicaragua, Cuba, Rusia, y China. De Latinoamérica quedaron ausentes sus vecinos Argentina, Costa Rica, Perú, Chile y Uruguay con lo que queda claro el aislamiento que está teniendo en la región. Otra ha sido su voz en las declaraciones como las que hizo en el Festival Mundial Internacional Antifascista por un Mundo Nuevo, sobre liberar Puerto Rico “con las tropas de Brasil”.

Mientras tanto la diáspora venezolana sigue creciendo. En 2023 se hablaba de más de 7 millones de venezolanos fuera de su país. Hoy, según la fuente que se consulte, se estima que este número va de los 8 a los 9 millones de migrantes en su mayoría en países como Chile, Brasil y Ecuador. Otros han llegado a México y los que sí han logrado atravesar la frontera norte, han aumentado ya por mucho los 500,000 venezolanos migrantes que había en 2021.

Sin embargo, bien sabemos que la diáspora venezolana no es un fenómeno de los últimos años. Ya en los 80 y 90 hubo una migración de aquellos que salieron en el exilio o los que dejaron Venezuela por violencia o por estar en desacuerdo con el modelo político de Chávez. Parte de esos migrantes son los que se conocieron como “balseros del aire”, por viajar en avión, que llegaron a los Estados Unidos como profesionistas, empresarios, académicos y estudiantes, mismos que hoy son ya segundas y terceras generaciones.

Hablar de una diáspora venezolana tan elevada, cuenta una parte de la historia que Maduro no dice en sus discursos sobre lo que en realidad está pasando dentro de ese país y que se calla. Es lo que Gisela Kozak ha reconocido como “La ley del más fuerte”. De la literatura que ha surgido de esa migración es de donde hoy se construye y enriquece el imaginario venezolano en el extranjero.

Yo nunca he ido a Venezuela, pero otros me han llevado ahí, en sus conversaciones cuando entrevisto a escritoras, en los libros que leo, en sus historias llenas de añoranza, de historia, o de actualidad. Las voces que se levantan hoy fuera y dentro del país, los esfuerzos de los gobiernos, la fortaleza de su gente tiene que hacer que el momento de Venezuela a la libertad, a la verdadera democracia y con ellas al progreso, llegue y llegue ya. Yo mientras tanto seguiré leyendo a más escritoras venezolanas porque a través de sus libros quiero conocer su país.

*Foto de Jim Romero en Unsplash

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro de Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y chair del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

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Posted: January 23, 2025 at 10:52 pm

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