El peligro de una nueva conflagración mundial
Ángel Jaramillo Torres
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Después de la invasión a Ucrania, el gobierno ruso está construyendo una Santa Alianza con Beijing y Teherán. Pero seríamos muy cautos si consideramos que todo se resuelve con estas alianzas entre Estados. Fiel a su pasado de espía, Putin sabe de la importancia de la propaganda política y ha entendido cómo usarla […]. Desde ahí ha influido a los movimientos de derecha en Europa y Estados Unidos.
La Nueva Santa Alianza y el peligro de una conflagración mundial
Para algunos historiadores, la verdadera primera Guerra Mundial ocurrió en 1756-1763.[1] Sus teatros fueron múltiples. La guerra en Estados Unidos enfrentó a Francia y Gran Bretaña por el control de las tierras situadas al oeste de los Apalaches. Pero también fue una conflagración entre Rusia y Prusia y un conflicto que implicó también a la India y a China. El siglo XIX –con sus logros científicos y sus revoluciones sociales– fue el heredero de esta guerra. Hasta que un serbio de nombre Gavrilo Princip encendió la mecha del siglo de los genocidios.
Algunos historiadores piensan que no hubo dos guerras mundiales en el siglo XX, sino una gran conflagración que va de 1914 a 1945, una especie de segunda guerra de los Treinta Años, con un armisticio en los 1920s, que en términos culturales, fue una de las épocas doradas de la creatividad artística mundial.[2]
Esta guerra no terminó en 1945 en el Este sino que continuó después de la capitulación de Alemania y las fuerzas del Eje ante los aliados en Occidente.[3] Entender esto es la clave para comprender el dilema de Ucrania hoy en día y por qué lo que sucede ahí tiene resonancias globales.
Depende cómo se traduzca el término, Ucrania quiere decir País o Frontera. Y en verdad ese país es una frontera de varias civilizaciones, aunque hoy divide sólo a Europa de Rusia.
Se trata de una guerra que parece darle la razón a Samuel P. Huntington quien, en su libro, The Clash of Civilizations, vaticinó que las guerras del futuro se escenificarían en las fronteras entre civilizaciones.[4] Por otro lado, es una conflagración global, donde ninguna nación o comunidad dejarán de estar afectadas.
Ucrania es un país con una historia compleja. Pero lo esencial es que es una nación en sí misma. La parte rusa de su historia es sólo una entre otras. Ucrania es Ucrania por sus históricas relaciones con Polonia, el Imperio de la familia de los Habsburgo, Lituania, los Imperios Otomano y Mongol, así como el Imperio Bizantino.[5]
Lo que es cierto es que la invasión rusa de Ucrania y la increíble resistencia de los ucranianos hace pensar que si Rusia es derrotada, Ucrania tendrá un destino europeo.
En Gogol, Ucrania persiste en su ser ruso, pero en Joseph Conrad mira hacia Europa. Paul Celan, otro ucraniano notable, visitó a Heidegger en su cabaña de Todnauberg y vio en él el otro lado de Occidente: el del existencialismo y el nacionalsocialismo.[6]
La justificación o más bien el pretexto de Putin para invadir Ucrania es una estratagema que difícilmente engaña al buen observador. Según él se fue la presencia de la OTAN en las cercanías de la frontera de Rusia la que lo llevó, primero en 2014 y luego en 2022, a lanzarse a su aventura militar. Vale preguntarse, porqué el mismo Putin lo ha hecho, si no le hubiera convenido a Rusia ser parte de la OTAN. Es decir, ser parte de la civilización occidental. Después de todo, ese fue el sueño y la tentativa de Catalina la Grande. Fue ella la que de hecho acercó, diríamos que por primera vez, a Rusia y Ucrania. Tras haber conquistado tierras cosacas, Catalina bautizó al territorio ucraniano como la Nueva Rusia y decidió cambiar los nombres de varias ciudades –muchas de ellas habitadas por los tártaros de Khasan– a lo que ella pensaba eran nombres griegos. Su intención ostensible fue conectar a San Petersburgo con la antigüedad grecorromana occidental. Sueños helénicos.[7]
Putin teme a la OTAN menos por razones de “realismo político” y más por el hecho de que, como lo ha argumentado David Gress en su libro From Plato to Nato, ella representa los valores liberales de la civilización occidental, que se remontan en una forma eminente a la descripción de la vida de Sócrates por Jenofonte y Platón.[8] Ver en el filósofo más famoso de la Atenas del siglo V AC el punto focal del liberalismo occidental no es gratuito. Friedrich Nietzsche –un filósofo no liberal– llamó a Sócrates el punto de quiebre y el vórtice de la historia mundial.[9]
Visiones contrastadas: si Catalina la Grande quería integrar a Rusia en la historia de la civilización occidental, Vladimir Putin pretende olvidar esa conexión.
Lo paradójico del caso es que el arribo de Putin al poder tiene correspondencias con la llegada de los bolcheviques en 1917. Recordemos la decisión tomada por Lenin de mudar la capital de San Petersburgo a Moscú. Fue una decisión geopolítica para alejar a Rusia de Europa. El marxismo-leninismo desde el principio tuvo un destino asiático: Marx rayado de Mongol. Comparados con los Romanov, los bolcheviques eran menos occidentales. Lo curioso del caso es que Putin nació en San Petersburgo.
Al menos desde el 2012, el antiguo espía de la KGB, que hoy tiene las riendas del poder, pretendió regresar Rusia a los prestigios nómadas de la Horda Dorada. Recordemos que la invasión mongola y la dominación de los Khan de Moscú evitó que Rusia tuviera la influencia de las grandes olas humanísticas de Occidente: el Renacimiento y la Reforma. En contraste, Ucrania sí recibió esa influencia a través de sus relaciones con la familia de los Habsburgo, en la ciudad de Galicia, y su larga conexión con la República Lituano-polaca. Por eso Ucrania es europea.
Se pensaría que Putin giraría su mirada hacia el Este y esto significaría un gran acuerdo con Beijing, como lo ha propuesto Aleksandr Dugin.[10] Eso habría aconsejado evitar la aventura ucraniana. El problema es uno de seguridad. Cómo lo ha identificado Peter Zeihan, Rusia necesita llegar al Vístula y al Danubio, además del Dnieper en Ucrania, para sentirse segura ya que su territorio, no teniendo barreras naturales, siempre ha sido vulnerable a incursiones extranjeras.[11]
La Conferencia de Seguridad en Munich este año estuvo dedicada, en buena parte, a ilustrar la íntima necesidad de que las naciones europeas dejen de practicar la indiferencia respecto a lo que sucede en Ucrania. En efecto, varios representantes de los gobiernos de los países bálticos levantaron la voz para que sus colegas más ricos en Europa advirtieran de la enormidad que viene del Este.[12] Lo cual nos lleva al caso alemán. Alemania es un país que ha olvidado que quiso conquistar Ucrania. Durante la Guerra Fría –aunque sobre todo después de la década de los 60s– la política alemana consistió en disculparse por el holocausto. Las escenas de Willy Brandt arrodillándose en Auschwitz dieron la vuelta al mundo y ese campo de concentración se convirtió en el foco de atención de la memoria de la barbarie nazi. Sin embargo, se olvida que la mayor parte de los judíos europeos murieron en Ucrania.[13]
El “olvido alemán” fue ratificado por el premier alemán, Gerhard Schröder, que decidió pasar por alto la conversión del gobierno de Putin en una tiranía cuasi-fascista y todo lo que significó eso para Ucrania.
La traición de Schröder adquirió la forma de un gasoducto. Mientras el gas llegará a Alemania, los futuros horrores en Ucrania podrían ser puestos debajo de la alfombra. En un exceso de avaricia, Schröder aceptó un puesto directivo en la compañía rusa con quien había negociado desde el poder. Este acto no hubiera desmerecido al banquero de La Educación Sentimental de Flaubert: un hombre tan habituado a la corrupción que hubiera pagado por el placer de venderse.[14] Aunque de manera menos vulgar, Angela Merkel continuó la política de Schröder, fundada en la muy entendible pero miope idea de que la prosperidad europea podría darle la espalda a la historia y sus delirios.[15]
Fue la idea de que la historia había terminado y de que, por lo tanto, Europa tendría ante sí un futuro sin guerras, donde el Estado de Bienestar, en conjunto con un capitalismo con rostro humano, serían la clave de la satisfacción.[16] Pero Europa, parafraseando a Gandhi, sería una buena idea si en verdad pudiera ponerse en marcha.[17]
La marcha de tropas rusas cruzando la frontera ucraniana apenas está haciendo que los europeos, y Alemania en particular, sepan que no hay manera de eludir la historia.
Ahora tendrán que ser como casi todo el mundo y elevar su gasto militar, pues Rusia acecha.[18] Alemania tendrá que aprender de los países bálticos que nunca han olvidado el riesgo que representa Rusia para su seguridad nacional.
La política exterior de Putin se basa en establecer acuerdos con los enemigos de Estados Unidos, reconstruir la frontera de la antigua Unión Soviética frente a Europa y reducir al mínimo el potencial de la OTAN.[19] Después de la invasión a Ucrania, el gobierno ruso está construyendo una Santa Alianza con Beijing y Teherán. Pero seríamos muy cautos si consideramos que todo se resuelve con estas alianzas entre Estados. Fiel a su pasado de espía, Putin sabe de la importancia de la propaganda política y ha entendido cómo usarla en las llamadas redes sociales, así como a través de la contratación de magos de la ciberseguridad.[20] Desde ahí ha influido a los movimientos de derecha en Europa y Estados Unidos.
Pero ahora Putin está tejiendo un eje que puede desafiar a Occidente.
Rusia ha tenido una relación con la civilización persa desde antes de la fundación del Kiev Rus y de la adopción de Vladimir el Grande de la religión ortodoxa de corte bizantino en 988. Hombres que venían del mundo iraní se unieron a los eslavos y otros grupos para conformar lo que ya era una civilización pluricultural en la zona del Kiev Rus.[21] Rusia sabe que la alianza con Irán le permitiría tener una salida al Océano Indico.[22] Pero la asociación con el núcleo del mundo chiita es también estratégico, pues simboliza el rechazo al atlanticismo europeo y estadounidense.[23] Por lo pronto, Rusia ha adquirido drones de Irán, Shaded 136, para utilizarlos en Ucrania.[24] Si bien la alianza con Teherán es significativa, la esencia de la política eurasiática de Moscú es con Beijing.
Después de las sanciones a muchos de los potentados ligados al Kremlin, Putin supo que el viraje hacia China sería necesario.[25] Históricamente, esta alianza no es tan natural como pareciera. La gran odisea rusa del siglo XVII consistió en conquistar las zonas gélidas del Este que llevó a los rusos al estrecho de Bering e, incluso, a California.[26] Fue un movimiento imperial que ocurrió simultáneamente al de los estadounidenses de la Costa Este hacia el Pacífico, pero en dirección contraria. Sin duda esto hizo que Alexis de Tocqueville profetizará que el siglo XX pertenecería a Estados Unidos y Rusia.[27] Así fue y así nos fue. Pero esos conquistadores de la estepa no pudieron penetrar hacia el sur porque los chinos de las dinastías Ming y Qing los detuvieron. Desde entonces, las relaciones entre China y Rusia han sido pendulares. Mao supo que su versión de Marx tendría que oponerse a la de los bolcheviques. Si la revolución china hace pensar en las rebeliones daoístas –los turbantes amarillos– la revolución rusa hace pensar en la Pugachovshina y los decembristas.
La alianza ruso-china tiene como uno de sus focos el aspecto financiero. El objetivo es que el yuan reemplace al dólar como la divisa de intercambio. Hay otros planes que implican una mayor cooperación en materia de comercio e infraestructura. Lo que sí es que China depositó billones de dólares en bancos rusos para contrarrestar las sanciones impuestas por Occidente.[28] El problema con esto es que China enfrenta graves problemas económicos, demográficos y políticos.[29] Por un lado, su dinamismo económico ha disminuido en los últimos años debido, sobre todo, por los efectos de la pandemia, que ha desestabilizado las cadenas de abastecimiento. En términos políticos, el arribo de Xi Jinping ha representado la captura de la burocracia de los mandarines del Partido Comunista por un autócrata que ha concentrado el poder. Esto ha tenido repercusiones en la eficiencia de la gestión económica china que no promete un porvenir venturoso en los años porvenir. Pero el problema mayor de China es de orden demográfico. Un análisis de la pirámide demográfica de ese país muestra que en los próximos diez años la población joven ya no podrá sostener a la población vieja.
A pesar de esto, Rusia le está apostando a la formación de un eje Moscú-Teherán-Beijing que ciertamente representa una verdadera amenaza para la seguridad mundial.[30]
En la historia del populismo, 1999 es un año axial. Fue el momento en que arribaron al poder Vladimir Putin en Rusia y Hugo Chávez en Venezuela. Desde Moscú, Putin montó una campaña exitosa para propagar una ideología de derecha autoritaria. Desde Caracas, Hugo Chávez esparció exitosamente una ideología de izquierda autoritaria. Por otro lado, en Occidente, en los principales centros de educación superior –sobre todo en las ciencias sociales y las humanidades– las ideas liberales fueron atacadas con éxito desde diferentes flancos.[31] Las consecuencias de esto consistió en debilitar las bases filosóficas en que se funda el liberalismo. A nivel político lo que ha sucedido es el aumento en el número de personas que apoya posiciones autoritarias en todo el mundo.[32]
El éxito propagandístico de la ola populista del siglo XXI ha sido un gran desafío para la persuasión liberal en todo el planeta y ha constituido una verdadera segunda guerra fría.[33]
Sin embargo, las acciones de Putin en Crimea y el Donbas en 2014 y, posteriormente, la invasión del territorio ucraniano, manu militari, han sustituido la guerra fría por una guerra caliente.
Visto en retrospectiva, no es sorprendente que la batalla ideológica haya transitado hacia un combate militar. Ahora bien, haríamos mal en pensar que la incursión llevada a cabo por el gobierno de Putin a Ucrania es una guerra local. Se trata de una conflagración global. Es importante conectar los puntos. En 2022, Rusia ha adquirido drones de Irán para utilizarlos en Ucrania. Mientras esto ocurre, Beijing y Moscú consolidan un mercado monetario que puede prescindir del dólar. Entretanto, Putin llamó recientemente a una reunión de amigos de Hamas y el régimen de Corea del Norte participa en el esfuerzo de la guerra de Rusia contra Ucrania.[34]
Los tres frentes de tensión militar existentes hoy en día –Ucrania, Israel y los territorios palestinos y el Mar de la China meridional– constituyen la versión militar y política de esta guerra global. Por un lado, está el frente europeo. Este se puede dividir en cuatro secciones principales. En primer lugar, el teatro donde se escenifica el conflicto bélico, es decir, Ucrania. En segundo lugar, Europa del Este, que conforma a los países que un tiempo fueron signatarios del Pacto de Varsovia. Son los países que inmediatamente estarían en peligro de ser asaltados por Moscú si Putin establece su soberanía sobre Ucrania. En tercer lugar, se encuentran los países bálticos, que, aunque no estuvieron bajo la órbita del Pacto de Varsovia, sí son geopolíticamente vulnerables a una incursión militar de Rusia. Finalmente, se encuentra Europa Occidental, que se encuentran a merced de un ataque nuclear por parte del régimen de Putin.[35]
No es posible separar el conflicto en Ucrania del que sucede en Israel y los territorios palestinos. La incursión de terroristas islámicos de Hamas en territorio israelí el 7 de octubre del 2023 fue calificado por varios analistas como el 9/11 de Israel.[36] Este asalto debe verse desde tres ángulos. En primer lugar, bajo la óptica del conflicto palestino-israelí, aislado del contexto regional. Esta guerra se remonta al menos a 1948. Visto así, se trata de la legitimidad reclamada por ambas partes y la causa palestina aparece como justa, sin menoscabo de la justeza de la posición israelí. En segundo lugar, los ataques deben ponerse en el contexto más amplio, en donde el factor determinante es la radicalización que ha sufrido el Islam en las últimas décadas.[37] Las fechas principales de esto son el 1 de abril de 1979, fecha en que se establece la República Islámica de Irán, y el 11 de septiembre del 2001, la de los conocidos ataques terroristas en Nueva York y Washington DC. Entre estas dos fechas el mundo atestiguó la consolidación de un nuevo paradigma de gobierno, en la práctica y en la teoría, que podríamos llamar teocracia islámica moderna. Este proyecto engloba a las dos principales denominaciones musulmanas: el chiismo y el sunismo. La teocracia islámica moderna busca 1) establecer un orden político dominado por una jerarquía clerical, fundado en una interpretación autoritaria del Corán. 2) continuar una guerra santa (Jihad) principalmente contra el Occidente infiel, es decir, contra Europa y Estados Unidos. 3) eliminar de Oriente Medio al Estado de Israel.
Por una serie de razones, la versión chiita persa del Islám está prevaleciendo como la más potente. El gobierno iraní tiene una enorme influencia, hoy por hoy, en Palestina, Yemén y Líbano. Hay, por lo tanto, una oportunidad para una alianza anti-Occidental entre la Rusia ortodoxa del régimen tiránico de Putin y la teocracia chiita de Irán. Pero esta Santa Alianza –nunca más atinado el apelativo– requiere de un tercero en concordia: China.
Por eso, la guerra de Ucrania tiene un escenario asiático. Es claro que el régimen cada vez más autocrático de Xi Jinping está observando cuidadosamente lo que sucede en el teatro ucraniano. Si nota indecisión en el respaldo de Occidente a Ucrania sentirá una gran tentación de invadir Taiwán. La consolidación del poder de Beijing en el Mar de la China meridional es un requisito sine qua non para el apuntalamiento de la Santa Alianza Moscú-Teherán-Beijing.
Por lo pronto el mundo se arma. Corea del Sur se ha convertido en la novena potencia vendedora de armas. Australia está gastando en construir la industria naval más grande de su historia desde la segunda guerra mundial. Turquía vende jets al Golfo Pérsico y a Asia y en Japón, el Komeito y el Partido Liberal Demócrata buscan introducir una excepción a las limitaciones a la venta de equipo de defensa.[38]
La situación recuerda al mundo de entreguerras en el siglo XX. Los felices años veinte fueron también aquellos donde se preparó esa conflagración global que llevó a la alianza Roma-Berlín-Tokio a intentar establecer un orden que, de haberse concretado, habría sido la negación de todos los valores que hacen posible la vida civilizada y pacífica. No es otro el sueño –o diríamos la pesadilla– que trata de imponernos la nueva Santa Alianza. En nombre de todo lo que vale la pena, habría que oponerse a ella.
Notas
[1] Matt Schuman & Karl Schweizer W., The Seven Years War: a Transatlantic History, (New York: Routledge, 2012).
Szabo, Franz A J. Szabo, The Seven Years War in Europe: 1756-1763 (Modern Wars In Perspective), (New York: Routledge, 2013).
[2] Jeremy Black, The World at War 1914-1945, (Lanham: Rowman and Littlefield, 2019). Carls, Alice-Catherine Carls & Stephen D. Carls, Europe from War to War 1914-1945, (New York: Routledge, 2018).
[3] Tymothy Snyder, The Reconstruction of Nations: Poland Ukraine, Lituania, Belarus, 1569-1999. (New Haven: Yale University Press, 2003).
[4] Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order, (New York: Simon & Schuster, 1996).
[5] Timothy Snyder, Op. Cit.
[6] Giovanna Brogi Bercoff, Marko Pavlyshyn, Marko, & Serhii Plokhy. (eds.),
Ukraine and Europe:
Cultural Encounters and Negotiations,
(Toronto: University of Toronto Press, 2017).
[7] Kelly O’Neal, Claiming Crimea. A History of Catherine the Great, (New Haven: Yale University Press, 2017).
[8] David Gress, From Plato to NATO: The Idea of the West and its Opponents, (New York: Free Press, 2004).
[9] Friedrich Nietzsche, Die Geburt der Tragedie en Digitale Kritische Gesamtausgabe, (Giorgio Colli & Mazzino Montinari (eds.), 2012).
[10] Alexander Dugin, The Great Awakening vs The Great Reset. (London: Arktos, 2021).
[11] Peter Zeihan, Disunited Nations: the scramble for power in an ungoverned world, “Russia’s Report Card”, (New York: Harpers Collins Publishers, 2020).
[12] Silvie Kauffmann, “Europe is at last adjusting to the reality in Ukraine”, Financial Times, 7 de marzo del 2024.
[13] Timothy Snyder, Ibid.
[14] Gustave Flaubert, L’Education Sentimentale, Oeuvres Complètes. (Delphi Classics, 2011).
[15] Philip Blockeet er al, Merkel: Die kritische Bilanz von 16 Jahren Kanzlerschaft, (Munich: FBV, 2021.
[16] Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man. (New York, Free Press, 2006). Douglas Murray, The Strange Death of Europe: Immigration, Identity, Islam. (London, Bloomsbury, 2018).
[17] Arvind Sharma, Gandhi, A Spiritual Biography. (New Haven: Yale University Press, 2013).
[18] Robert Kagan, Of Paradise and Power: America and Europe in the New World Order, (New York, Random House, 2004).
[19] Dmitry Shlapentokh, Ideological seduction and intellectuals in Putin’s Russia, (London: Palgrave Macmillan, 2021). Douglas E. Shoen & Evan Roen Smith, Putin’ s Master Plan: to destroy Europe, divide Nato, and restore Russian power and influence, (New York: Encounter, 2016).
[20] Arkady Ostrovsky, The Invention of Russia: The Rise of Putin and the Age of Fake News, (New York: Penguin, 2017). Marcel H. Van Herpen, Putin’s Propaganda Machine: Soft Power and Russian Foreign Policy. (Lanham: Rowman and Littlefield, 2016).
[21] Maureen Perrie (ed.), The Cambridge History of Russia, Volume 1: From Early Rus to 1689, (Cambridge: Cambridge University Press, 2006).
[22] Alexander Dugin, Last War of the World Island: The Geopolitics of Contemporary Russia, (London, Arktos, 2015).
[23] Ibid
[24] “Will Russian’s drone attacks change the war in Ukraine”, The Economist, 19 de octubre de 2022.
[25] “Russia’s Alliance on China will outlast Vladimir Putin, says Alexander Gabuev”, The Economist, 18 de marzo del 2023.
[26] Maureen Perrie (ed.), Op. Cit.
[27] Alexis de Tocqueville, De la Démocratie en Amérique. Alexis de Tocqueville, (Paris, Institute Coppet, 2012).
[28] “Chinese lenders extend billions of dollars to Russian banks after western sanctions, Financial Times, 3 de septiembre de 2023.
[29] Peter Zeihan, “China’s Report Card”, Op. Cit.
[30] “The Beijing-Moscow-Tehran Axis: A New Challenge for US Foreign Policy”, The National Interest, 23 de marzo del 2023.
[31] Daniel J Levitin, Weaponized Lies: how to think critically in the post-truth era, (New York: Random House, 2016).
[32] “Younger people more likely to doubt merit democracy” global poll”, The Guardian, 11 de septiembre del 2023.
[33] Simon Dalby, Creating the Second World War, (London, Bloomsbury, 2016).
[34] “Iranian drones pose a fiendish military problem for Ukraine”, The Economist, 19 de octubre del 2022. “El Kremlin invita a Moscú a los dirigentes principales de los principales grupos palestinos, entre ellos Hamas”, El Grand Continent, 19 de febrero de 2024.
[35] “Putin warns West of risk of nuclear war, says Moscow can strike Western targets”, Reuters, 29 de febrero del 2024.
[36] Gideon Rachman, “Israel and the lessons of 9/11”, Financial Times, 23 de octubre del 2023.
[37] Paul Berman, Terror and Liberalism, (NewYork: W. W. Norton and Company, 2004).
[38] How South Korea’s defense industry transform itself into a global player” Breaking Defense, 6 de noviembre del 2023. Jake Dietsch, “Naval shipbuilding industry: Western Australia secure continuous industry creating new job opportunities”, The West Australian, 23 de Noviembre del 2023. “Turkey’s defense industry is on the rise. Ali Bakir, The GCC is one of its top buyers”, Atlantic Council, 4 de agosto del 2023. “LDP and Komeito to resume talks on defense equipment export rules”, The Japan Times, 15 de octubre del 2023.
Ángel Jaramillo Torres. Doctor en Ciencia Política por la New School for Social Research de Nueva York y miembro del SNI. Es autor de Leo Strauss on Nietzsche’s Thrasymachean-Dionysian Socrates: Philosophy, Politics, Science, and Religion in the Modern Age y coeditor (junto con Marc Benjamin Sable) de Trump and Political Philosophy. Leadership, Statesmanship, and Tyranny. Colabora en American Affairs Journal, The National Interest y Letras Libres.
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Posted: March 13, 2024 at 5:23 pm