Objeciones al movimiento #MeToo
Rose Mary Salum
Para Jay
La violación es un crimen. Con esta afirmación las feministas francesas iniciaron su carta publicada en el periódico Le Monde como respuesta a sus colegas norteamericanas, y es con esta misma afirmación con la que decido comenzar este ensayo. La violación es un crimen. Lo fue antes de que se diera inicio a la ley romana y lo sigue siendo en la actualidad. Asimismo, lo son el abuso y el acoso sexual. En eso el feminismo también está de acuerdo y ha hecho una labor extraordinaria para lograr un cambio en la sociedad.
En meses recientes, hemos sido testigos de un movimiento importante que ha revitalizado estas premisas El #MeToo el #PinkHats o el #TimesUp, sólo por mencionar algunos de los hashtags con los que se han difundido las más recientes tendencias. Estas voces han puesto en evidencia la corrupción y la violencia de género que existe en Estados Unidos. Ha sido sorpresivo, por decir lo menos, la cantidad de abusos que se han cometido a lo largo de tantos años y que figuras importantes hoy se atreven a denunciar. Esto es loable sobre todo si, de acuerdo con lo que marcan las estadísticas mundiales, sólo entre el 10% y el 50% de las mujeres acusadas se atreve a denunciarlos. En esto, así como en develar los abusos, el movimiento ha sido un éxito. (1)
Mis objeciones, sin embargo, son de otra índole y se refieren más a una preocupación personal. Mi temor específico es que el movimiento pierda credibilidad dado el derrotero que su narrativa está tomando.
Con el único afán de enriquecer el diálogo en torno a este movimiento, me gustaría plantear algunas observaciones en aras de que el movimiento no se desvirtúe.
#MeToo culpa a los hombres
A partir de la denuncias del abuso sexual que muchas norteamericanas han padecido, la sentencia pública de culpabilidad sin la obligada, necesaria y legal presunción de la inocencia de los acusados, debilita al movimiento dado que todo ser humano tiene derecho a una defensa en los términos que marca la ley y antes de la cual nadie debería ser tratado como culpable. Porque, como ha dicho Matt Damon, las insinuaciones sexuales de alguien no son equiparables a que ese mismo alguien extorsione sexualmente, o incluso viole a una persona, a cambio de un puesto –de trabajo o lo que sea.
Las confusiones a este respecto son graves porque el diálogo se encamina peligrosamente al terreno de la intolerancia. El diálogo se ha tergiversado y confundido a tal extremo que, después de que un personaje como Oprah dio un elocuente discurso en favor del movimiento #MeToo, la multitud exaltada y decidida a cortar cabezas sin ton ni son, la ha propuesto para presidente de Estados Unidos.
Los dogmas
No se puede concluir de antemano que los hombres son malos, abusivos y opresores, como tampoco que todas las mujeres son víctimas. Tan nocivo es descalificar a los hombres sólo por hecho de ser hombres como equivocado me parece que alguien merezca la presidencia de cualquier país sólo porque habla bien en público. Este discurso maniqueo característico de la visión norteamericana, tan propensa a los extremos, desató la reacción de las feministas francesas, quienes tildaron a aquellas de alentar un movimiento puritano. Como era de esperarse, la respuesta de las francesas también fue satanizada de inmediato. (El lector dirá que el mundo de las celebridades no tiene importancia frente a la injusticia social que aún se padece, pero cuando los medios ofrecen un micrófono más potente a estas voces, el diálogo tiende a considerar a estas voces como el paradigma del momento).
Lo más preocupante de una visión maniquea del mundo es su tendencia a dogmatizar las posturas asfixiando el posible dialogo, clausurando las vías de expresión y alentando la censura y la inequidad. Los dogmas obstaculizan la tan ansiada igualdad entre los géneros. El movimiento #MeToo ya ha dado muestras de intolerancia y, hasta el momento, no parece abierto al diálogo. La falta de libertad de expresión en lo que al tema se refiere podría devolver a la mujer a sus épocas de indefensión y debilidad. Lejos de liberar a la mujer, esta actitud la coloca en desventaja, regresándola a épocas medievales, por decir lo menos.
Elitismo
Esto nos lleva a otra reflexión, específicamente al elitismo de los movimientos más recientes. Es cierto que el movimiento #MeToo ha logrado llamar la atención sobre situaciones de escandalosa criminalidad, y eso debe celebrarse. No obstante, en términos de la violencia per se, ¿cómo ha beneficiado este movimientos a las mujeres del sector de la enseñanza, de las obreras o del servicio doméstico? ¿Cómo ha beneficiado a las mujeres que, por ejemplo, sufren de violencia doméstica y no participan activamente en el mundo laboral? ¿Cómo ha beneficiado a las de clase media o a las de bajos recursos, con muy poca o nula participación en el mundo del entretenimiento o la política? ¿O acaso sólo ha beneficiado y atendido a las mujeres en los estratos más altos que detentan el poder a la par de sus compañeros? Llama la atención cómo los casos más importantes proceden de las clases con mayor poder adquisitivo. Celebro que hombres poderosos ahora tengan que rendir cuentas por acoso y maltrato a tantas mujeres. ¿Pero qué se está haciendo con los falsos testimonios o peor, con los crímenes y abusos que no acontecen dentro de las esferas del poder y la fama? El movimiento ha pertenecido a una élite desde sus inicios y, en esa medida, sólo atiende un sector mínimo de la población. Pareciera como si lo que en verdad se está peleando no es necesariamente una mayor justicia sino el poder.
¿Y México?
En el caso específico de México (o del resto de Latinoamérica), este discurso se antoja aún más inabordable, incluso ajeno. ¿Qué hay de los abusos que se cometen en barrios de bajos recursos? ¿O en todas aquellas disciplinas y profesiones, incluyendo nuestro mundo de las letras, donde el abuso sexual o verbal continúa perpetrándose de manera importante? ¿Qué hay de las mujeres que, para poder ser leídas y publicadas, tienen que ceder ante figuras con poder para acceder a editoriales trasnacionales? ¿Qué se ha dicho de los abusos cometidos a mujeres por las mismas mujeres? Y más importante aún, a nivel nacional, ¿qué se ha hecho con los feminicidios en toda la república? Particularmente, ¿qué se ha hecho con las muertas de Juárez y del Estado de México, donde la violencia simplemente no tiene límites, donde la impunidad es lo que impera? ¿Qué hay del 63% de mujeres víctimas de violencia doméstica?(2) ¿Cómo protegemos a la mujeres que día a día participan en el mundo del trabajo exponiendo incluso, y en innumerables ocasiones, sus vidas en peligro? No hacemos casi nada, o muy poco…
El futuro del movimiento
Si deseamos que el impulso generado por el movimiento #MeToo merezca respeto y reflexión, hasta atraer la atención de ese segmento de la sociedad capaz de realizar cambios sustanciosos, debería evitar que el movimiento se desvirtúe en el extremismo, en la innecesaria cacería de brujas. Ni todos los hombres son criminales, ni todas las mujeres víctimas.
Cuando las personas se organizan, cuando se advierte que un acto colectivo comienza a tomar fuerza, debe tratarse con la responsabilidad y el rigor necesarios para evitar, entre otras cosas, que sólo encuentre eco en redes sociales como expresión multitudinaria de las emociones que claman una suerte de venganza mediática.
El #MeToo debe encontrar eco en México porque es nuestra obligación como sociedad civil. De otro modo será un movimiento local, producto del característico pensamiento autoreferencial norteamericano. Esto no es responsabilidad de las feministas norteamericanas sino de las mexicanas y de nosotras, las mujeres.
Notas
1.- Andrist, Debra D. “Gender Violence: Social & Personal Control Techniques Through the Ages in Hispanic Worlds,” in Insult to Injury: Violence in Spanish, Hispanic American & Latino Art & Literature, Debra. D. Andrist, ed., Eastbourne, UK: The Alpha Press Ltd (Sussex Academic Press is a trading name of The Alpha Press Ltd), January 2017, 63-81. Print.
2.-INEGI http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2016/violencia2016_0.pdf
Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de El agua que mece el silencio (Vaso Roto 2015) y Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing 2013) entre otros títulos. Su twitter @rosemarysalum
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Posted: February 14, 2018 at 7:58 pm