Los nuevos balleneros
María Baranda
Por conciliar los dioses
cuerpo a cuerpo
callamos en el agua
en floración de soplo
como una ofrenda pura, el cielo abierto
al pulso constante de las horas
aguardando la salida del cetáceo
su lomo refrescante,
su lento acontecer de vértigo y llegada.
Y vimos un país
tan pobre
adentro de los ojos
cayéndose
en la sal ardiente de los labios
mezclados en el agua más sucia del petróleo
con la música que poco a poco
regresaba
como un amor sediento
para buscar el sitio, el gesto
profundo que dijera:
en dónde fue, por qué ocurrió
cuando la bestia,
saciada en tanta gracia
en el primer adiós pasado por la verja,
cruzó a plena luz del alba
por los ojos,
esos ojos,
que simplemente
hablaron de lo lejos
mirándonos retroceder,
dejar el mismo cuerpo,
la misma orientación
que nos hacía soñar en franco mediodía
para olvidar el miedo
de lo que fue,
algo que no existió,
pero que vimos todos
como se mira en sueños
entre la tierra y el asombro.
Y con la voz de Lázaro venido de Betania
gritando al cielo:
“¡Seremos dioses,
levántense del polvo!”,
el mundo abrió tan de repente
adentro de los ojos,
esos ojos,
percibiendo la simpleza,
el canto caído en el desierto
de las aguas,
la seca sangre de la voz
que zurce el tiempo
bajo una lengua ajena,
el golpe
certero en el abismo
de quienes fuimos muertos
por el lomo,
otro lomo
de un cielo mejor.
Posted: April 11, 2012 at 7:14 pm