Un diccionario, un nombre y una educación sentimental. Duelo por la muerte de Luis Eduardo Aute.
Alba Lara Granero
El cantautor español, autor de la banda sonora de una generación y de la de no pocos jóvenes de las siguientes, falleció en Madrid el pasado 4 de abril. En tiempos de confinamiento, recordar a aquellos que nos dieron las herramientas culturales para salvarnos de la soledad es más imprescindible que nunca. Lo que sigue es un bildungsroman y un réquiem en diez puntos.
Que el final de esta historia,
Enésima autobiografía de un fracaso,
No te sirva de ejemplo
Hay quien afirma que el amor es un milagro.
«Sin tu latido», Aute
- Día de Reyes de algún año del final de los 90. Soy una niña. Entro en el cuarto de mis padres en busca de regalos escondidos. Sobre el aparador, en el borde, parcialmente flotando en el aire, hay un CD aún envuelto en plástico. No puede ser para mí. A mí no me interesa la música a los ocho o nueve años o al menos no entiendo que la música se pueda regalar. A mí solo me interesan las Spice Girls, sobre todo Mel C, pero no se me ocurre pensar en sus productos como música. Todo es merchandising y lo pienso como equipación, como uniforme para vestir mi personalidad. Desde una camiseta hasta un cassette grabado de la radio, todo es tribu.
- El CD no puede ser para mí porque en la carátula hay una foto de una mujer desnuda. El erotismo me confunde y me atrae. ¿Quién es esa mujer en blanco y negro? ¿Qué significa el escarabajo azul que la observa desde el primer plano? ¿Por qué mira así esa mujer? Siento vergüenza, pero también deseos de imitarla. La intuición me dice que es un regalo para mi madre. Hasta ese momento no se me había ocurrido que las madres pudieran recibir regalos que no estuvieran hechos por mí o por mis hermanos en el colegio: botes con sal de colores, collares de macarrones secos, flores de cartulina, una lenteja que florece en medio de un algodón humedecido. Me cuesta leer las letras que se mimetizan con la imagen del fondo en la esquina inferior izquierda de la carátula: ALEVOSÍA. Dejo el disco donde estaba y corro a la enciclopedia de grandes tomos que hay en mi casa. Escribo la nueva palabra y su definición en uno de los folios amarillos que están pegados en la puerta de mi armario. Son mi práctica de vocabulario, me he obsesionado con la idea de aprender todas las palabras del idioma. Está apuntada junto a cadalso, patíbulo y jacobino.
- Escucho el disco en los días posteriores. Primero a escondidas, como si temiera acercarme a contenido prohibido. Ulular de insectos, carracas, es de noche. Aprendo que los sonidos pueden dar la hora. Una voz de hombre canta. No he oído nunca a un hombre que se entretenga tanto en los armónicos de su voz. Me imagino una nueva sensibilidad masculina. Pienso que es bonito cantar así. No se me revela nada en ese momento sobre el peligro de la delicadeza. Consulto el diccionario varias veces en cada canción: aprendo sideral, terquedad, sigilosamente, desparramarse, concupiscencia. Un concepto escolar adquiere significado, la metáfora es imán de mujer, huevo de serpiente, avestruz, tener a mano un extintor. ¿Quién es este hombre? Luis Eduardo Aute, dice el CD.
- El disco es sobre el sexo como experiencia mística. O mistificada. Estoy escuchando un capítulo de mi educación sentimental. Ningún gesto es inocente.
- Cinco años más tarde, mi madre y yo caminamos por el campo una tarde amarilla de verano. Le pregunto por mi nombre. Me responde: Me gustaba. Sigue: Tu padre no quería llamarte Alba porque estaba celoso de Aute, creía que quería ponerte así por la canción. Yo me sé todas las letras de Alevosía y en ninguna de ellas dice alba. Mi madre: Su canción más famosa se llama Al alba. Sigue: Una vez fui a verlo a un concierto en Albacete y tu padre no me habló en toda la tarde, dijo que había puesto cara de tonta cuando lo saludé al final. Mi madre era delgada, rubia en un lugar donde no hay rubios y cándida. En las fotos me parece ligera como un remolino. Mi nombre le costó la concesión de que el siguiente hijo fuera bautizado por mi padre. Una decisión salomónica en cuyos términos se estipulaba un segundo embarazo de mi madre.
- Tardo diez años más en entender que Al alba no es una canción de amor. O no solo. Alguien me dice que es una canción sobre la pena de muerte, sobre los últimos asesinatos del franquismo. Para ese momento ya he estudiado Filología y conozco el Romance del Prisionero, una de las composiciones más tristes que he leído en mi vida. Rota mi ingenuidad, escucho por primera vez “si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada” y me estremezco. Donde antes estaba el miedo a encontrarse sin la amada (también un motivo de la literatura medieval), ahora hay un pelotón de fusilamiento. Este descubrimiento ocurre en los primeros años de lo que llamo la época del pánico: momentos de epifanía que me agriaban en un mundo despiadado que nunca se me había ocurrido temer.
- La carrera de Filología no contribuyó en absoluto a dar pábulo a la época del pánico. Que yo recuerde nunca me hablaron de asesinatos, ni de una muerte que no estuviera maquillada por la literatura. O quizá es que no se me había aún abierto la oreja del entendimiento y me hablaban a voces inútilmente.
- En un concierto de Aute en Madrid, lo oí explicar una canción en términos vulgares. Yo creía que el tema era metafísico. Aute dijo que era sobre hacerse una paja. Esa tarde aprendí otra palabra: onanismo. Entonces Aute era muy viejo y sentí un poco de náuseas. La oreja del entendimiento se abre a golpes.
- Una de las pocas cosas que no me dan miedo hoy en día son las palabras vulgares.
- Me levanto en mi casa de Providence, RI, el 4 de abril de 2020. Tengo un mensaje de WhatsApp de mi madre: Se ha muerto Aute. Estoy triste. Inmediatamente, pongo Al alba en Spotify. Mi novio australiano no sabe español, pero dice que Al alba es una canción muy bonita. Le hablo de todas las palabras que recuerdo haber aprendido con Aute: deriva, guajira, aro de Giges. Le hablo de la historia de mi nombre y de la historia de mi cuerpo. Coge la guitarra y ensaya los acordes. Canta, me dice, canta.
Alba Lara Granero (El Pedernoso, 1988) es escritora y licenciada en Filología Hispánica y máster en Formación del Profesorado por la Universidad Complutense de Madrid. Es graduada del programa MFA de la Universidad de Iowa y sus ensayos han sido publicados en Iowa Literaria y otras revistas. Su Twitter: @a_laragranero
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Posted: April 14, 2020 at 7:14 pm
Es muy bonito lo que pones, como la música hace que aprendamos cosas y recuerdos de nuestra infancia, además de la historia tan bonita de tu nombre, que te puso tu madre .
Genial artículo, espero que tu padre eligiera tan bien el nombre de tu hermano como tu madre eligió con el tuyo.
Hermosa historia, increíble hasta donde puede influir una persona con sus escritos, canciones o sentimientos. El dolor como ruptura de la oreja de alguien que quizá no sentido el filo del sufrimiento. Te felicito por ser una especie en aparente extinción y bendigo tu vida y la de tus padres. Para Aute, reitero mis respetos y admiración. Abrazos desde Cerralvo, Nuevo León, México. En época de COVID-19 pandémico.
Mike de Cerralvo
6… el Alba es una Cancion de amor.. cuando sucedio los fusilamientos esa cancion ya existiá desde mucho antes… en el Aute Retrato el mismo Aute menciona que no tiene nada de ver con ese acontecimiento .. adoptaron la cancion y la hicieron himno pero no se hizo la cancion para ese fin porque ya existía desde antes. Saludos.
Tienes razón, Anali, muchas gracias por el apunte. El texto es sobre mi relación afectiva con Aute y los recuerdos que tengo al respecto, que como, tú bien dices, no siempre son fiables. ¡Gracias por el rigor! Salud.
Alba, me encantó tu escrito una gran historia para compartir y es que Aute era un maestro, yo también aprendí muchas palabras, citas de literatura, mitología, erotismo, escribía con tanta libertad, era único, y su partida nos llena de sentimiento el alma, gracias por tan bella historia!!!
Querida Lara, qué bonitos recuerdos atesoras!! Me ha llamado la atención lo que mencionas sobre el concierto de Aute en Albacete. Yo asistí a uno que dio en el Paraninfo Universitario en los años 90, aunque no puedo precisarte más el año. También yo pasé a saludarlo al final del concierto, muerta de miedo por si me encontraba con un divo más que con el personaje tierno que mi cabeza había creado a través de sus canciones. No pudo ser más atento y cercano. Se hacía fotos con todo aquel que se lo pedía y también firmaba autógrafos con su firma del beso, tan personal suya.
Sería ese el mismo concierto al que acudió tu madre?
Un saludo.
Hola. Acá en México, en pleno confinamiento, también se fueron dos grandes: la escritora Amparo Dávila y el cineasta Gabriel Retes. Al segundo no he podido homenajearlo, pero tengo el plan de ver toda su obra en un solo día mientras el home office lo permita; a la segunda, le dediqué una entrada muy emotiva y personal, como tú, solo que en mi facebook. Pero la muerte de Aute no he sabido cómo internalizarla del todo. A mí también me impactó mucho a los 17, en el bachillerato.
Cuando mi pareja me dio la noticia, simplemente tomé la guitarra y empecé a cantar. Una de mis clásicas entre copas es “Sin tu latido”. Gracias por ayudarme a entender mi proceso personal con tu texto. La cercanía tan profunda con alguien tan lejano en varios sentidos.
Gracias.
Me pasó algo parecido… Pero siento que no podría expresarlo mejor que tú.
Escribes de una forma bellísima.
Alba, encontrarme con tu relato ha sido un regalo enorme, sorprendente y a la vez tan natural … leer tu diario dividido en números secuencias… me identifico en varios momentos; el diccionario, la búsqueda el repaso el reposo
Escribes habitualmente?…. espero que así sea. Tienes una forma de contar maravillosa y llena de Poesía.
He estado compartiendo giras canciones poemas cenas palabras y pasos con su latido particular por más de 20 años con Eluard, como siempre he llamado a Luis Eduardo. Como parte de su banda, como parte de su familia.
Sé que le hubiera fascinado leerte. Gracias por tu sensible pluma y tu mirada concupiscente