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La filosofía de Andrés el Toro
COLUMN/COLUMNA

La filosofía de Andrés el Toro

Sergio Negrete Cárdenas

Para el Presidente de México la pobreza es honradez, sencillez y dignidad. La vida transcurrida en la estrechez económica no es algo que deba superarse, sino protegerse y además fomentarse. El odio de Andrés Manuel López Obrador por las clases medias (y ricas) es congruente con su visión maniquea de buenos y malos, en que los que poco tienen de riqueza material en cambio cuentan con una impresionante riqueza espiritual. En contraparte, aquellos con dinero son por naturaleza mezquinos, egoístas y malvados.

AMLO habría sido un gran guionista de muchas películas del cine de oro mexicano, sobre todo Pepe el Toro. En la tercera década del siglo XXI tiene la visión de un México atrasado y feliz, pobre y digno, con millones de personas buenas y dependiendo, de la niñez a la vejez, de las acciones y dádivas del gobierno. Una vida en que superarse es un sueño aspiracional que hay que condenar, puesto que lleva a la transformación de personas buenas en egoístas.

Los recientes exabruptos obradoristas tienen una causa específica: las derrotas de Morena en la Ciudad de México. El retroceso en la Cámara de Diputados no fue menor, pero el partido (literalmente) de AMLO mantiene una cómoda mayoría con la ayuda de sus satélites. Pero López Obrador es finalmente un mesías que no puede concebir que las masas no lo adoren y voten en masa por su persona o sus personeros. La furia es nueva, pero los razonamientos ya habían sido expuestos una y otra vez como candidato, en los sermones palaciegos o en las numerosas giras por el país.

La filosofía Andrés el Toro idealiza la comida sencilla, del pueblo, con la casi permanente presencia de frijoles y tortillas. AMLO como amante de antojitos y las garnachas es constante en sus comunicaciones a través de las redes sociales. A la comida se agrega la ropa, que igual debe ser modesta y poco numerosa (un solo par de zapatos, no hace falta más).

La educación no es una forma de superación. AMLO pregona la inmovilidad social, que los pobres se queden en esa condición, porque ello implica permanecer puros y buenos. La educación es una igualadora en la mediocridad, no un escalón para un ascenso meritocrático. Se trata de mostrar que hasta los más pobres pueden estudiar y tener un papelito, pero sin esperar mayores ingresos. La propuesta es una República de Licenciados. Por eso su Universidad Autónoma de la Ciudad de México nunca tuvo pretensiones académicas, sino de aterrizar el igualitarismo obradorista y, como parte de ello, por completo gratuita (más bien, subsidiada en su totalidad). ¿Que no había suficiente dinero para dar lugar a todos los aspirantes? Nadie podía quejarse porque la forma de admisión era cero meritocrática: por sorteo. Nada por el esfuerzo, todo por la suerte, para recibir una educación mediocre sin costo y con título al final del trayecto. Una mediocridad no tan distinta a la recorrida por quien fuera fósil de la UNAM por 14 años.

Como la educación, el trabajo. Porque los empleos, la economía como un todo, también deben ser simples y no ofrecer grandes perspectivas financieras. Es la vida de los trabajadores con poco conocimiento y experiencia, pero honestos, como de hecho los busca López Obrador como subordinados en su gobierno. Su ideal para muchos mexicanos es el nivel tecnológico del trapiche. Pocas escenas como las del Presidente contemplando embelesado al caballo dando vueltas para extraer el jugo de caña. Era la representación del México de sus ensueños, su utopía de pobreza sencilla y digna.

¿Qué el dinero que se gana con ese trapiche u otros trabajos no alcanza? Esa necesidad es la pieza que falta, y en la que AMLO consolida la pobreza al mismo tiempo que crea una fiel clientela política: el dinero entregado directamente a los necesitados, con un Servidor de la Nación como intermediario y asegurándose que el receptor sepa que esos recursos no se los debe al Gobierno Federal, sino al Señor Presidente. Hay igual para jóvenes estudiantes que para campesinos, para aquellos que buscan un trabajo y también para los adultos mayores. Un dinero que a nadie sacará de pobre, pero ayuda, y sobre todo desata gratitud hacia el inquilino de Palacio Nacional.

La molestia obradorista es para aquellos que no lo necesitan, los que han aspirado a mejorar y lo han logrado, sea ellos mismos o generaciones previas de padres o abuelos. No deben nada a AMLO, y menos buscan recibir esa cantidad de dinero que ofrece. Al contrario, el Presidente perdió por su ineptitud y corruptelas, entre muchas otras razones, el voto que algunos millones de ellos le otorgaron en 2018.

La filosofía de Andrés el Toro condena a millones a permanecer en la mediocridad, incluyendo a los nuevos pobres creados durante la pandemia y ante el rechazo gubernamental de rescatar empleos. Es un México que permanecerá en el camino errado al ser conducido por una visión que solo sería exitosa en una película de Pedro Infante.

 

 

Sergio Negrete Cárdenas. Profesor de Tiempo Completo en la Escuela de Negocios del ITESO. Trabajó en el Fondo Monetario Internacional. Profesor en varias universidades de España y México, destacadamente la Universidad Pompeu Fabra y la Escuela Superior de Comercio Internacional, en Barcelona, la UNAM y la Escuela de Periodismo Carlos Septién en la Ciudad de México. Doctor en Economía y Maestría en Economía Internacional por la Universidad de Essex. Diplomado en Política Exterior de Estados Unidos por la Universidad de Maryland. Licenciado en Economía por el ITAM y en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Twitter: @econokafka

 

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Posted: June 22, 2021 at 8:53 pm

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