Nómadas y melancolía

Desde que los estudios Marvel la contrataron para dirigir Eternals en el 2018, Chloe Zhao, la joven directora nacida en China pero naturalizada estadounidense, también se embarcó en el proyecto que ahora ha consolidado su fama internacional con Nomadland. La película ha recibido más de 100 premios y nominaciones de los Festivales más importantes del mundo y es la favorita a mejor película de la Academia Norteamericana entre otras cinco nominaciones más.  

La historia es una adaptación de la novela de Jessica Bruder que desvela la existencia de un grupo de personas mayores, casi olvidados por la sociedad actual viviendo una vida  nómada en Estados Unidos. Sus personajes no han logrado sobrevivir la crisis económica del 2008 y se han embarcado en la búsqueda de una vida, si no más viable, sí más digna para ellos. “Vivimos bajo la tiranía del dólar”, dice el personaje Bob Wells, un hombre retirado y de la vida real que dirige la reunión Rubber Tramp Rendezvous. Los personajes que han perdido sus casas y viven dentro de sus propios autos y camionetas recreativas,  quedaron desempleados tras la recesión de ese infame 2008, reuniéndose anualmente en distintos lugares de Arizona. Desde el centro de esos encuentros, se les provee de una filosofía que busca desentenderse del neoliberalismo y ofrece consejos para reutilizar todos los materiales que tienen a la mano con la intención de volverlos autosuficientes. Dicho de otro modo, su propósito es que abandonen el tipo de pensamiento que ha dejado a tantos ciudadanos sin empleo, sin beneficios y sin casa. La mayor parte de las escenas se filmaron con personas de la vida real durante reuniones originales con quienes llevan este modo de vida.

Fern, interpretada por Frances Mc Dormand, el único personaje que resulta artificioso en un escenario por demás realista (la película se desarrolla dentro de un contexto real ya lo decía), es una viuda de 60 años que hasta entonces había vivido con su esposo. Ambos habían estado trabajando en Empire, un lugar de Nevada que ha quedado en el olvido. La compañía que los tenía contratados se fue a la quiebra haciéndola desaparecer del mapa, simbólica y literalmente porque incluso el código postal de esa zona desaparece con la bancarrota. La melancolía que recorre la película por esta pérdida va en aumento y no logra sanarse sino hasta el momento en que una de las personas con las que Fern se encuentra le explica que, cuando se vive una vida así, tan nómada y cambiante, los reencuentros son seguros y pueden suceder en cualquier momento. Ese consuelo funge como un catarsis tanto para el personaje como para los espectadores porque la idea resulta ser muy esperanzadora.

Dado que Fern es el único personaje de ficción, se vuelve la guía solitaria que va de un estado a otro con la finalidad, entre otras cosas, de conseguir algún trabajo temporal que la ayude a solventar sus necesidades más básicas. En ese recorrido, parecería que la directora trata de exaltar la sensación de ser la única en medio de la soledad junto con la añoranza por la vida que llevaba junto a su pareja. Muchos de los diálogos extraídos de la novela se repiten, incluso por los mismos personajes, y aquello que pretendía ser ficción se materializa en una especie de híbrido con un equilibrio perfecto entre la imaginación y la realidad. 

La directora Chloe Zhao

La historia es una combinación poética de melancolía, voyerismo y crítica a un sistema que no beneficia a todos y cuyo interés principal no es otro que sacarnos del narcisismo cotidiano y mostrarnos cómo viven otras personas. La imparcialidad de la película logra crear conciencia sobre una carrera de locos en la que nos ha insertado el capitalismo contemporáneo y que, desde la perspectiva de estos personajes, resulta harto absurda. Y es que no solo ha sido la pandemia lo que nos ha traído esta otra forma de ver las cosas, sino un nomadismo padecido por aquellos que el sistema ha expulsado, ya sea por falta de recursos, limitaciones personales o por la ausencia de políticas públicas efectivas, lo que nos lleva a coincidir con tantos críticos que no dejan de hablar del fracaso del capitalismo contemporáneo.

La pérdida es la condición vital de nuestros tiempos, el leitmotiv de los últimos años dadas las circunstancias económicas —y que, en gran medida, la pandemia ha conseguido ahondar y generalizar. La metamorfosis ha exigido para muchos su adaptación a una nueva forma de vida que requiere del desapego frente a la sociedad que se niega a acogerlos. Desde el punto de vista urbano, ellos, los nómadas, son los parias de un sistema imperfecto que solo funciona para algunos sectores. Desde el punto de vista de los personajes, su vida se ha convertido en un remanso de libertad. Una característica que la directora ha sabido exaltar con  tomas amplias que abarcan grandes extensiones de tierra filmadas durante “la hora mágica” (como describe el camarógrafo Joshua James Richards) para obtener ese efecto visual que remite a la  emancipación, la melancolía y la musicalidad de un paraíso reencontrado. El ritmo poético del largometraje se complementa con las partituras musicales de Ludovico Einaudi, Redi Casa y Federico Mecozzi.  El efecto de la música en esta historia es paliativa, con sonidos que concilian esa vida agreste y a la vez paradisiaca.

Ver Nomadland es descubrir paisajes casi irreconocibles del territorio norteamericano y experimentar ese algo que ya no está más, es encontrar la belleza en la precariedad y entender que lo que uno concibe como normal es la verdadera anomalía.

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de Tres semillas de granada, ensayos desde el inframundo (Vaso Roto, 2020), Una de ellas (dislocados, 2020). El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015), Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing, 2013) (Versión Kindle) y Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Su twitter es @rosemarysalum

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Posted: April 8, 2021 at 8:41 pm