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Adán Brand: Todas las piedras angulares

Adán Brand: Todas las piedras angulares

Mayco Osiris Ruiz

• Adán Brand: Todas las piedras angulares (Consejo Estatal Para la Cultura y las Artes de Nayarit. 2023. 74 pp.).

Poco tiempo después de su llegada a Chile —a donde regresaba tras diez años de ausencia— el poeta Gonzalo Rojas abordó un automóvil para dar un paseo con su esposa por los alrededores de la cordillera. Mientras marchaban, siempre bajo una luz de tintes prodigiosos, le llamó la atención una piedra apostada a un lado del camino. Era, dice, “una piedra malherida”, tan fantástica y simple al mismo tiempo que no sólo irradiaba un misterio profundo, sino cierto abandono y cierta indefensión. Esas características, transformadas, más tarde, en materia poética, serían el fundamento de una alegoría sostenida en la lógica de lo insignificante, es decir, en la imagen de una vida y un mundo que penden —y dependen— de la fragilidad de lo invisible:

porque nadie las ve nunca a esas piedras que no son de nadie…
neutras, amorfas, sin lo airoso
del mármol ni lo lujoso
de la turquesa, ¡tan ambiguas
si se quiere pero por eso mismo tan próximas!

Precedido en el tiempo por otros dos poemarios —Animalaria de 2018 y Péndulo y sextante de 2022—, Todas las piedras angulares participa, a su vez, de esta creencia en un orden dispuesto sobre la imperfección y la rusticidad de esas rocas que integran los muros complicados de la historia interior. Fiel a una incipiente pero firme poética, el autor aprovecha el fundamento estético de lo vivencial y piensa en el poema como en un territorio o una zona intermedia en la que se entreveran, hasta lo indistinguible, lo privado y lo público, aquello que llamamos biografía y lo que la emparenta con las medias verdades de la literatura.

En esa intersección, en donde la escritura es la verdad más cierta del autor o, si se prefiere así, su vida verdadera, medran las obsesiones de una voz que desmonta el complejo entramado de su identidad para llegar después —sondeando en los fragmentos o en las habitaciones de una casa que, a veces, es también su memoria— a un balance preciso de cuanto lo conforma. Se trata, entonces, de una labor de autoconocimiento, pero que no produce imágenes ceñidas a la órbita de lo individual. Antes bien, la presencia de matrices universales, “de hambres no saciadas /y de miedos /acaso primitivos”, favorece el despliegue de un imaginario donde la infancia, la religión, las filiaciones problemáticas o el derrumbe de los ideales son la puerta de entrada a un mundo más complejo donde lo metafísico frecuentemente roza con lo humano:

No conozco otro Dios que mi Jinete;
no conozco otro jinete que mi padre;
no conozco otro padre que mi Dios.
He ahí el Trino y Uno:
el fuete, la sangre y la promesa.

Quizá por ello, como secuela del fuerte sesgo bíblico propuesto desde el título, no hay un paralelismo más notorio ni de más importancia que aquel que se establece entre el sujeto y el intrincado juego de la fe. Más que de una figura o una imagen forjada en el decurso de la ficción poética, hablamos de ese centro al cual se imantan todos los elementos y que podría fungir como la piedra que contiene y soporta a todas las demás. Sea como el correlato de una imaginación que encuentra en la metáfora de lo animal un modo de nombrar su peso inexplicable; o sea como el trasfondo de un siniestro himeneo en el que se confunden el ser y el parecer, la fe es esa constante que no sólo desvela el interior convulso de las voces que cruzan por las páginas, sino lo que da al libro su variabilidad, su registro formado por contrastes en los que se explicitan las pasiones y el punto de inflexión en el que la poesía pareciera alcanzar parcialmente a la vida:

Todo el amor y todo el odio:
los dos extremos de la misma cuerda
……………………………….trenzados,
…………………………….confundiéndose.

***

El caballo feroz de la vigilia;
el potro de la fe
—que no es caballo;
las espuelas del amor,
del odio,
…………..—que se clavan igual en los ijares…

Es difícil decir, pues su naturaleza es sombra, imagen de lo oscuro que reposa a la espera de clarificación, de dónde vienen con exactitud los materiales con que forja el poeta ese largo misterio que llamamos poesía. Las academias, renuentes como son y siempre acartonadas, insisten en negar toda clase de vínculo con lo real, como si no existiera la posibilidad de que lo escrito pueda determinar a lo vivido —y viceversa. El arte, no menos evasivo en sus respuestas, arrostra esta pregunta haciendo de lo escrito la manifestación de un imposible: lo que no tiene nombre, pero de alguna forma —la poesía da comienzo donde cesa el lenguaje— adquiere nombre y forma en el poema.

¿Cómo leer, entonces, un libro hecho de trazos en donde lo vital es el centro infranqueable, el gran protagonista de toda la propuesta? Tal vez como el relato o como la epopeya de un sujeto deseoso de desaparecer, pero que no consigue sino manifestarse, ponerse en escenario; un sujeto que labra su propia distorsión sólo para afirmarse en su estabilidad, sólo para encontrarse —más fatalmente él mismo— a medida que intenta desdibujar su huella en la escritura:

Sueña andar entre plumeros
…………—carrizos de la pampa
dorados en el cobre
rumoroso de la tarde […] sueña que se sueña así:
…rumiando alguna idea,
espantándose
un poco más que moscardones.
Pero siempre a la mitad del sueño…
mira en una grupa su pasado
como una cicatriz aún humeante
…………—rescoldos de la infancia
…………de esa pira bautismal
…………que marca a fuego y hierro los blasones.

Por supuesto, más que un simple retrato o un penoso ejercicio de psicología, hay un criterio estético en cuyo proceder se adivina la idea de la ficción como verdad posible: una autobiografía poco convencional que no busca ni instaura exactitudes, sino mundos posibles, y donde la invención —las obras, los poemas, el proyecto poético en general— es la única respuesta, una certeza alta y, acaso, superior a las que prefiguran la existencia:

No preguntes,
leo en un poema.
No preguntes,
me repito aquí.
Como la vida sigue
(siempre sigue)
pago mi tributo en este texto
con las migajas de estos puntos suspensivos…

Por eso, porque todo poema es, en cierta medida, la evidencia de un yo que no consigue escapar de sí mismo pero funda, en esa mismidad, un diálogo consigo y con el resto (los que estamos detrás y sorprendemos en la escritura ajena un rasgo de nosotros), el libro se construye como un cuarto privado y, sin embargo, abierto: puertas, ventanas, frontispicios de piedras angulares en los que presentimos los hilos de una historia que al contarse va narrando algo más que hechos internos, que se proyecta (y no) fuera de los linderos de su interioridad ya que de ello dependen su poder y su efectividad poética. Esto por la razón de que los desafíos de un discurso que mira hacia la intimidad radican, justamente, en trasponer los límites de lo privado.

En ese sentido, quizá el primer deber de una poesía basada en la experiencia sea cuestionar si existe, más allá de los hechos y de su carga anímica, un rastro del misterio por el cual una obra adquiere dimensión y consistencia estética. El poeta, nos dice Amado Alonso, no ambiciona otra cosa que otorgar a su estado sentimental “características de ejemplaridad”. Y por esa razón, aun cuando no se libra de sobrepoetizar ni de entregarse al flujo de un lenguaje a ratos excesivo o innecesariamente amanerado, Todas las piedras angulares consigue revestir esa fisonomía ejemplar capaz de transformar el sentimiento en obra:

Lleva el tiempo su gotera impasible
…………—arrítmica pero constante
de augurios y certezas:
desencantos minúsculos…
dolores superables
mas de pronto
cómo se acumula,
cómo implosiona todo
y se concentra en el momento justo
en que nos abandonan.

Se trata, en suma, de una mirada atenta que para componer un “bloque luminoso de puro sentimiento y de puro sentido”, procura penetrar aquello que contempla, pues sabe que nombrar, decir alguna cosa, no es cuestión de abstracción ni de sobrenadar las insidiosas aguas de los experimentos, sino de conocer, cavar dentro de sí para explicar, después, al mundo y a los otros.

 

Mayco Osiris Ruiz (Xalapa, Veracruz, 1988). Poeta y crítico. Ha publicado en revistas como Sibila, Palimpsesto, Literal. Latin American Voices y Letras Libres. Es autor de El revés de esta luz (Taller Ditoria, 2015). Twitter: @MaycoOsirisRuiz

 

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Posted: November 15, 2023 at 10:41 pm

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