Territorio Lolita
Eduardo Limón
• Territorio Lolita, de Ana V. Clavel (Alfaguara, México, 2017).
Ninfas, nínfulas y ninfetas. Garantes de la inquietud. Diosas menores (de edad) habitantes de un universo superior. O distante. O infinito. O distinto.
Enfants fatales. Causa del resquebrajamiento, pero también del gozo que, aunque reprimido por naturaleza en prácticamente cualquier caso, no deja de ser gozo, y no deja de ser solaz, y encanto.
Ninfa, “cada una de las fabulosas deidades de las aguas, los bosques y las selvas”. Jóvenes hermosas que someten a hombres dentro de los que vive el esquemático, homogéneo, vigoroso y biológico varón deseoso que en esencia somos todos. Ah, quién quisiera enamorarse de una ninfa para perderse en la inconciencia de la seducción. Quién quisiera olvidarse de una ninfa para deshacerse con el recuerdo del infierno que enciende la rendición.
Fiel al brillante universo temático que ha dado sustento a su extensa obra, Ana Clavel decide con este ensayo inaugurar ante el cúmulo de sus lectores la historia de un nuevo país que nos estará vedado si somos timoratos pero que puede invitarnos a viajar por el interior de sus deslumbrantes riquezas si dejamos atrás nuestros miedos: el Territorio Lolita. Una aproximación geográfica en clave de ensayo a un país poblado, desde todas las vertientes, por uno de los más fascinantes fetiches de la cultura. ¿Debería decir “contemporánea”? ¿No será verdad decir que la de las Lolitas es una historia de pulsiones que ha estado ahí desde siempre?
“Lolita sedujo a Nabokov desde las páginas de La Gioconda Maldita de Heinz Von Lichberg”, tituló el diario ABC de España un artículo incluido dentro de su sección cultural el 20 de marzo de hace unos trece años. Ana Clavel responde en 2017 desde la frontera de su propia investigación y su reflexión al respecto: “Algo hay de morbo en la posibilidad de escatimarle un poco de gloria a un escritor sagrado”. En todo caso, la imagen que a nuestra mente refiere la consignación de tal historia debiera llevarnos a la pregunta también asentada en el libro: ¿acaso no todo se debe al hecho, inquietantemente real de que en tanto historia reprimida, pero familiar para muchos, “la escandalosa Lolita golpea de nuevo”?
Siempre. Siempre golpea de nuevo.
Desde las páginas de Territorio Lolita, Lichberg gusta describirnos a su Lolita:
“Era casi una niña; tenía los ojos oscuros de las mujeres del Sur y el cabello de un inusitado tono cobrizo. Su cuerpo era delgado y ágil como el de un muchacho, su voz llena y profunda (…) A veces, limpiando mi cuarto, se detenía en mitad de la labor: fruncía los labios carmesíes y risueños hasta convertirlos en dos finos trazos y se quedaba absorta mirando al sol con los ojos llenos de inquietud. En esos momentos, yo sentía una imperiosa necesidad de tomar a la niña en mis brazos para protegerla de algún peligro desconocido”.
¿Qué encanto ulterior existe dentro de nuestra fascinación por las Lolitas? Hace años tuve oportunidad de mirar algunas decenas de las miles de fotografías que el creador de Alicia en el País de las Maravillas hizo a gran cantidad de niñas. No era la lente, sino el ojo de Lewis Carroll el que filtraba esas imágenes para transformarlas, de lo que podrían haber sido simples imágenes juguetonas, en una suerte de inquietantes estampas de extraña belleza. De entre todas las imágenes, destacaba, por supuesto, la serie dedicada a la pequeña Alice Pleasance (Plisansi) Liddell, inspiración para el autor, como todo Occidente sabe, de Alicia en el País de las Maravillas.
La escandalosa Lolita golpea de nuevo.
Al ensayo de Ana Clavel los estudiosos del futuro y los lectores del presente habremos de agradecerle muchas cosas: se trata del más pormenorizado tratado sobre la presencia de uno de los fetiches más seductores de nuestra inconsciente psique cultural, pero se trata también –y esto hay que resaltarlo– de una travesía lúcida por el discurso del deseo. Caperucitas, Alicias son, justamente, hermanas menores de Lolita. Y Lolita es la dueña categórica de la inquietud masculina, lo cual, sin hacerlo tangible, pareciera otorgarle carta de mayoría de edad más allá de los años que en realidad lleve turbando sutilmente las pulsiones de hombres que, antes de ella, no tenían la más mínima vocación por caer rendidos ante nada.
Al respecto, la autora apunta que es importante dejar bien claro que, en el tema del que se ocupa este texto reciente, se encuentra siempre presente, también, la mirada que adjudica a la pequeña ninfa contenidos de una sexualidad desenfrenada que tal vez sean, en realidad, más propios de quien la recrea e interpreta.
La dulce Lolita, golpea de nuevo.
La temperatura ambiente en el Territorio Lolita? Siempre cálida.
¿Sus puntos cardinales? Al sur, Caperucita; al norte, Alicia; al este, la propia Lolita y al oeste, mirando con agrado el producto de su creación, Ana Clavel, la voz creadora de este novísimo y necesario nuevo continente.
Yo recibo con aplausos este libro que es, agradeciblemente, mi pasaporte seguro para conocer todos los rincones del Territorio Lolita.
Eduardo Limón es periodista de Cultura de W Radio. Fue distinguido por la Asociación Nacional de Locutores de México con el premio al mejor locutor del año. Su Twitter es @elimonpartido
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Posted: December 11, 2017 at 9:46 pm